Radio Forma 100 FM Radio Oeste fue creada en 1983 por Paloma Figuerola Ferreti y estuvo emitiendo hasta 1995. Mi madre escuchaba sevillanas y prácticamente todos los comercios la sintonizaban como hilo musical. En su sede de la calle Iglesia dieron sus primeros pasos decenas de profesionales hoy consagrados como Lourdes Repiso, subdirectora del programa de Telemadrid Madrid Directo, que posa sonriente para La Voz de Pozuelo en la foto que abre esta vuelta al pasado. O como Javier Castellano y Luis Izquierdo. Ellos, que vivieron muchos días -y noches- de radio, conocieron el hechizo. Nadie mejor que ellos, vecinos y amigos, para regresar a un tiempo de música, noticias y dedicatorias. De frecuencias moduladas.

LA MAGIA EXISTE
Javier Castellano

La radio es magia, y para hacer magia sólo tienes que creer en ella. Hice mi primer programa en Radio Oeste en 1989, estaba en segundo curso de Periodismo. Sin saberlo, me acababa de convertir en mago. Comencé con un programa de 2:00 a 6:00 AM de lunes a jueves y a las 8:00 AM entraba en clase en la Facultad. A pesar de las horas, descubrí que miles de personas estaban despiertas conmigo y llamaban por teléfono para dedicar esas canciones a otras personas. Había noches en las que recibía cerca de 400 llamadas. Brutal.

La emisora ‘local’ de Pozuelo ponía la banda sonora a las noches (y los días) de toda la Comunidad de Madrid. Dos tocadiscos, una mesa de mezclas, un micrófono, unos cascos, el teléfono, un flexo encendido y un largo pasillo que guardaba con celo miles y miles de discos de vinilo (allí vivimos la llegada del CD). Radio Oeste fue lo que fue gracias a personas como Pedro San Martín, con su programa de música sudamericana y una sabiduría musical extraordinaria; Pilar Cisneros, que sigue haciendo radio; Sandra Centi, Lourdes Repiso, Irune Gómez, Alejandro Lucía, Elisabetta Bressanello, Luis Izquierdo, María y Guadalupe Mota, Ignacio Jarillo (también en la radio), Gladys Palmera con su programa de salsa, Carlos Pérez y su música española, Victoria Barderas y su espacio sobre el mundo del caballo junto a Pilar; Luis Ignacio, capaz de imitar la voz de cualquier «víctima», Cova, Cuca… Y los jefes, Paloma y Eduardo. Todos tenían mucho que enseñar a sus compañeros y mucho que dar a los oyentes. Todos hacíamos de todo, incluso pintar la antena de rojo y blanco. Era algo muy nuestro y, a la vez, de todo el mundo.

Radio Oeste marcó la vida de todos los que trabajamos allí, y también se ha quedado grabada en la memoria de miles de personas que todavía hoy recuerdan con cariño esas voces y esas canciones, pero sobre todo esas dedicatorias. Dejé esta emisora hace 24 años. No hace mucho, me subí a un taxi en el aeropuerto para venir a Pozuelo y comencé una charla con el conductor. Antes de incorporarnos a la M-40 me preguntó ¿Usted no trabajaría hace muchos años en Radio Oeste? Cuando vio mi cara de asombro comenzó a explicarme que él le dedicaba canciones a su novia, ahora su mujer, con la que tiene tres hijos. Me dijo que ambos recuerdan a veces las cosas que se decían el uno al otro y las canciones que yo les ponía. Bajé del taxi con los pelos de punta. Si esto no es magia, es que la magia no existe.

Poniendo música por la noche anuncié el lanzamiento del primer misil en Bagdad. Contamos la guerra de la ex Yugoslavia en directo. Un pequeño grupo de la radio decidimos, junto con varios comerciantes de Pozuelo y otros “valientes”, iniciar una campaña de recogida de ayuda humanitaria con el compromiso de entregarla nosotros mismos en mano a los refugiados bosnios que vivían en barracones cerca de Zagreb. La respuesta de la gente fue espectacular, salimos con dos camiones llenos de solidaridad y cumplimos la misión contando, cada día en directo, lo que nos estaba pasando.

Esta radio no era sólo música e información, éramos “uno más de casa”. Nos oían miles y miles de personas y lo hacían a diario. Tal vez, el éxito de esta emisora fue que no había “profesionales”, que hacíamos las cosas con el corazón, con pasión y sin importarnos las horas que pasábamos dentro de ese piso de la calle Iglesia, entre los policías municipales -que también pasaban los días con sus noches en la antigua comisaría local de Pozuelo- y el antiguo Ayuntamiento de la Plaza del Padre Vallet. No nos perdíamos una. Lo contábamos todo… Y nos encantaba. Algunos éramos más inocentes que otros, pero esa inocencia nos permitió entregarnos de lleno a la magnífica tarea de alegrarle las jornadas a decenas de miles de personas. Algo tendría que ver el hecho de que sus emisiones comenzarán en 28 de diciembre. Desde que se “apagó”, un grupo de personas de la radio se reúne a comer el día de los Santos Inocentes. Sigue siendo una fecha para celebrar, aunque ya no estemos todos.

Pedro San Martín entre vinilos

UNA ESCUELA DE VIDA, por Luis Izquierdo 

Recuerdo como si fuera ayer el primer día que entré en Radio Oeste. Tenía sus modestos estudios en el corazón de lo que era el viejo Pozuelo. Y me pareció un sueño que me admitiesen para colaborar en sus informativos en los que se ofrecían las pocas noticias que generaba una comarca como la zona Oeste de Madrid, una amplia y creciente área residencial sin apenas personalidad local.

Estaba terminando el primer año de mis estudios de Periodismo en la Complutense y sentí por primera vez el poder multiplicador que cualquier mensaje transmitido a través de los medios ejerce sobre la población. Incluso con los limitados medios y difusión de Radio Oeste, las verdaderas noticias tenían un recorrido informativo más allá de una emisora que era fundamentalmente musical.

En Radio Oeste aprendí sobre periodismo, pero también sobre la formación de personas, la creación de equipos de trabajo, la ilusión de comenzar algo muy nuevo, la política local y otras muchas cosas. Cobrábamos poco, los que cobrábamos. Poníamos muchas ganas; algunos menos. Hacíamos horas, tampoco demasiadas. Y manteníamos la ilusión de que aquello era sólo un primer paso desde el que saltar a expectativas profesionales más ambiciosas una vez hubiéramos concluido nuestros estudios universitarios. Pero mientras tanto hacíamos una radio muy amena, esencialmente de compañía en casa o en el trabajo y la salpicábamos de información local con el interés que la propia actualidad le otorgaba.

Todos los que por allí pasamos aprendimos de los que allí estaban cuando llegamos y enseñamos a los que vinieron después de nosotros. Aprendimos y enseñamos cómo se hacía la radio con poco más que dos palillos y un tambor. Allí dejamos un poco de cada uno pero nos llevamos muchísimo más porque crecimos juntos, la Radio con nosotros y nosotros con la Radio.