A libertad y bienestar. A pura naturaleza concentrada en unas gotitas de aceite esencial. A la serenidad de un campo de lavanda en la Provenza. A la alegría de los naranjos de la cuenca Mediterránea. Al erotismo de la flor de Ylang Ylang de Polinesia o la canela de China. A la paz que da el incienso de Yemen y la reflexión que facilita el sándalo de Malasia. Al dinamismo que posee el romero de la zona del Mediterráneo. Al valor que proporciona el tomillo de España. Al aire puro de los eucaliptos de Chile que abre los pulmones. A la armonía emocional que aporta el geranio de Madagascar, Guinea, Egipto. Y a la fuerza y delicadeza de la rosa damascena de Oriente Medio, Bulgaria. Y así podría seguir relacionando los aromas de los más de 700 aceites esenciales.

Los aceites esenciales son la parte volátil de las sustancias biosintetizadas por las glándulas de las plantas que pueden encontrarse en cualquiera de sus partes: raíces (jengibre), hojas (eucalipto), frutos (naranja, limón, lima), flores (rosa, jazmín)), corteza (sándalo), resina (mirra, incienso).

Son tesoros de la naturaleza. Su nombre en alemán significa “aceites etéricos” haciendo referencia a su esencia sutil. Y los antiguos alquimistas decían que son el alma de la planta: su poder y fuerza vital. Son auténticas joyas. Es su volatilidad lo que hace que sean tan olorosos y su particular composición química la que les confiere sus propiedades y efectos terapéuticos específicos. Su campo de acción es amplio y diversificado.

La aromaterapia es el uso de aceites esenciales para el tratamiento de afecciones físicas, psíquicas y emocionales, para recuperar la salud, el bienestar y la belleza.

Cambios físicos y psicológicos

Es una herramienta que se ha usado desde la antigüedad y trabaja a nivel holístico: armoniza al ser humano al completo, como un todo; al fin y al cabo, la salud es el equilibrio psico- emocional – físico.

Producen cambios físicos y fisiológicos porque las moléculas de los compuestos químicos de los aceites esenciales son tan pequeñas que pueden penetrar en el interior de las células y actuar en el nivel más elemental de nuestro cuerpo.

También psicológicos y emocionales porque a través de la olfacción influyen en nuestras emociones y comportamientos. Al oler un aroma, es captado por las células nerviosas olfativas de la nariz y va directo al sistema límbico y de ahí a distintas zonas del cerebro: al hipocampo (donde se encuentran almacenadas las emociones, la memoria y el aprendizaje), al córtex, donde se “producen” los procesos intelectuales y por último, al hipotálamo que controla la glándula pituitaria y ésta a su vez controla las glándulas sexuales y suprarrenales que tienen que ver con la respuesta sexual y con la agresividad respectivamente.

Psicoaromaterapia

Depende del objetivo pero por poner algunos ejemplos por vía olfativa, se emplea para tratar afecciones respiratorias como rinitis, sinusitis o neumonías, inducir estados de relajación o realizar terapias psicoemocionales. Por vía tópica para tratar afecciones superficiales y poco profundas (articulaciones y músculos) y por vía oral para patologías digestivas.

El perfume interrelaciona con la memoria ancestral y vital y por evocación la lleva al equilibrio emocional proporcionando serenidad, seguridad y autoestima eliminando pensamientos parásitos y miedos. Los aromas van más allá del tiempo y el espacio porque se asocia al contexto emocional en el que son captados; se remontan a un recuerdo emocional.

Esta es la base de la PSICOAROMATERAPIA: se busca el origen del sufrimiento a través de las emociones y la parte consciente que puede ayudar a recuperar los bloqueos /traumas del inconsciente; como decía Carl G. Jung: de la sombra. Para ello los aceites esenciales son una herramienta imprescindible.

Elena Belén Arias Pérez

 

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