Como el personaje más conocido de Elvira Lindo es de Carabanchel Alto… ¡Y a mucha honra! Comparte con Manolito uno de sus apellidos; serían familia si la realidad pudiera mezclarse con la ficción. Pero eso no es posible. Aunque los personajes y escenarios de “Fuegos Artificiales”, su primera novela, resultan tan cercanos que consiguen lo imposible. El asesinato del nuevo concejal de Seguridad en una ciudad madrileña durante las Fiestas Patronales es pura licencia literaria. Y de licencias Antonio Martín García sabe un rato. Porque es policía y aquí presta servicio desde hace casi tres décadas.

Sonríe divertido comentando que al principio todo era una bola de fuego y que después vino el big bang y el universo. Solo a mí se me ocurre preguntarle por el principio. Lo hago por costumbre. Me gusta imaginar a los protagonistas de mi patio de vecinos en el pasado. A diferencia de Gila cuando Antonio nació su madre estaba en casa. Fue a mediados de los sesenta. Eso dice pero no se acuerda. A quien sí recuerda es a Fernando Vilches. Su profesor de literatura le abrió las puertas del paraíso. Solía decir que quien no leía El Quijote no iba al cielo y él por si acaso se lo leyó un par de veces. Que sumadas a las dos más recientes le garantizan un vuelo sin escalas.

Antonio cree que aquello fue el detonante de una apasionada relación con la literatura. Más que con los libros de texto. Reconoce que no era buen estudiante y que le quedaba para septiembre hasta pretecnología. La venta de muebles de cocina se le daba mejor. Su padre tenía una fábrica en Fuenlabrada y dos tiendas. Comenzó en la empresa familiar pero pronto consiguió un contrato en El Corte Inglés. En el centro de Preciados, rodeado de armarios y encimeras, conoció a su esposa, María.

Su asesora en todo es la culpable de que sea policía y su abuela Carmen de que sea motero. A los dieciséis años le regaló una Derbi Europa y su madre lo consintió. La otra mujer de su vida, su hija Sofía, tiene mucho que ver con el tatuaje de una moto que luce en su brazo izquierdo.

  • ¿Entonces no querías ser policía de mayor?

Pues nunca tuve claro lo que quería ser de mayor y como lo de estudiar no era la mío la vida me llevó por otro camino. Hasta que llegue a un cruce. Me vine a vivir a Pozuelo de Alarcón con mi mujer y un día se presentó en casa con información sobre unas oposiciones a la policía municipal. Seguro que le dije algo parecido a ¿Y esto?¿Para mí que soy de barrio y he corrido delante de los coches patrulla? Pero me dijo tú míralo. Lo hice. Me las preparé y las aprobé. En noviembre cumpliré veintisiete años en el cuerpo.

De repente había encontrado su vocación y, como decía su padre, comenzó a estudiar todo lo que no había estudiado de niño. Primero fue el acceso a la universidad para mayores de 25 años, luego el primer curso de psicología y la diplomatura de criminología. Eso en lo que a educación reglada se refiere porque también ha hecho cursos relacionados con su profesión como el de director de seguridad privada. Motivado por la posibilidad de que el Atlético de Madrid le contratara como jefe de seguridad. Su corazón es rojiblanco y nada le haría más ilusión que viajar por el mundo siguiendo a su equipo.

Mientras llega ese momento se recicla en la labor policial con cuatro o cinco formaciones al año sobre áreas tan diferentes como extranjería, violencia de género o el ámbito judicial. Y se entretiene escribiendo novela negra.

Margarán

Lorenzo Silva es su autor favorito además de fuente de inspiración. Con el padre literario  de los guardias civiles Rubén Bevilacqua y Virginia Chamorro comparte quinta, barrio y fascinación por el género policiaco. Arturo Pérez-Reverte es otro referente. Dice Antonio que al maestro y ganador del Grand Prix de literatura policiaca por “El club Dumas” se lo consiente todo. Incluso su día de cólera. Además es un voraz lector de los nórdicos, suecos y franceses expertos en materia criminal.

Era solo cuestión de tiempo. Había que pasar a la acción. Como Alonso Quijano. Pero en un pueblo de Segovia. Nacía Margarán. Aunque, por exigencias del guion, tuviera que firmar como Antonio Martín García “Ese mismo día”, un relato histórico-policial que presentó a la cuarta edición del Certamen e-DitARX y que, aunque no resultó ganador, fue seleccionado para formar parte de la antología “El caso del reloj desaparecido”.

  • Desde entonces no has parado de hacer anotaciones para componer novelas. Como “Fuegos Artificiales”, una ópera prima con toques autóctonos…

Después de ver publicado el relato tenía que atreverme con algo más largo. En el silencio de mi casa del pueblo me senté con la intención de desarrollar una idea y me salió una novela. La dejé y me puse a escribir otra que surgió en las fiestas patronales de la Estación durante los fuegos artificiales. Pensé que con tanto ruido era posible asesinar a un concejal de un tiro y que nadie se enterase. Me pareció un buen punto de partida para escribir un libro. Lo hice y una vez terminado lo presenté a otro concurso con la intención de editarlo. Lo conseguí y a principios de año el sueño se hizo realidad. Pero llegó el coronavirus y tuvimos que cancelar su presentación en sociedad. Teníamos previsto hacerla en un espacio cultural único pero ya no podremos porque ha cerrado sus puertas.

Mientras los responsables de cafebrería se despedían de los amigos en redes, “Residuos S.A.” se quedaba en las máquinas de la imprenta. Saldrá después del verano con el sello de Multiverso y se parece poco a la primera incursión literaria de Antonio. Hay más de un crimen y toques de humor negro. “Cien”, “Sacrificio” y “La última canción” son tres más que querría ver publicadas. “Tengo la intención de presentarlas a más concursos mientras remato la siguiente; estoy dándole vueltas al título porque no me convence”.

Llegados a este punto no me queda más remedido que preguntarle de dónde saca el tiempo para escribir. Dice que lo roba a las noches. Cuando le visitan las musas las recibe con los brazos abiertos y una copa en la mesa matancera de su jardín. Pero cuando se van cierra el cuaderno y la tapa de su ordenador portátil. A veces durante semanas. Al regresar retoma el relato con tanto ímpetu que si el teclado pudiera hablar se quejaría.

Hotel de 12 millones de estrellas

Para veladas nocturnas noches las del desierto del Sáhara. Antonio las tiene grabadas en su retina porque ha viajado en varias ocasiones a los campos de refugiados. Desde hace dos décadas colabora con la asociación Bir Lehlu de ayuda al pueblo saharaui.

Hizo sus primeros pinitos preparando pinchos morunos para el Día del Niño y ampliando la familia, con Aglahom, Anguía y Amma, que disfrutaron en su casa de unas vacaciones en paz. Después se especializó en la organización de eventos de carácter solidario. De la experiencia se queda con las buenas gentes que ha conocido y con los interesantes proyectos que salieron adelante como la biblioteca Bir Lehlu o la ampliación de la Escuela de Ciegos de Dajla. Ahora cierra una etapa que recordará cada vez que mire a su perrita Sáhara.

Después de nuestro viaje imaginario al planetario natural regresamos a la ciudad que durante décadas ha patrullado con luz artificial. Actualmente se dedica a la investigación de accidentes de tráfico. Antes de que pudiera preguntar me había leído el pensamiento. Una hora larga de charla y ni una sola mención a sus años de servicio…

Como no le gusta hablar de su trabajo para romper el hielo le suelto que con el cambio de siglo los suyos han pasado de ser los pitufos a un cuerpo de élite. Suelta una carcajada y me corrige con mucho cariño. “No. Lo que pasa es que nos hemos equiparado a otros cuerpos en cuestión de profesionalidad. Estamos mucho más preparados”.

Brindamos por ello. Nos despedimos tras intercambiar impresiones sobre muertes violentas y temas habituales en la sección de sucesos. Y en sus novelas.

Pero a micrófono cerrado. Y el off the record es sagrado.

Asunción Mateos Villar

 

¿Quién ha asesinado al nuevo concejal de Seguridad en la noche más ruidosa de las Fiestas Patronales?

La ópera prima de Maragán está disponible en la papelería Don Papel (Sagunto, 20. Pozuelo Pueblo) y en la web de la editorial Tandaia.

Un disparo amortiguado por el ruido de los fuegos artificiales