Ha pasado más de un mes y las noticias sobre la erupción del volcán del parque natural de Cumbre Vieja, en La Palma, siguen abriendo informativos. Sobre las tres de la tarde del pasado 19 de septiembre la tierra se rompía en la zona de Cabeza de Vaca, al sur de la isla; a pocos kilómetros de los municipios de El Paso, Los Llanos de Aridane y Tazacorte. Dos lenguas de lava descendían lentamente hacia el mar. Regresaba la actividad volcánica medio siglo después de Teneguía. Uno de los nuestros, Miguel Carnero, técnico de mantenimiento de sistemas en Mediaset España, ha sido testigo de excepción de un acontecimiento histórico. Y nos cuenta su experiencia en primera persona.
Texto, fotos y vídeos: Miguel Carnero
En colaboración con Asunción Mateos
La explosión y la onda expansiva
Con cincuenta y un años no pensé nunca que vería la erupción de un volcán y mucho menos en España. Yo estaba en un curso de mi departamento en Telecinco al día siguiente de que la tierra se resquebrajase cuando aparece mi jefa y me dice: en dos horas te vas a La Palma a apoyar a Pedro Piqueras con el autocue. Así que me fui corriendo a casa, a por la maleta y a preparar el material. Pero no había vuelos y tuvimos que esperar para volar hacia la isla.
A las seis de la mañana del 21 de octubre estaba volando a las Canarias con el certificado Covid -menos mal que los de mi edad estamos vacunados-. Después coche de alquiler y a correr que el informativo de las 15:00 horas no podía retrasarse. La primera impresión al llegar a La Palma fue buena porque el aeropuerto está al otro lado del volcán y esa zona de la isla, antes de pasar el túnel del tiempo, es como Jurassic Park. Al atravesarla nos esperaba un espectáculo natural pero, casi sin tiempo de entrar en directo, nos pusimos a trabajar para que todo saliera bien… y lo conseguimos.
Fue después del primer informativo cuando pudimos observar, asombrados, el poder de la naturaleza. Lo teníamos frente a nosotros, a tan solo dos kilómetros y medio… impresionante. Ya era imposible permanecer ajenos al dolor ante los destrozos que estaba causando la primera colada de lava incandescente; dejando a muchas familias sin casa y sin medio de vida. Así trabajamos a diario; cada instante nos deparaba algo distinto, una nueva boca, un nuevo río.
Hasta el viernes 24 de octubre. Ese día «el señor volcán» enseñó parte de sus garras con varias explosiones. De una de ellas conseguimos grabar la onda expansiva; fuimos testigos privilegiados y lo colgamos en internet. La verdad es que fue realmente duro, estábamos aterrados, lo pasamos francamente mal y nos asustamos al comprobar que en la terraza de la iglesia de Tajuya donde nos encontrábamos, se estaba moviendo todo. Nos fuimos a comer, con la prudencia correspondiente, y cuando íbamos a entrar nos llegaron noticias inquietantes. Se había producido un recrudecimiento de la actividad volcánica y teníamos que desalojar el set a toda prisa. Corriendo hacia el sitio. Pero nos llevamos una sorpresa. La Guardia Civil había cortado la carretera a menos de un kilómetro y no permitían el acceso a nadie ¡Todo nuestro material estaba allí, detrás del cordón de seguridad!
En ese momento ponemos en marcha el ADN Telecinco. El derecho a la información. El operador de cámara, Luis, y yo convencimos a Félix, un agente del 112, para que nos acercara en un Land Rover de más de veinte años a recoger el equipo. El vehículo era antiguo pero tenía el rotatorio azul que abría camino por toda la zona. Cogimos todo y, sin comer, fuimos en busca de otra localización para el set… quedaban cuatro horas para el directo del informativo de las 21:00 horas… ¡y salimos!
Elva y las tres erupciones
Estuvimos corriendo cuatro días delante de la Guardia Civil. Los agentes nos trataron en todo momento con amabilidad pero había órdenes que cumplir. Encontramos una azotea privada desde la que poder hacer los directos. Era la casa de Elva, una señora de ochenta y dos años que había vivido las tres erupciones y estaba angustiada. Sus hijos accedieron a tener a toda «la familia Mediaset» en su vivienda. De hecho, Elva acogió como hija adoptiva a la presentadora Alba Lago, la cuidaba y de paso, como decía su hijo Luis, se entretenía.
Sin embargo, la calma duró poco. A los pocos días, otra vez a correr. Había que hacer la conexión desde el puerto de Tazacorte y aunque las indicaciones eran salir al aire con una mochila y cámara, el realizador, Aitor, y yo no dejamos sola a Alba. Cuando sales a esta cobertura se hace EQUIPO. Y el equipo se ayuda, no se separa. De nuevo otra conexión con la noticia de que nos echaban de allí. En dos minutos se levantó un aire que te hacía pensar en que íbamos a alzar el vuelo pero, de nuevo, todo salió bien y otra vez a movernos para montar en otro sitio.
En resumen, que yo iba para un par de días y me quedé once. Jornadas de mucho trabajo y una carga emocional que ya os podéis imaginar. Por un lado, asistimos a una catástrofe natural que se estaba llevando por delante casas y campos de cultivo. Un desastre. Pero la gente de La Palma es magnífica y sabe dónde vive, no olvida que su suelo es lava solidificada de un volcán milenario y son conscientes de los riesgos. Eso no significa que no necesiten ayuda urgente. Por otro lado, fuimos testigos de excepción de un fantástico espectáculo de la naturaleza. Reconozco que bastante hipnótico.
Esta intensa aventura profesional acabó con un abrazo de equipo y algunas lagrimillas. El 1 de octubre a las seis de la mañana subimos al ferry dirección Tenerife con la mochila cargada de emociones. La Palma nos ha unido todavía más y nos ha cambiado la percepción del mundo. Gracias a Aitor Hurtado, Alba Lago, Pedro Piqueras, Luis Ruiz y a Óscar, un anfitrión de excepción, que nos ayudo muchísimo. Guardia civil y de Pozuelo de Alarcón.