Es el título de la ponencia que la Cronista Oficial de la Villa y presidenta a la Asociación de Cronistas Oficiales de Madrid, María Esperanza Morón, ha presentado en el XLIV Congreso de Cronistas Oficiales de España celebrado en Carmona y Sevilla; una cita con la historia a la que acudieron 81 cronistas de diferentes pueblos y ciudades de España y cuatro mexicanos procedentes de las ciudades de Oxaca de Juárez, Zacatecas, Texcoco y Chiconcuac.

Según María Esperanza Morón la existencia de andaluces en Pozuelo de Alarcón se remonta a comienzos del siglo XX pero no se puede contrastar porque no se han encontrado padrones municipales anteriores a la guerra civil de 1936. Lo que sí ha confirmado y documentado es su presencia a partir de los años cuarenta. Desde que el pueblo está prácticamente en ruinas -el 75% de las construcciones destruidas y el resto en riesgo de derrumbamiento según el Organismo de Regiones Devastadas- hasta su conversión en una ciudad rodeada de zonas verdes y con numerosos equipamientos dotacionales. Este es el resumen de su ponencia:

“En marzo de 1939, los vecinos empezaron a volver al pueblo y se encontraron con sus casas hundidas y saboteadas y con campos improductivos. Las fábricas de curtidos, de gran tradición pozuelera, estaban destrozadas o en muy mal estado y el pequeño núcleo industrial surgido en los primeros años del siglo XX, en torno a la vía del tren, estaba prácticamente hundido.

La población quedó reducida a la mitad; de 4.064 vecinos en 1930 pasó a 2.545 en 1940. Si a principios de siglo, Pozuelo de Alarcón, había sido un foco de atracción para gentes de otros lugares, debido al desarrollo económico que iba alcanzando la mayor parte de los vecinos que regresaron al acabar la guerra fueron los nacidos en el municipio donde tenían sus hogares y haciendas. La primera tarea que tuvieron que emprender fue la reconstrucción de sus casas, activar sus fábricas y cultivar sus campos. Es cuando volvieron a llegar a Pozuelo nuevos inmigrantes procedentes de pueblos y ciudades de España en busca de trabajo. Vinieron a trabajar sobre todo en la reconstrucción del pueblo, la puesta en marcha de las fábricas y el cultivo de los campos.

El primer padrón que se hizo después de la guerra civil es el de 1940 y contabilizaba una población de 2.545 habitantes de los cuales 24 personas habían nacido en Andalucía, la mayoría ya estaban en Pozuelo antes de la guerra y vuelven cuando termina. Sobre todo algunos funcionarios del estado. Procedían de diversos pueblos y ciudades de Andalucía, representaron el 2,56% de la población inmigrante, ocupando el cuarto lugar superado por Castilla- León, Castilla-La Mancha y Galicia. El mayor número de personas fueron de la ciudad de Almería y el resto de otros 15 municipios andaluces con sólo una persona de cada uno. Las profesiones que desempeñaron fueron las de albañil, peón y jornalero; poco cualificadas y las más demandadas, dada la situación de deterioro en que se encontraba el municipio. No obstante, también procedían de Andalucía personas de nivel cultural más alto como el párroco Emilio Dupuy, el veterinario Antonio Calvo, el maestro Juan Ramón Córdova y el cartero, Rafael Guijarro.

En la década de los cuarenta (padrón de 1950) la inmigración aumentó de forma considerable y la población se duplicó, pasando de 2.545 habitantes a 4.829 en 1950, de los que 177 procedían de Andalucía representando el 10,5% de la población total inmigrante, solo superado, por las comunidades de Castilla-León y Castilla-La Mancha. Los inmigrantes más numerosos vinieron de las ciudades de Málaga (40), Córdoba (15) y Cádiz (10). Fueron personas solas o familias, sin ninguna relación de parentesco entre ellas. El resto vinieron de diversos pueblos y ciudades oscilando entre 1 y 9 individuos de cada lugar. En este caso la mayoría fueron matrimonios jóvenes con uno o dos hijos y algún pariente más (suegros, hermanos, sobrinos, etc.).

Los trabajos que desempeñaron, como en la década anterior, fueron los de albañil, empleados y jornaleros, nomenclaturas muy genéricas en la época, lo mismo podían hacer un trabajo u otro, generalmente, poco cualificado. Algunas mujeres se colocaron de sirvientas, pero la mayoría, se dedicaron a “sus labores”. El índice de analfabetismo no fue muy alto entre las personas jóvenes, sin embargo, algunos de los mayores; padres o madres de los cónyuges, no sabían leer ni escribir y los niños, hijos de clases bajas, vinieron sin escolarizar.

Albañiles, guardias civiles, ferroviarios, peluqueros…

La población de Pozuelo de Alarcón siguió aumentado considerablemente durante la década de los cincuenta (padrón 1960), la población nuevamente se duplicó, de 4.829 pasó a 8.549 habitantes, de los cuales, 528 eran andaluces, aumentando en 350 personas, con respecto a la década anterior. Representaron el 13,42% de la población inmigrante pozuelera, tan solo superada, como en las décadas anteriores, por las Comunidades de Castilla-León y Castilla-La Mancha. Dentro del lugar de procedencia, siguió siendo la ciudad de Málaga la de mayor número de individuos. En cuanto a los trabajos que desempeñaron, como en décadas anteriores, fueron albañiles (31), empleados (20), jornaleros (19), peones (8), sirvientas (7), impresores (6), mecánicos (5), industriales y poceros (4) y peluqueros (3). En esta década aumentaron los profesionales más cualificados destacando dos peritos, cuatro guardias civiles y siete ferroviarios. Como en la década anterior, la mayoría de los andaluces desempeñaron profesiones necesarias para el crecimiento que estaba experimentando el municipio en todos los aspectos.

La mayoría de los inmigrantes, en la década de los cincuenta, fueron matrimonios jóvenes (146), sin hijos o con uno o dos que, sin duda, vinieron buscando mejores condiciones de vida a Pozuelo de Alarcón. Entre esta población, algunas mujeres jóvenes de veinte o treinta años y mayores de cincuenta, no sabían leer ni escribir. La mayoría procedieron de pueblos de la provincia de Jaén. El índice de analfabetismo entre los hombres fue menor y algunos niños llegaron sin haber estado escolarizados con anterioridad.

En la década de los sesenta (padrón 1970), la población de nuevo se duplicó, pasando de 8.549 a 16.784 habitantes, de los cuales 1.139 fueron andaluces, representando el 16,03% de la población inmigrante, superado por las Comunidades de Castilla-León, Castilla-La Mancha y en esta década, también por la de Extremadura. Si en 1960 hubo inmigrantes procedentes de 163 poblaciones andaluzas, en 1970 el número ascendió a 239, repitiéndose muchos lugares de las décadas anteriores pero vinieron también procedentes de nuevas poblaciones. Los trabajos que desarrollaron siguieron siendo en su mayoría, los de albañil, empleado, obrero etc., no obstante, en esta década ya hubo personas con niveles profesionales y actividades intelectuales de más alta cualificación, como dos procuradores, siete profesores, tres ingenieros, un abogado, quince industriales, dos químicos, una psicóloga… El nivel de instrucción, entre esta población de los años sesenta había mejorado pero se mantuvieron índices de analfabetismo, sobre todo, entre las mujeres. Por otra parte, los niños ya habían estado escolarizados en sus lugares de origen.

Urbanizaciones

En las décadas siguientes; 1980-1990 y 1990-2000 la población siguió aumentando considerablemente. En 1980 alcanzó 35.988 personas y en 1990 tenía 48.099 habitantes, de los que 2.446 eran andaluces, representando el 15,18 % de la población inmigrante, procediendo los más numerosos de las provincias de Sevilla (180), Jaén (140), Granada (110), Cádiz y Málaga ( 90).

En el 2000 la población ascendió a 67.087 vecinos de los cuales 2.926 eran de origen andaluz, representando el 15,6 % de la población inmigrante. Las provincias de mayor número de individuos siguieron siendo, como en la década anterior, las de Sevilla, Málaga, Córdoba, Granada y Jaén.

En estos años, la población andaluza, como en las décadas anteriores, ha seguido manteniendo el tercer lugar con respecto al número de inmigrantes, precedida por Castilla-León y Castilla-La Mancha. Pero el nivel socio económico y cultural ha variado considerablemente. Muchos llegaron en las décadas de los ochenta y los noventa, procedentes de otros lugares de residencia como Madrid capital buscando otras formas de vida. Más en contacto con la naturaleza, en urbanizaciones cerradas con instalaciones deportivas y con una amplia oferta escolar y cultural”.

María Esperanza Morón durante su ponencia

María Esperanza Morón con cronistas de la Comunidad de Madrid