A finales del siglo XIX Juan Antonio López se levantaba a las cinco de la madrugada para ir andando a Madrid en busca de los periódicos que luego repartía en Pozuelo. Su hijo, Federico López, recogió el testigo que ha pasado de generación en generación hasta nuestros días. Con su historia y algunos detalles de la vida de su hija, Brígida López Ucedo, finaliza el recuerdo a los miembros de la familia con presencia en el callejero de Pozuelo. Como Antoñito y Benito.

Federico López nació en 1880 y desde muy pequeño aprendió el oficio de su padre. Comenzó voceando los papeles cuando la mayoría de los habitantes de Pozuelo eran pastores y agricultores. Pero la llegada del ferrocarril, coincidiendo con el cambio de siglo, atrajo a veraneantes procedentes de la capital y surgieron las primeras colonias de hotelitos. Quienes venían aquí a descansar y olvidar el trasiego de la ciudad no renunciaban a estar informados y aquello contribuyó en gran medida a la consolidación de la venta de periódicos.

En aquel tiempo hombres y animales cruzaban por un puente el arroyo del tesoro que separaba su propiedad en la Estación. Desde el cerro -como popularmente se conocía la finca- el papelero contemplaba la transformación del paisaje de Pozuelo y se adaptaba a los nuevos tiempos. Primero con la distribución en exclusiva de la lotería del Rey Alfonso XIII y después trabajando en lo que salía para sacar adelante a los cinco hijos que tuvo con su esposa Brígida Ucedo. La mujer procedía de un pueblo de Zaragoza que también se ha quedado en el callejero: Brea de Aragón.

El cabeza de familia lo mismo vendía arena que extraía de los arroyos de día que tabaco por la noche en Casa Camorra, un club situado al final de la Cuesta de las Perdices. Aunque el establecimiento comenzó su actividad como Parador de Ruta en los albores del siglo XX poco después se convirtió en lugar de diversión de una selecta clientela masculina. Sus nietos aseguran que el abuelo les contaba que había mucho libertino y alguno que encendía los habanos con billetes de mil pesetas.

El retratista y la cerámica

La primogénita de Federico López vino al mundo en el año 1907. Para seguir la tradición a la niña le pusieron el nombre de su madre y quizás por ser el primer retoño del papelero tiene calle en Pozuelo. Y eso que los nuevos trazados que surgieron al parcelar la propiedad podrían haber llevado el nombre de los personajes de la obra cumbre de Cervantes.

Pero el vendedor de periódicos lo tenía claro y varios miembros de su familia -como sus nietos Antonio López y Benito Quemada– conviven junto a él y a su hija en las señalizaciones verticales de la Colonia Buenos Aires.

La hija mayor de Federico apenas salió de Pozuelo. Pero hizo un viaje a Galicia en la segunda década del siglo XX. Es seguro que un fotógrafo, de apellido Suárez, le hizo dos retratos con traje regional en su estudio de La Coruña. Pegados a un cartoncillo troquelado volvieron a Pozuelo convertidos en postales.

Brígida López Ucedo se casó con Pedro Alonso que estaba empleado en Enaga, una conocida fábrica de ladrillos y cerámica del barrio. Juntos disfrutaron de los sobrinos y cuidaron del huerto familiar que abastecía la cocina.

Asunción Mateos Villar