De las manos de Félix Granizo, curtidas por el oficio de tapicero, han salido cientos de sillones en miniatura. Algunos estuvieron expuestos unas fiestas patronales en el centro cultural del corazón de su pueblo. Ahora se ha aficionado a las maquetas y ha cambiado los retales por ladrillos y tejas. De momento ha levantado media docena de villas. Dice sonriendo que algo de experiencia tiene porque estuvo un tiempo con los albañiles. Hace mucho pero recuerda los detalles de una de sus primeras experiencias laborales. Porque tiene una memoria privilegiada. Hoy cumple 88 primaveras ¡Felicidades!

Félix Granizo nació en el pueblo de Pozuelo de Alarcón el 31 de marzo de 1929. En una casa aledaña al callejón de las Siete Chimeneas, en el seno de una familia muy humilde. Con el terrateniente del callejero sólo comparte apellido. Sus padres trabajaron de sol a sol para criar a cinco hijos. La madre, además de las tareas del hogar y del cuidado de Alfonso, Juan, Concha, Félix y Sofía, hacía arreglos de costura y el padre trabajaba fuera de casa en todo lo que salía. Hasta que el Ayuntamiento le contrató para recoger la basura cuando se cargaba en carros.

La guerra le pilló siendo niño. Como tantos otros habitantes de Pozuelo fue evacuado con los suyos hasta Casas Ibáñez en Albacete. Cuando volvieron su vivienda era una de las pocas que se había mantenido en pie pero estaba destrozada y desvalijada. A Félix le hubiera gustado que, al menos, hubieran encontrado la máquina de coser de su madre. Creo que por eso tiene tanto cariño a una Singer que conserva desde hace décadas. Igual, al mirarla, regresa a la infancia.

En plena adolescencia recogía leña por los montes -de Pozuelo y Boadilla– para poder venderla. Toda ayuda era poca cuando había tanta boca que alimentar en casa y tan pocos alimentos. Para combatir el hambre, aquí y en el resto de España, comenzó a extenderse el uso de harina de almorta. El consumo frecuente de su principal ingrediente provocaba latirismo, una intoxicación que se manifiesta principalmente por parálisis crónica de las piernas. Félix padece la enfermedad desde los diecisiete años pero, tras pasar una temporada en una residencia madrileña, aprendió a vivir y a trabajar con ella. Durante cuatro décadas lo hizo en Tapizados Blasco.

Cuando le pregunto por su salud me contesta bueno… cada vez me fallan más las piernas y he perdido sensibilidad en las manos. Ni lo uno ni lo otro le impiden pasear a diario ni trasnochar para jugar a las construcciones. Algo que tiene mucho mérito porque vive en un segundo piso sin ascensor, se desplaza con muletas y las piezas que manipula son diminutas.

De lejos y de cerca se le ve estupendo. Como a su hermana Sofía que es tan encantadora como el cumpleañero. Mientras me ayuda a componer el bodegón con la obra reciente de Félix vuelve al pasado y se ve de soltera, cosiendo guantes para damas y caballeros. Eran otros tiempos. En los actuales, disfruta cocinando y reuniendo a hijos, nietos y sobrinos en torno a una mesa. Con parchís incorporado.

Asunción Mateos Villar

En sus años mozos con su sobrino Paco

Cajón de Los Plumas. Plaza de toros. Años 60

Con Sofía… y algunas de sus obras