Como su antecesora en el puente Carmen Martínez fue alumna del colegio San José de Cluny. Con la joven ingeniera de larga melena y sonrisa permanente he compartido barrio y otras aulas. Las dos nos sacamos el carné de conducir en la autoescuela Jaenes y a las dos nos ponía el pañuelo de papel en el espejo interior José Antonio. En la entrevista se me pasó preguntarle si le ocurre lo mismo que a mí. Que cuando camina por Pozuelo y se cruza con un coche de Gala mira por si el profesor barbudo viaja en el asiento del copiloto. Aunque para maestras inolvidables Encarnita y María Victoria. Gracias a la intuición de la primera sacó un 10 en la asignatura de dibujo técnico de la PAU y la dedicación de la segunda fue determinante en su aprendizaje de las duras matemáticas en la universidad del País Vasco. Aunque la vocación le venía de más atrás. Concretamente de cuando montaba muebles de IKEA sin mirar las instrucciones. Ya sólo por eso me rindo a sus pies.
La responsable de proyectos eléctricos en Nordex tiene veintisiete años. Desde septiembre de 2022 vive y trabaja en Hamburgo. Acababa de cumplir los veinte cuando Acciona Windpower se fusionaba con la empresa alemana Nordex para convertirse en uno de los principales fabricantes de aerogeneradores del mundo
Por aquel entonces Carmen vivía en un pequeño estudio de Bilbao. En la capital vasca cursaba ingeniería industrial y paseaba con la perrita que los de la cuadrilla le regalaron conocedores de su amor por los perros y las rutas de montaña. Con Neska (chica en euskera) llevaba mejor estar lejos de los suyos y de la casa en la que había crecido con la ayuda de Cola Cao. Frente a la de su abuela Isabel. En pleno centro de Pozuelo de Alarcón y a pocos metros de su panadería y de la de su tía abuela. Apenas tiene recuerdos de las tiendas pero guarda en la memoria las historias que la madre de su madre le contaba sobre el pueblo y sus gentes. También las excursiones con las monjas al parque de atracciones, la granja escuela y el Cerro de los Ángeles.
San José de Cluny fue su único colegio. Al centro educativo de la Estación acudía hasta los sábados por la mañana. Con su hermana mayor; a clases de manualidades y teatro. De vez en cuando salían para descubrir mundo. Poco si lo comparamos con sus recientes cambios de residencia. Hasta que cumplió dieciocho Pozuelo de Alarcón fue, como la canción de Antonio Vega, el sitio de su recreo. Ese que recorría con su mejor amiga, Andrea.
¿Cómo surge lo de ser ingeniera?
Desde pequeñita me gustaban las herramientas y se me daba bien arreglar cosas en casa con mi padre. Lo que mejor hacía era montar muebles de IKEA sin mirar las instrucciones. La verdad es que entendía el proceso sin leer nada. Decidí estudiar el bachillerato técnico porque ya tenía en mente la ingeniería industrial. Abarcaba un poco todo y no tenía que centrarme necesariamente en algo. Pero aunque en la PAU saqué buenas notas no me daba para estudiar en la pública y eso era algo que en casa teníamos claro. Mis padres tenían alguna referencia de la Universidad del País Vasco; en concreto de la de Bilbao. En zona industrial. Les comentaron que los estudios iban a ser duros pero que iba a salir bien preparada. Así que les convencí para abandonar el hogar.
Y comienza la aventura norteña…
Exacto. Mis padres me ayudaron a buscar piso. Nada más llegar estuve viviendo en un estudio pequeño porque la idea inicial era cursar un año en la Escuela de Ingeniería de Bilbao y luego seguir la carrera en Madrid. Pero me enamoré de la ciudad y me quedé ocho años en el casco viejo; cinco cursos académicos, dos de máster con pandemia de por medio y algo más. Estudiaba mucho en la biblioteca del campus de San Mamés pero también paseaba con Neska y salía con los amigos de la cuadrilla por Licenciado Poza. Todos de Bilbao salvo una amiga de San Sebastián. Ellos me descubrieron el kalimotxo, el pintxo-pote, fiestas populares en pueblecitos cercanos y paisajes de película en el País Vasco y Cantabria. La verdad es que fue toda una aventura.
Que se le quedaba pequeña. Por su cabecita planeaba la posibilidad de salir de España y Alemania entraba en sus planes. Así que se fue de Erasmus a Colonia sin saber una palabra de alemán y, como le supo a poco, decidió repetir en Hannover.
Háblame de tu primera experiencia Erasmus en el país germano
La primera fue para hacer parte del máster necesario para licenciarme como ingeniera. Aunque no tenía ni idea de alemán estuve seis meses cursando las últimas cuatro asignaturas del grado en la universidad de Ciencias Aplicadas de Colonia. La mayoría de las clases eran en inglés pero alguna que otra se impartía en alemán. Me apañé como pude y en mis ratos libres hice un curso de alemán básico que, al menos, me permitía salir airosa del supermercado sabiendo lo que compraba y diferenciando el agua con gas. Vivía de alquiler en un piso compartido con cinco alemanes pero salía con estudiantes de diferentes nacionalidades y autóctonos que hablaban español y que estaban enamorados de nuestro país. La verdad es que Colonia no parece Alemania. Es una ciudad universitaria y hay muchos bares y restaurantes para los jóvenes. Además son baratos. No te encuentras a nadie vestido de bávaro y las cervezas son pequeñas. Aunque si no pones el posavasos encima te van rellenando la cañita. En el cartón anotan las consumiciones y no lo puedes perder bajo ningún concepto (risas). El apartado gastronómico no me convenció. Demasiadas patatas asadas, morcilla y carne con salsas. Lo que sí lo hizo fue el carnaval de Colonia. Es muy famoso y suele nevar. Yo estuve en el último antes de la pandemia. Abrigada por si acaso pero ni un copo. También aproveché el bono de transportes que regalan a los estudiantes de Erasmus para conocer pueblecitos de Renania y, como coincidía con mi estancia, estuve en la Oktoberfest de Múnich. Lo que más me gusto de Colonia fueron los mercadillos navideños y el Glühwein, un vino caliente especiado que ayuda a combatir las bajas temperaturas y que bebe todo el mundo. Y me entusiasmó una escapada a Hamburgo. Aunque entonces no me imaginaba viviendo o trabajando en la ciudad.
Acero, molinos y croquetas
Todavía faltaba la pica en Hannover. Tras acabar la Erasmus en Colonia, Carmen regresa a Bilbao para licenciarse. Por videoconferencia porque al poco de llegar el gobierno decretó en Estado de Alarma. Tenía pendiente realizar el máster habilitante y, aunque podía convertirse en ingeniera en cualquier sitio, decidió regresar con la cuadrilla y a la universidad del País Vasco. En sus aulas hizo el primer curso y en Hannover el segundo. Dice que lo de la Casa de Hannover le despertaba curiosidad y se vino arriba. Sobre todo teniendo en cuenta que serían nueve meses en la cuna del alemán. O quizás por eso no tuvo dudas. Al poco de llegar a la universidad técnica de Brunswick el gobierno alemán le concedió una beca del 50% para aprender el idioma. Durante siete meses asistió a cinco horas de clase por la mañana. Por la tarde acudía al campus para seguir con su formación académica y hasta sacaba tiempo para quedar con sus amigos mexicanos. Dice que acababa agotada. Lógico y normal.
El esfuerzo mereció la pena porque obtuvo el certificado TELC B1 que acreditaba sus competencias en alemán y que fue decisivo en la entrevista de trabajo con los responsables de recursos humanos de NORDEX. “Cuando terminé el curso de alemán y me dieron el título me puse a buscar trabajo durante un par de meses pero no me salió nada. Tuve alguna entrevista en la que exigían ser bilingüe así que hice las maletas rumbo a la ría”.
En Bilbao Carmen se encontró a los amigos de siempre y unas prácticas en el departamento de Mejora Continua de Layde Steel SL (TATA Steel group). De lunes a viernes se levantaba a las cuatro y media de la mañana para coger un tren con destino a Durango. Me cuenta que cuando iba a trabajar a la fábrica de acero otras chicas de su edad venían de fiesta y se dormían. Tenía que avisarles para que no se pasaran de estación. El despertador personalizado les duró poco porque en Alemania alguien se había fijado en el perfil profesional de la madrugadora.
¿Qué te pasa por la cabeza cuando recibes la llamada de Nordex?
Pues imagínate. Yo no estaba a gusto en la fábrica. La empresa se dedica a la transformación de productos siderúrgicos y el ruido es constante. A pesar de los cascos de protección. A las dos semanas de incorporarme los responsables de Recursos Humanos de Nordex contactan conmigo y me proponen hacer una entrevista en alemán. Les comento que mi nivel es medio y que prefería hacerla en inglés. Me dicen que están de acuerdo. El 25 de julio del año pasado me hacen la entrevista y el 1 de septiembre comienzo a trabajar. Era como un sueño. Había enviado el currículum porque mi especialidad es electricidad y quería trabajar en empresas renovables. Nordex se dedica a la construcción de turbinas eólicas. De los cimientos, los cables y todo lo necesario para que los molinos empiecen a girar. Pero no es dueña de los parques eólicos; sólo los construimos y tenemos servicio de mantenimiento.
Carmen Martínez Contreras es ingeniera eléctrica de proyectos de Nordex y la máxima responsable de la parte técnica. También la mujer más joven y la única no alemana de la cadena de mandos intermedios. Cada día, nada más llegar a su despacho en un parque empresarial de Hamburgo, enciende su móvil y el teléfono comienza a sonar sin parar. Desde las ocho de la mañana está en contacto directo con el cliente, atendiendo sus necesidades y buscando soluciones a sus problemas. Las reuniones de equipo son constantes a lo largo de la jornada. “Mi cometido tiene que ver con el inicio de las fases del proyecto; relleno las características técnicas de los equipos, me encargo de pedir los componentes y de gestionar todo lo necesario para la instalación de los molinos; generalmente en alemán”.
Ahora está completamente integrada en Hamburgo porque su barrio -situado en la parte protestante- son cuatro calles que se parecen mucho al centro de Pozuelo. Tiene su propio piso y adora el vecindario formado en su mayoría por jubilados. Todos se conocen y se saludan con entusiasmo. Pero los comienzos no fueron fáciles y tuvo que alquilar habitaciones a chicas que se iban de vacaciones para devolvérselas a su regreso.
En este año y poco ha conocido a mucha gente gracias a una aplicación móvil que le recomendaron sus amigas de Colonia y que funciona bien si eres nuevo en la ciudad. Aunque conlleve litros de infusiones y decenas de porciones dulces. “Las primeras semanas me las pasaba tomando té y tarta al salir del trabajo con chicas que no conocía. Ahora más de una pertenece a mi pandilla”.
Con alguna, en su tiempo libre, se lanza a conocer su entorno. Lugares como Lubeca que no está lejos y tiene un conjunto arquitectónico de estilo gótico maravilloso. Los fines de semana sobre todo descubre el país con el billete de transporte alemán que le paga su empresa por razones obvias. Pero en vacaciones regresa a casa para estar con los suyos. Las de Navidad están a la vuelta de la esquina a juzgar por los productos que inundan los supermercados y las luces que cuelgan de las principales calles de Pozuelo de Alarcón.
Así que imagino a Carmen tarareando la canción del anuncio de El Almendro. Que a mí me emociona tanto como a ella la tortilla española de su madre y las croquetas que preparan en El Rincón de Pozuelo.
Asunción Mateos Villar
Madre e hija en Lekeitio
Con su perrita Neska en Bilbao
Carmen y su abuela materna, Isabel