Hubo un bar, se llamaba El Popy y fue un nombre acertado. La movida pasó por Pozuelo, eso seguro. No sé si Carlos Berlanga o Santiago Auserón llegaron a pasear por la calle Norte, pero aquella música común sonaba allí. Y jóvenes igual de pálidos y bellos huían de sus mansiones para refugiarse en su barra. Lo mismo que los nietos de las lombardas y los hijos de los adosados iban a encontrarse y conocerse antes de ir al próximo concierto.

Pocos de los clientes sabíamos que quién nos ponía las copas, había enseñado a beber “sol y sombra” a Ava Gardner en el Plaza, o  protagonizado el primer cortometraje de Carlos Saura. Era Isana Medel, la ex de José Sacristán. Conocíamos a sus hijos: el Sacris, Isanita, Luis Lázaro -el mayor-, y luego Huguito. También estaba el gran Hugo, que por entonces era el nuevo marido de Isana. Todo aquello tenía un aire de Hollywood pasado por Huércal-Overa. Todo parecía posible en aquellos años de la efervescente democracia almodovariana.

El Popy tuvo su concurso de maquetas. El premio era actuar en Rock-Ola. ¿Alguien daba más? Los días pasaban y era como una gran familia, a la sombra de la mamma. Es curioso, que al pensar en aquellos tiempos uno de mis recuerdos sean los deliciosos sarma. Esas hojas de parra que envuelven arroz especiado, y llegaban allí desde el mismo Beirut.

Había terminado la facultad, y aterricé en Pozuelo directamente de La Tetería de la Abuela o La Vía Láctea y me encontré  con el Popy y otros garitos. Entonces se podía pasear por el centro de Pozuelo de bar en bar, y el pueblo por la noche, sobre todo los fines de semana, no parecía un poblado abandonado del lejano oeste.

El Sacris era un especie de gurú, siempre con un nuevo grupo, maquinando canciones, el verbo hecho carne, con esa personalidad que en Nueva York le hubiese hecho de oro. Recuerdo a Bea, aquella chica que se pintaba las uñas a cuadraditos, blancos y negros, y Jesús Mora le dió la portada de La Voz de Pozuelo. Nombres y canciones se mezclan en tantos rostros, personas que veías todos los días y luego desaparecieron como el último trago de la última cerveza.

Me gusta la la memoria lejana de aquellos días en que hacía fotografías: Rogelio, el punki de la falda escocesa; Christian, con la cabeza rapada; Javi, mientras David le cortaba el pelo, dejándole una cresta… O aquellas fotos de Isana, espléndida y feliz. Hoy me encanta verla por los pequeños escenarios, recitando sus poemas, contando con absoluta naturalidad, desgarro, y belleza sus historias.

No todo era música en aquellos tiempos.

Jesús Gironés
Apertura: Cartel de David Loyzaga (montaje)