Un invierno, como Galdós, cien años después, se nos ha ido Carlos Hernández, ese modelo de bibliotecario que amaba los libros. Voy a leer mucho a don Benito, porque tengo la esperanza de que me aparezca en alguna de sus páginas. – ¿Ves, ya te lo decía yo?
El otro día, hojeando Vive Pozuelo, me llevé la triste sorpresa del fallecimiento de Carlos Hernández Fernández del Valle. Le conocí cuando consiguió destino en la Biblioteca Miguel de Cervantes, y pudo escapar de un trabajo de funcionario que le tenía amargado y en el que lo pasó mal. Siempre estuvo agradecido a María Luisa Grande por facilitarle el cambio. Creo que desde el primer momento nos caímos bien, y siempre era un placer ir a la biblioteca a por un libro y tener nuestro rato de conversación.
Tenía algo de personaje de Galdós, y me le imaginaba volviendo a Madrid en un coche de caballos. Gastaba siempre traje con su chaleco, y gafas. Tenía candor y pudor en sus ojos, y un poco el aire de las personas que han nacido en un tiempo equivocado y son felices entre libros y legajos. Se armaba de paciencia ante impertinentes, prepotentes y pesados, sin perder las buenas maneras que le caracterizaban. Creo que en el fondo compartía la visión que tenía Galdós por Pozuelo, y regresaba contento a su Madrid, a su casa y a su familia, al Chamberí castizo donde vivía.
De la Cervantes pasó a la nueva Biblioteca Rosalía de Castro, en la estación, y allí seguía contento, pero ya nos veíamos menos, en los últimos años nada, porque dejé de ir. Y así hasta el triste reencuentro con su muerte, el pasado domingo 1 de diciembre, aunque me haya enterado casi dos meses después.
Le nombraron Cronista Oficial de la Villa de Pozuelo de Alarcón, y le gustó. Y se dedicó durante años a buscar en los archivos noticias olvidadas y a colaborar desinteresadamente en las revistas pozueleras, divulgando sus conocimientos y descubrimientos, sin pedir nada a cambio, humilde y generosamente. Quizá sea un buen momento, el mejor, para recopilar sus escritos y darles forma de libro.
Ha muerto a las puertas del año Galdós, que tanto habría disfrutado. Con Galdós tuve pasión adolescente, cuando mi padre me dio los Episodios Nacionales, creo que prácticamente me obligo a cogerlos de casa de su madre. Son de los pocos libros que han llegado a mí de la biblioteca de mi abuelo, que tenía incluso algunos incunables. Mi abuelo Jesús Gironés que fue socio del bibliófilo José Manuel López Balboa, con el que montó Artes Gráficas ARGES, que imprimió la colección Adonais de poesía, y publicó a autores de los cincuenta como Ridruejo, Panero o Morales.
De Galdós oía hablar en la facultad a Pilar Palomo, con su amena sabiduría, con la misma que nos cuenta en un video de poco más de un minuto los amores del escritor. Y en la mansión de Pozuelo de la catedrática se reunieron más de una vez los expertos en la obra del canario universal. Una casa que es un autentico museo de la literatura, hecho por ella y su marido Antonio Prieto.
Un invierno que también nos ha traído el 27 de enero la conmemoración del Holocausto. Hace ya 75 años que fue liberado por el ejército soviético el mayor campo de exterminio nazi en Auschwitz-Birkenau. Y en ese día recordamos los poemas de una superviviente, Charlotte Delbo. Ella nos dice que querríamos preguntar, aunque no haya respuesta: “por qué por qué/ porque todo es inexplicable aquí”.
Jesús Gironés
Apertura: Ilustración de @lepaloma
Carlos Hernández. Ilustración de @lepaloma
Benito Pérez Galdós
Charlotte Delbo, superviviente del campo de exterminio nazi Auschwitz-Birkenau