En agosto se despedía de la vida el escultor que definía su trabajo como un dibujo en el vacío. 91 años de vida plena dedicada a la creación. Ciudadano de Honor de Dallas e Hijo Predilecto de Castilla-La Mancha, en noviembre de 2016 presentó en el MIRA una exposición retrospectiva, que se ha convertido ya en un maravilloso adiós.
El pasado 8 de agosto moría en Pozuelo de Alarcón José Luis Sánchez, uno de los escultores fundamentales del siglo XX en nuestro país. Nacido en Almansa en 1926, era vecino de Pozuelo desde hace 46 años. Casado con la ceramista Jacqueline Canivet, padre de dos hijas, Paloma y Leticia -sus mejores esculturas, decía- y amante abuelo. En noviembre de 2016 inauguró en el MIRA una fantástica exposición, que rememoraba su trayectoria: “José Luis Sánchez, itinerario de un escultor”, comisariada por el coleccionista José Julián Viñas.
Fue maravilloso disfrutarla con él y recorrer las distintas etapas de su trabajo. Innovador en el arte religioso desde finales de los cincuenta, utilizaba materiales como el hormigón, el hierro o la chapa, una verdadera revolución, no entendida por todos. Su trabajo ha estado vinculado a la arquitectura, trabajó con arquitectos como Miguel Fisac, Carvajal, Feduchi o Fernández del Amo.
De hecho muchas personas habrán visto su obra en distintos espacios públicos sin saber que era suya. Siempre deseó la cercanía del público, que pudiese tocar y sentir sus esculturas. Era Académico de Bellas Artes de San Fernando desde 1987, y profesor en la Complutense, muy recordado por sus alumnos. Angel Ferrant fue el maestro que más le marcó. En sus años de formación viajo por Italia y se estableció en París. Más de medio centenar de exposiciones individuales por todo el mundo y de esculturas monumentales repartidas por Ginebra, Bilbao, Sevilla, León, Burgos, Dallas, Miami, París, Nueva York, Finlandia o Costa de Marfil.
Definía la escultura como “un dibujo edificado en el aire, en el vacío”. Le entrevisté por primera vez para La Voz de Pozuelo en abril del 92. Era uno de los integrantes de lo que podríamos llamar el “grupo de Bularas”, con su íntimo amigo y vecino Francisco Farreras, otro de los grandes artistas que eligieron Pozuelo para vivir, junto con Joaquín Vaquero Turcios.
Se quedó con la ilusión frustrada de donar una escultura a nuestra ciudad. Pienso que una oportunidad excelente sería recuperar una de sus grandes obras de incierto futuro, que se encuentra en León. ¿Habrá diplomático que se empeñe en tal labor? Soy optimista, a pesar de ver recientemente un documental sobre Renau y el negro futuro de algunas de sus obras murales en la antigua República Democrática Alemana.
Quiero recordar a José Luis Sánchez, feliz, en el MIRA de Pozuelo. Se despedía, de alguna manera lo podíamos intuir, y pudimos disfrutarlo. Así lo quiero recordar, rodeado de su obra entre vecinos y amigos. Y nosotros también entre el placer y el asombro.
Jesús Gironés
José Luis Sánchez, itinerario de un escultor. Pozuelo de Alarcón. 2016