La casualidad quiso que quedáramos el Día Mundial de la Ópera para hablar de una aventura artística forjada durante la pandemia. Raquel G. Albarrán es soprano de profesión y se considera pozuelera de pies a cabeza a pesar de residir un tiempo en Italia para completar su formación. Sigue soñando de vez en cuando con Florencia pero vive tranquila a unos minutos de su barrio de la Estación y de su colegio, San José de Cluny. Siempre tuvo claro que quería ser cantante y durante años el desaparecido conservatorio de música de la carretera de Húmera fue como su segunda casa. Antes de formar parte de la Orquesta y Coro de RTVE cantó en las celebraciones religiosas de Escolapios y en la coral Kantorei. Con su marido, el barítono Marco Moncloa, ha formado una familia. Tienen dos hijos pequeños que comenzaron a dar sus primeros pasos en camerinos y entre bambalinas. A sus seis años Marco corrige a su madre pasajes de zarzuela y monta obras de teatro y Valentina, con cuatro, tararea “La donna è mobile” mientras dibuja. La tercera pasión de los intérpretes es L´Operamore, una compañía de reciente creación dedicada a la producción de todo tipo de espectáculos. Con ella debutaron en el teatro Amaya. El mismo escenario en el que ahora se celebra el primer Festival de Ópera y Zarzuela nacido de su factoría.
Dicen que de casta le viene al galgo. Es el caso de Marco Moncloa, hijo Dolores Marco, una de las primeras directoras de orquesta de España y hermano de la actriz y cantante Amelia Font. Pero no el de Raquel G. Albarrán. En su familia no hay artistas y la afición a la lírica se reducía a escuchar zarzuela los domingos. Pero a los ocho años ella tenía clara su vocación; quería ser cantante. Tras nueve años de carrera en la Escuela Superior de Canto se especializó en música antigua aunque se ha formado en casi todo y lo sigue haciendo. Así que no hay ópera, zarzuela, ranchera, bolero o tango que se le resista. Hace poco descubrió que su abuela materna hacía teatro de jovencita en su pueblo y por las aldeas cercanas. Piensa que quizás ha heredado de ella su vena artística.
La de su marido le ha llevado a girar por diferentes países. Desde su debut como Rigoletto en Bélgica, con gran éxito de crítica y público, Marco ha cantado en más de treinta y cinco óperas y ha protagonizado decenas de títulos de zarzuela en reconocidos escenarios. Pero la llegada de la pandemia frenó en seco su carrera -como la de tantos- y, en medio de la incertidumbre, volvió a su cabeza un Plan B que le rondaba meses atrás. También a Raquel. Desde que, al poco de nacer su primer hijo, tuvo que someterse a una delicada operación en la que le extirparon un tumor en la médula.
Los dos son unos valientes. Tanto que en dos años han transformado su Plan B en un Plan de Acción y lo han bautizado como L´Operamore. Es una compañía lírica que surge sobre todo de la necesidad de sacar la ópera y la zarzuela de espacios reservados a minorías con el doble objetivo de divulgar el género lírico en todas sus ramas y ofrecer a las jóvenes promesas la oportunidad de adentrarse en el mundo profesional. Para alcanzarlo se han rodeado de un grupo de profesionales dedicados a la música desde hace más de dos décadas. Tan entusiastas como ellos. “Aunque el sueño sería tener un teatro donde programar siempre, conseguir una compañía estable y contratar a cuanta más gente mejor”.
De momento tienen el teatro Amaya que les ha abierto las puertas de par en par y donde han programado su primer festival de ópera y zarzuela. Raquel reconoce que los hermanos Blasco se lo han puesto muy fácil y que están encantados. “Porque no es fácil que un teatro madrileño tan céntrico apueste por la lírica y además en temporada alta. Es algo muy de agradecer”.
Raquel y Marco aseguran que L´Operamore es un proyecto que ha costado levantar pero que tiene mucho futuro. Dice Raquel que ahora que está en marcha lo están disfrutando a pesar de las pocas horas de sueño y las tardes de sillón frente al televisor sin dirigirse la palabra. Por una cuestión de salud. La voz es su instrumento y alguna vez tienen que dejar sus cuerdas vocales en reposo.
Lo que no abandonan ni un solo día son las vitaminas, la práctica de ejercicio y la ingesta de líquidos. Deben pisar el escenario en las mejores condiciones. Desde mañana y hasta el 1 de noviembre lo comparten en Rigoletto pero volverán a coincidir en alguno de los títulos de zarzuela programados hasta fin de mes.
Yo que tú pinchaba en la página web del Amaya y compraba billete para vivir una experiencia lírica repleta de matices. Porque el formato del teatro hace posible distinguir las emociones en los rostros. En los de nuestros vecinos y en los de los mejores intérpretes del género. “Los veteranos que nos conocen se han implicado desde el principio y los jóvenes que no tanto están entusiasmados porque trabajan con sus maestros y referentes”.
Amén.
Asunción Mateos Villar