El consultorio de la seguridad social
Recuerdo las paredes desconchadas de la fachada y esa puerta de acceso que se abría girando el pomo hacia la derecha. También que había otra. Nada más entrar un pequeño mostrador recibía al enfermo a golpe de sobresalto. Aquello era un señor portazo. Junto a la consulta de pediatría donde las doctoras Mochales y Menéndez hacían lo que podían para calmar a los pequeños. Luego comenzaba el laberinto. En los años ochenta, a los ojos de un niño, cualquier pasillo de original trazado podía serlo. Los alargados azulejos que guarnecían el serpenteante corredor no eran blancos como los del...
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