Hasta el 22 de abril puede verse Paloma Navares. Del jardín de la memoria en el madrileño Museo Thyssen. Una exposición que sale de su propio espacio y se extiende por distintas  plantas del museo, para confrontar el trabajo de Navares con obras de la colección: Lucas Cranach el Viejo, Caravaggio, Rubens, Corot o Degas. Partiendo de Eva, icono de la mujer por excelencia, la artista hace su trabajo de deconstrucción y reivindicación. Cuarenta años viviendo y creando en Pozuelo de Alarcón.

“Pintar un pájaro. Todo es un pájaro. Me gustaría pintarlo, pero no al pájaro, sino el vuelo que ha dejado, esa emoción que al mirarle he sentido”, responde Paloma Navares al final del programa que le dedica Metrópolis. Es lo que dijo a su padre, de niña, cuando le preguntó que qué quería pintar. Abandonó pronto pinceles  y se convirtió en una artista multidisciplinar. Enseguida pintó cuerpos, en danza; utilizó el vídeo y las nuevas tecnologías; en lugar de iluminar sus piezas hizo que ellas emitiesen luz. Materiales industriales, ensamblaje, apropiación. Lo híbrido, lo ambiguo,  son algunas claves de su  proceso creativo. Es curioso -por ejemplo-, como en muchas obras, los cables llegan a ser un elemento más, en madejas.

En los ochenta comienza a trabajar y a tener repercusión en ferias internacionales y bienales. En los noventa se consolida con importantes exposiciones en Alemania y Austria, y en la Fundación Arte y Tecnología de Telefónica, en Madrid. Tras mas de cien exposiciones y 40 años de trabajo continuado, hace pocos meses, con motivo de su muestra en el Kubo-Kutxa de San Sebastián, Paloma Navares anunciaba que dejaba la creación. Una despedida a medias, porque su obra seguirá conquistando nuevos espacios.

La primera vez que vi a Paloma Navares fue en uno de los primeros ARCO, me sorprendieron sus calcetines, cada uno de distintos colores. No era nada normal algo tan sencillo, y ahora tampoco. Ella fue la primera etapa de El Foro cívico-cultural, la fundacional, la de mayor efervescencia. Ha sido su única presidenta. En aquel momento mágico en que se recuperaba la democracia y parecía que todo iba a ser posible. Aunque yo llegué tarde y ella ya no estaba. Cuando entré, El Foro comenzaba a ser otra cosa: talleres y exposiciones.

La entrevisté para el número 59 de La Voz de Pozuelo, noviembre de 1990. Me sedujo con su inteligencia y sus bestiales ojos, con esa ironía que vertebra esa maravillosa vitrina que podemos ver en el Thyssen, ese juego entre las proporciones, el sentido del humor, la belleza. A modo de reflexión lúdica sobre el propio trabajo de la artista.

Jesús Gironés

En el umbral del sueño (detalle) 1992-1993. Instalación 280 x 500 x 100 cms. 7 tubos de metacrilato, fotografía, luz fluorescente e incandescente, plásticos y cables

Hibiscus blancos. Canción de primavera, 2017. Fotografía 240 x 150 cms

Eva de Gossaert. 1992. Instalación fotográfica

PALOMA NAVARES. DEL JARDÍN DE LA MEMORIA

Museo Nacional Thyssen-Bornemisza, del 15 de febrero al 22 de abril de 2018.
Balcón-mirador (1ª planta) y salas 8, 9, 10 y 33 de la Colección permanente
Horario: lunes, de 12 a 16 horas; de martes a domingos, de 10 a 19 horas
Acceso gratuito desde el hall