Según el padrón de habitantes, elaborado por el ayuntamiento, en 1960 vivían 8.549 personas en Pozuelo de Alarcón de las que el 50,25 % eran hombres y el 49,75% mujeres. Pero a partir de los 80 años predominaron sustancialmente las mujeres sobre los hombres, 74 % mujeres y 26 % hombres.
A partir de los 14 años, tanto solteras como casadas o viudas, se dedicaron a “sus labores”, que se consideraba el estar consagradas a las faenas domésticas, el cuidado de la casa, la compra de alimentos que, ante la ausencia de frigoríficos, tenían que hacerlo casi a diario, hacer la comida para toda la familia, el cuidado de los hijos, de los familiares mayores como padres, tíos, etc. Lavaban la ropa en el lavadero público y acarreaban el agua en cántaros y botijos desde las fuentes públicas hasta las viviendas, por carecer la mayoría de las casas de agua corriente. Sólo unas cuantas familias acomodadas podían pagar a otras mujeres para que les lavasen la ropa y les llevaran el agua desde las fuentes a las viviendas.
Sólo el 1,4 % eran estudiantes y el 12,63% tuvieron otras profesiones, entendidas como tales, estar dedicadas a ellas un número de horas al día y percibir un salario o aprender un oficio. La mayoría fueron profesiones consideradas específicamente femeninas para la época, como sirvientas, cocineras, modistas, peluqueras, limpiadoras, mecanógrafas etc. Sin embargo, también desarrollaron trabajos que se suponía estar reservados exclusivamente a los hombres como impresora, jornalera, obrera, etc. y otras que podían desempeñar tanto hombres como mujeres y para las que se requería, un nivel cultural más alto como maestras, administrativas, etc.
Granjeras y hortelanas
Muchas casas disponían de patio y corral donde, muy frecuentemente, las mujeres criaban animales domésticos, gallinas, conejos, palomas, cerdos etc., y si el espacio se lo permitía y disponían de pozo de agua para el riego, cuidaban pequeños huertos cuyos productos servían de complemento a la alimentación o los vendían para ayudar a la economía familiar. También pertenecían al grupo que se consideraba como actividad “sus labores” las esposas e hijas de comerciantes que ayudaban en las tiendas, despachando, cobrando, limpiando el establecimiento, etc. y las mujeres de agricultores y ganaderos que, al no tratarse de grandes explotaciones, ayudaban en las faenas agropecuarias, vendían los productos derivados de estas actividades en las propias casas, los servían a otras o en el marcado el día señalado, como fue el caso de las lecheras, hortelanas, etc.
Por estos trabajos no cobraban salario alguno entendido como tal, ni estaban consideradas como trabajadoras a efectos laborales, además de tener que compaginar con las faenas domésticas, el cuidado de los hijos, etc. También se consideraba que su trabajo era el de “sus labores”, las jóvenes que “cosieron guantes”, actividad que siguió a lo largo de esta década y que se había iniciado en la década anterior. Consistía en que unas pocas servían de intermediarias entre la fábrica y las mujeres que los cosían en sus casas, y por los que recibían una compensación económica de acuerdo a los pares cosidos, sin ningún otro reconocimiento laboral. La mayoría fueron mujeres solteras que vivieron con sus padres y que, a través de ello, conseguían un dinero, con el que se fueron comprando el “ajuar” para casarse, o se pagaban “sus gastos”. Esta actividad, por lo general, la dejaban cuando se casaban.
También en la industria del curtido de pieles, que fue la más destacada en el municipio, tomaron parte las mujeres de la misma forma que lo habían venido desarrollando, en décadas anteriores, “cosiendo” y “clavando” badanas, sin ningún derecho laboral, pagándolas unas cantidades por badanas cosidas o clavadas.
Las que tienen que servir
La profesión más numerosa, considerada como tal por percibir un salario semanal o mensual, aunque no siempre estuvieron reconocidas con prestaciones laborales o sociales, fue la de “sirvientas” que representaron el 27,02 %. La mayoría solteras que, aunque alguna había nacido en el municipio, fueron inmigrantes con un nivel cultural muy bajo, prestaban sus servicios en las casas de nivel económico más alto del municipio; en las casas de las familias que pasaban el verano en el pueblo procedentes de la capital y muy pocas se desplazaban a diario a Madrid a trabajar como sirvientas eventuales.
Otro oficio destacable, sobre el resto, fue el de modista, típicamente femenino y para el que no se necesitaba ninguna preparación intelectual específica. Lo aprendieron muchas mujeres pozueleras en esta década. Cosían para otras personas o para la propia familia, sin ningún reconocimiento laboral. También hubo impresoras determinado por la existencia de la empresa Ortiz, S.A. dedicada a la imprenta. En estos años algunas mujeres fueron contratadas, beneficiándose de las ventajas de una seguridad laboral y social.
El número de maestras aumentó, por la necesidad de escuelas en el municipio, debido al incremento de población infantil. Fueron maestras del Estado, que procedían de pueblos de diversas provincias y que, debido a la cercanía del municipio a la capital, solicitaban este destino.
De otras profesiones, no hubo ninguna que destacara, sin que podamos afirmar que las mujeres pozueleras fueran especialistas en una determinada profesión. La mayoría dejaron el trabajo al casarse y muy pocas tuvieron una profesión diferente a “sus labores” después de contraer matrimonio.
El número de mujeres que continuó estudiando una vez cumplidos los catorce años, representó 1,4 %. Dentro de éstas, muy pocas habían nacido en Pozuelo de Alarcón, la mayoría fueron hijas de profesionales que habían nacido en otros lugares. Cursaron estudios medios y profesionales como magisterio, enfermería, contabilidad, administrativas, etc., y aunque alguna inició estudios superiores, no llegaron a finalizarlos.
Casadas y viudas
En lo referente al estado civil, predominaron las mujeres casadas a partir de veinte años. A partir de esta edad, el número fue aumentando hasta llegar a las edades entre treinta y treinta y cinco años, en que el 90 % estuvieron casadas. A partir de estas edades, este porcentaje disminuyó, hasta llegar a los ochenta años, en que sólo permanecieron casadas el 5 %.
Las mujeres solteras, entre veinte y veinticinco años, representaron el 70 %. Pero a partir de esta edad, el porcentaje disminuyó al 25 %, continuando el descenso, hasta los ochenta años que solo fueron un 10 %. El estado de viudez comenzó a partir de los treinta años, aumentando su número progresivamente hasta los 65 años, en que el 45 % de las mujeres estaban viudas.
Todas las mujeres estaban inscritas en el padrón, en función de su relación con un varón que figuraba como cabeza de familia: esposa, hija, madre, madre política, sobrina, etc. sólo las viudas o solteras, mayores de veintiún años, pudieron desempeñar el papel de cabezas de familia, siempre que no hubiera un varón mayor de edad en la familia, el cual tenía prioridad sobre la mujer para ejercer de cabeza. Todas las mujeres casadas estaban “domiciliadas” en la casa donde el varón figuraba como “vecino”, alcanzando esta categoría de “vecinas” las hijas solteras a partir de veintiún años aunque vivieran en la casa paterna así como las demás mujeres familiares o no (sirvientas, criadas, etc.) que convivieran en la casa con el cabeza de familia.
Dra. María Esperanza Morón García
Cronista Oficial de Pozuelo de Alarcón
Foto apertura: jóvenes pozueleras en la plaza durante las Fiestas Patronales. 1965
Archivo fotográfico Asociación Cultural La Poza