Este año, las Navidades en Pozuelo de Alarcón, van a estar muy limitadas en los hogares, como en gran parte de los países, debido al confinamiento, que inevitablemente vamos a tener, debido a esta pandemia que se niega a desaparecer. Todos lo lamentamos, y especialmente por los niños, que son los que más disfrutan en estas fiestas. Aunque no van a faltar actividades navideñas para ellos en nuestro municipio; van a ser más reducidas. Pero todos tendremos que superarlo y los pequeños que, como nos han demostrado, han asumido y asumen con conformidad lo que la realidad les hace vivir.

En estas fechas, y debido a la situación que tenemos, quiero tener un recuerdo para aquellos vecinos de Pozuelo de Alarcón que vivieron en 1936, 1937 y 1938 y que, a consecuencia de la guerra, al ser nuestro municipio frente de batalla en el asedio a la capital, fueron evacuados teniendo que vivir unas Navidades en situación muy crítica careciendo de lo más esencial durante la contienda.

Entre finales de noviembre y principios de diciembre de 1936 la población tuvo que abandonar el pueblo por orden del Gobierno Civil. Algunos se resistieron y se escondieron en cuevas (que la mayoría de las casas tenían) e incluso algunos se metieron en pozos secos, pensando que allí no los localizarían, porque no querían dejar sus casas y sus propiedades. Pero en cuanto los descubrían los militares los obligaban a salir y a abandonar el pueblo.

Tuvieron que hacerlo la mayoría andando, llevando a sus espaldas los enseres que pudieron cargar. Los pocos agricultores que tenían carro lo utilizaron como medio de transporte. Las autoridades municipales solo dispusieron de un camión para evacuar a toda la población.

Muchas agrupaciones familiares llegaron a los pueblos serranos de Torrelodones, Hoyo de Manzanares, Miraflores de la Sierra, Chozas de la Sierra (hoy Soto del Real) y Guadalix de la Sierra. Las autoridades correspondientes los alojaron en grupos de dos o tres familias en los chalets de verano que la burguesía madrileña había abandonado al regresar a sus viviendas habituales en la capital. Otros, se repartieron por distintos puntos de la geografía nacional, en ocasiones, al amparo de algún familiar o simplemente porque llegaron hasta allí y se asentaron en el lugar. Es el caso de Madrid capital, el pueblo de Fuencarral, Alcobendas, Valencia, Olías del Rey (Toledo), Caravaca de la Cruz (Murcia), Casas Ibáñez (Albacete), etc.

Estas personas pasaron las navidades tres años en condiciones muy precarias. Desplazados de su pueblo, de sus casas, con lo más básico para vivir y sin alimentos. En ocasiones, como el caso de los que se fueron a los pueblos de la sierra madrileña, recogiendo hierbas o productos del campo que se criaban por esa zona tratando de cazar algún animal. Posiblemente la cena de Navidad consistiera en mondas de patatas muy “cociditas” porque eso pedían a las lugareñas que cultivaban patatas que no tirasen las mondas porque “muy lavaditas y cocidas, estaban muy buenas”. Con la tristeza de los familiares que habían matado en el pueblo, antes de ser evacuados. Y con los hijos, maridos, hermanos… que estaban en el frente y no sabían nada de ellos.

Conociendo esta etapa de nuestra historia quiero acordarme de estas gentes, vecinos nuestros en la década de los años treinta del siglo pasado, que debieron pasar unas Navidades muy tristes. Muchos de ellos bisabuelos, abuelos, padres, tíos… de familias que hoy siguen viviendo en nuestro municipio.

Renunciaron a lo que les hubiera gustado comer en estas fechas, como la tradicional lombarda o a preparar los bollos típicos de Pozuelo que se hacían en estas fechas y se cocían en la tahona del pueblo. Con pocos alimentos contarían para organizar una mínima cena o comida familiar de Navidad. Y los niños sin ninguna esperanza de ver una cabalgata de Reyes ni que les dejaran algo sus Majestades.

María Esperanza Morón García
Foto: RNE. Programas de Cooperación Cultural. 1988