El origen de una de las empresas alimentarias más conocidas de Pozuelo se remonta a los años cuarenta del pasado siglo cuando Manuel Prieto, propietario de una finca de recreo al norte del pueblo, crea en sus tierras una granja avícola; negocio que después diversifica con la cría de cerdos y vacas. Por entonces la situación de la industria láctea en España, debido a los efectos de la guerra civil, era bastante deficiente. Así que decide prescindir de gallinas y puercos y convierte su negocio en una vaquería.

La granja Priégola nace en 1942 con dieciocho vacas y el objetivo de producir, envasar y distribuir leche fresca. En aquel tiempo las botellas eran de cristal, todavía sin serigrafía, y se transportaban en carros. El traslado en vehículos a motor llegaría con los años. El complejo estaba aislado, la casa más cercana se encontraba a medio kilómetro, y la necesidad se convirtió en virtud. Que agradecieron autóctonos  y forasteros. Porque además de abastecer los colmados de los comerciantes locales, los litros se distribuían por las colonias de hotelitos.

Durante años las vacas se ordeñaron a mano y esto suponía turnos de trabajo nocturnos. Por eso, los responsables de la industria láctea habilitaron viviendas en sus instalaciones para los trabajadores y sus familias.

Vaqueros

Aladino Pidal, padre de Encarnita, la propietaria de la mercería más conocida de Pozuelo, asumió tras años de experiencia en la vaquería la gerencia de una industria que no paraba de recibir premios, al mejor criador y a la calidad, y que llegó a tener más de un millar de vacas amantes de la música clásica. Ahora con 92 años se emociona al recordar la granja de su vida con su mujer Encarna y sus tres hijos (Chelo ha trabajado en las oficinas de la Priégola hasta el año pasado y Aladino fue vaquero). Hasta sus nietos vuelven a una infancia feliz correteando alrededor de los corrales.

A la sombra de la Priégola nació la zona residencial Los Cerezos-El Paular (colonia Benítez). En los terrenos que ahora ocupa la urbanización los empleados de la ganadería sembraban y recogían cebada y berza para las vacas. Cada animal tenía su propio vaquero que se encargaba de alimentarla, cuidarla y ordeñarla y de embotellar la leche con embudo.

Oro blanco

La empresa lechera fue pionera en el reparto a domicilio. También en la promoción comercial y, lo que es más importante, profeta en su tierra. Recuerdo -seguro que no soy la única- la jarra para meter la bolsa de plástico que sustituyó al vidrio como recipiente del oro blanco. Tenía una vaquita estampada que desaparecía con los lavados. Lecheros del pueblo como Carmen, Amalia o Mariano regalaron cientos de ellas a los vecinos hace casi cuatro décadas.

Fue entonces cuando también se automatizó el proceso de producción. Junto a una de esas máquinas que parecían sacadas de una película le hicieron la foto a uno de los trabajadores, Fernando, con quien podemos cruzarnos cualquier día por las calles más céntricas de Pozuelo.

LA UNIÓN HACE LA FUERZA

A la granja de Pozuelo le salió una competidora en Villanueva del Pardillo: La Chirigota. Sus fundadores Hans-Peter Sieber, de origen suizo y su esposa, Raquel Quijano, de procedencia cántabra, se habían fijado en nuestra próspera industria. En 1986 la adquieren y las reses hacen las maletas.

El resultado de aquella fusión es la Ganadería Priégola, una empresa que ha sabido adaptarse a los tiempos que corren y que, desde hace veinte años, no ha incorporado ningún animal venido de fuera a su ganado. Todas las vacas, de la raza Holstein Frisona, nacen y se reproducen en la propia granja con la ayuda de la inseminación artificial.

Hoy podemos encontrar su leche en distintas variedades (entera, desnatada, con calcio…) y otros productos lácteos en las cámaras frigoríficas del centro comercial que El Corte Inglés levantó sobre los terrenos de la industria vacuna. A escasos metros de la calle Priégola inaugurada en noviembre de 2009.