Se cumplen 100 años del nacimiento de Ute Kadner, nacida Ute Schilling. Una artista que mantuvo su independencia y libertad por encima de todo. La mitologia y el optimismo fueron fuentes constantes de su inspiración y su vida.

Conocí a Ute Kadner haciéndole una entrevista para La Voz de Pozuelo, a propuesta de Jesús Mora. -¿No la conoces?, me dijo sorprendido. Era 1985 y hacía poco que había sufrido una tragedia familiar y ella apareció luminosa. Quedé seducido por aquella mujer, distinta a todas las que había conocido. Enseguida se definió como una “optimista histórica”.

Su familia la había mandado a nuestro país en 1942, para que se recuperase de la muerte de su novio, aviador, muerto en la II guerra mundial.

Pertenecía a una familia de médicos y arquitectos. Su bisabuelo era el escultor Johannes Schilling. Estudió bellas artes en Dresde y Munich.

Poco a poco fue amando una España que al principio le había parecido tan exótica.

Nacida en Dresde -la Florencia del norte-, que acabaría destruida en la guerra y con la ciudad, su casa familiar.

Aquí se casa con el librero alemán Rudolf Kadner, con el que tiene dos hijos: Florian y Bettina. Bettina será la primera piloto, con 22 años, de un avión de pasajeros en España y Europa, y también la primera comandante. De su hija tendrá dos nietos: Víctor y Vera.

En los tiempos de su matrimonio trata a Ortega y Gasset, al que recordaba muy coqueto y su buen alemán, y a Pío Baroja, al que mientras le dibuja le cuenta sus paseos con Unamuno y sus “a que te leo”.

Una vida independiente

Cuando su matrimonio le parece inviable, inicia una vida independiente. Uno de sus trabajos consistirá en ser representante en España de las máquinas que se utilizaban para pintar las marcas y señales de las pistas y rodaduras de los aeropuertos. Contaba que en los contratos que firmaba, su abogado tenía que incluir una nota en la que daba fe de que era alemana, y que en Alemania las mujeres podían obrar por su cuenta. Eran los años cincuenta.

En estos tiempos de cambio escribe a Simone de Beauvoir, de la que recibe respuesta.

Pinta, hace escultura, grabado, diseña muebles, se dedica a la decoración de interiores en espacios públicos y privados, decoración de eventos,  diseño de carteles, ilustración de libros. Cuando la conozco fundamentalmente se dedica al retrato y a los cuadros de tema mitológico. Vinculada a la galería Brita Prinz, participa en sus talleres y expone.

Amiga de la legendaria Carmina Abril, su casa era un sitio abierto a las reuniones, que como Ana Marzoa señalaba tenían el eco y el espíritu de los salones del XVIII. Reunía a artistas, escritores, poetas, filósofos, filólogos, científicos, músicos… y siempre amigos. Cómo recuerda la actriz: “Alta, de porte noble, con una mirada celeste y límpida, aquella extraordinaria mujer aunaba a sus muchas y notables cualidades la casi extravagante -por insólita- virtud de carecer absolutamente de ego. Nunca hablaba de sí misma. Ella, que podría haberse jactado de tantos méritos, no se consideraba objeto de interés, y éste lo centraba en los demás, ingeniándoselas siempre para ver lo mejor de todos y cada uno de ellos”. (Ana Marzoa. “La culpa fue de Chopin. Memorias”).

De constelaciones y mitología.

En 1988 el Planetario de Madrid publica su libro “Quién es quién en el firmamento”, que recoge su pasión por la mitología y las constelaciones, ilustrado con cerca de trescientos dibujos inspirados en obras clásicas, y mapas celestes. Hoy el libro está totalmente agotado.

Asunción Sánchez Justel recuerda en el prólogo que cuando Ute era pequeña, su abuelo le contaba, sentado en un gran sillón de mimbre junto a la bañera, la Ilíada y la Odisea. O que en el árbol de navidad de su casa colgaban círculos azules, y en los pequeños puntos dorados que formaban las constelaciones, ella se afanaba en encontrar el Cisne, la misma constelación que buscaba en las noches de verano.

Me acuerdo de su enfado, cuando se comenzó a iluminar el Camino de Valdenigriales, porque se perdía nitidez para ver las estrellas. -Qué más dará que se besen las parejas de noche, decía.

Amante de la tauromaquia, “El último ritual mágico en que el hombre se enfrenta a un Dios, que es el toro”. Bergaminiana era en esto. Durante años iba a la plaza de toros en las fiestas de septiembre y hacía deliciosos dibujos de faenas y público.

Su casa de Pozuelo, siendo sencilla, conservaba la esencia del barroco de Dresde: un exquisito retrato familiar, algún mueble, su chaise longue… y la vajilla de Meisen. En época de glicinias, que cubrían la terraza, el esplendor, diría que espiritual, era aún mayor.

Se dedicó incansablemente -y consiguió- que el el mal llamado  plan de ampliación de la Casa de Campo no destruyese el pinar del Cerro de los perdigones, enfrente de su casa.

Un poco huérfanos nos dejó con su muerte, un 3 de julio de 2003, en su amada isla de Tabarca. Había nacido en Dresde un 27 de octubre 1920.

Jesús Gironés

Ute Kadner con Orcajo, Alcorlo y Estruga

Ute Kadner con Guillermo Solana y Soledad Barbadillo

Dibujo en la antigua plaza de toros, Fiestas de septiembre

Ute Kadner con Pepe Domínguez y Jesús Gironés

Libro editado por el Planetario de Madrid

El Cerro de los Perdigones. Ute Kadner. Dibujo

Casa de Ute Kadner