Hoy se cumple una semana del incendio fortuito que pudo haber acabado en tragedia. Cuando supe que los principales afectados eran unos amigos y sus dos hijos pequeños me dio un vuelco el corazón. Todavía no me he recuperado. Sobre todo porque ningún representante del equipo de Gobierno se ha puesto en contacto con ellos para interesarse por su salud.
Ella y los niños están bien porque salieron a la terraza que da a la calle Francisco Salvador cuando su casa se llenó de humo. Fueron sus vecinos quienes, con una escalera, les ayudaron a bajar a la calle. Pero él tiene las dos muñecas rotas y heridas de consideración en la cara porque al intentar ponerse a salvo se desvaneció y cayó al patio interior. Está dolorido pero puede contarlo.
Todavía con el susto en el cuerpo intentan volver a la normalidad. Ahora sin sus perros. Pero es complicado hacerlo cuando su casa está cubierta por una capa de polvo negro. Cuando el olor en todas las habitaciones levanta dolor de cabeza. Cuando en la Oficina de Atención al Ciudadano te dicen que llames a Alcaldía. Cuando llamas a Alcaldía y te aseguran que desde la Concejalía de Familia y Bienestar Social se van a poner en contacto contigo pero no lo hacen. Cuando las consultas a Puerta de Hierro son habituales y no queda más remedio que faltar al trabajo. Cuando los abuelos se vuelven todavía más imprescindibles.
Hace tan sólo unas horas el Partido Popular rechazaba en pleno la propuesta del grupo municipal socialista de establecer un protocolo de actuación social ante situaciones de crisis o desastre que afectan de forma directa y traumática a los vecinos y vecinas. Quizás porque quienes nos gobiernan no se sienten indefensos. Quizás porque no lo ven necesario. Quizás porque lo tienen todo bajo control. Quizás.
Asunción Mateos Villar