La quinta de seis hermanos fue una niña curiosa. Lo sigue siendo. A los trece años le regalaron su primera cámara fotográfica; una polaroid. Su padre guardaba alguna más para alguien dispuesto a asomarse con pasión al visor y atrapar momentos. Parece que Cristina reunía los requisitos. Sabía que el mundo era imposible de reducir por más pedazos que guardara en papel. Sin embargo, se le quedaba pequeño. Poco después de terminar sus estudios de turismo cruzó el océano para trabajar en una cadena de hoteles de Cancún. En el país de su abuela materna estuvo ocho años. A pesar de las jornadas maratonianas y las pocas horas libres sacaba tiempo para seguir haciendo fotografías. El salto llegó de la mano de un amigo que le empujó a dedicarse de manera profesional a lo que tanto le divierte. A eso que le llevó a vestir de gauchos a los turistas en Salta (Argentina) y que, a su regreso, le ha tenido entretenida en un proyecto denominado “Miradas cruzadas: La Casa Carvajal” convertido en libro/catálogo y desde hoy, hasta finales de septiembre, en su primera exposición individual en Vitra Showroom Madrid.

Con el sol de media tarde la vivienda que el arquitecto Javier Carvajal construyó en Somosaguas a mediados de los años sesenta y que, antes de ser el hogar de Cristina y su familia perteneció a la embajada de Chile, nos recibía espléndida. Su presencia es imponente e inevitable. Parece que tiene raíces y ramas, como los árboles del jardín, que lo invade todo y transforma el espacio residencial en lo más parecido a un conjunto escultórico. Con ventanales a ras de suelo -o más abajo- terrazas y piscina. Una sola vuelta, rodeando los muros de hormigón armado, es suficiente para descubrir una joya de la arquitectura moderna.

Su sello brutalista ha convertido la casa en objeto de reconocimiento y estudio y no ha parado de recibir visitas. De técnicos, estudiantes, investigadores, periodistas e influencers. Procedentes también de fuera de nuestras fronteras. La próxima semana recibirá más coincidiendo con la celebración del Open House Madrid, un festival internacional que tiene por objetivo permitir a los ciudadanos vivir la arquitectura y experimentar la singularidad de edificios habitualmente cerrados al público. Porque “La Casa Carvajal” está incluida en el programa de visitas guiadas.

En la madriguera*

Lo nuestro fue mucho mejor… recorrimos la forma de ocho y descubrimos los cuatro elementos en los diferentes ambientes. Constatando la inspiración árabe en columnas y patios. El homenaje luminoso a La Alhambra de Granada. Lo fue porque lo hicimos con la mejor maestra de ceremonias. Experta en turismo, fotógrafa y residente en otro tiempo. Además de autora del catálogo de artista -lo parece más que un libro- con portada hormigonada “Miradas cruzadas. La Casa Carvajal” ilustrado con sus fotografías. Que abre con artículos de arquitectos y cierra con una maravillosa colección de textos propios a propósito de la conjunción de materiales y materia -la naturaleza, los brotes…- y del espacio interior. También del suyo.

  • ¿Qué paso antes del libro publicado el pasado mes de marzo por Ediciones Asimétricas?

De México me fui a vivir a Argentina. Regresé a España tras una estancia de cuatro años en Cafayate, un pueblo remoto cerca de la frontera con Bolivia en el que de vez en cuando me quedaba incomunicada y donde al caer la noche, bien abrigada, podía tocar las estrellas. Era el mejor lugar para que aparecieran los extraterrestres. Con la luz del día hacía fotos institucionales o de las bodegas típicas, de paisaje y a los turistas ataviados de gauchos en un chiringuito. Volví a España ligera de equipaje y con tres hijos que habían crecido jugando con barro; entre viñedos. Tras un tiempo de reencuentro conmigo misma y los demás hice un master en Coaching y Resiliencia en Integrando Excelencia y otro de Fotografía Contemporánea y Proyectos en EFTI.

Poco antes de matricularse en el centro internacional de fotografía y cine había conocido a Ana Espinosa García-Valdecasas. La sobrina de Javier Carvajal estaba preparando su tesis doctoral sobre la obra que el tío había diseñado el pasado siglo; un estudio detallado en torno al hogar de los Rodríguez de Acuña Martínez. Que antes fue residencia del arquitecto y su familia y propiedad de la embajada de Chile. La madre de Cristina se había enamorado de la vivienda -y de la aledaña- cuando acompañaba a su esposo al campus de Somosaguas donde trabajaba como profesor de política económica. Covadonga es una apasionada del arte y tiene una sensibilidad especial. Sentía atracción por esas fortalezas rodeadas de campo. Tuvieron que pasar dos décadas para que el anhelo se hiciera realidad. Y para tratar esa naturaleza que, con el paso del tiempo, se había vuelto indómita.

Cristina Rodríguez de Acuña se dio cuenta, conversando con Ana Espinosa, que quienes acudían a su casa veían entre sus paredes algo que a ella se le escapaba. Juntas analizaron la ejecución de la idea como varias en un todo, el molde y lo complicado de separar volúmenes. A pesar de las fotografías que había hecho seguía sin tenerlo claro. Hasta que empezó a sentir la tierra; a brotar. A notar que giraba 45 grados y a deducir que la cubierta tan baja conduce irremediablemente a una mirada reflexiva. “Cuando Ana falleció sin acabar su tesis pensé en el libro como una prolongación natural de su trabajo”.

Llegar, cruzar, estar

Tras cuatro años de búsqueda, entrevistas con arquitectos, visitas a la universidad de Navarra y decenas de fotografías, Cristina diseña la maqueta de su visión fenomenológica y la presenta en Ediciones Asimétricas. A sus responsables les gusta Miradas cruzadas. La Casa Carvajal y en marzo pasado lanzan una tirada inicial de quinientos ejemplares. La mitad se han vendido. En plena pandemia y sin posibilidades de presentarlo en sociedad.

Pero ha llegado el momento. Esta tarde se inaugura en un espacio único, Vitra Showroom Madrid, una exposición con algunas de las fotografías que aparecen en el libro que también estará a la venta. La muestra permanecerá abierta al público lo que queda de mes e incluye cuatro visitas guiadas con aforo limitado de diez personas.

Aunque le encantaría, Cristina no podrá acudir a su primera individual caminando o en bicicleta porque está un poco lejos de Pozuelo de Alarcón. Quizás a la siguiente. Porque sus miradas cruzadas a La Casa Carvajal de Somosaguas deberían llegar, cruzar y estar en cualquier espacio municipal.

(*) La Casa Carvajal es el escenario de “La Madriguera” de Carlos Saura. La película protagonizada por Geraldine Chaplin y Per Oscarsson se estrenó en 1969.

Asunción Mateos Villar