Hace unas semanas descubrí en el Mira Teatro a cuatro creadoras del Siglo de Oro que nacieron sombra. A través de un montaje con dramaturgia de Álvaro Tato dirigido por la coreógrafa Rafaela Carrasco. Hombre y mujer contemporáneos que han unido su talento para reivindicar con flamenco -Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad- el de otras: Teresa de Jesús, María de Zayas, María Calderón y Sor Juana Inés de la Cruz. Me ha venido a la cabeza mientras subía las escaleras rumbo a mi azotea para escribir sobre feminismo. Eso y el silencio que pide Bernarda Alba al acabar el drama de mujeres en los pueblos de España que Federico García Lorca escribió en el verano de 1936. Y que seguimos cabalgando. Porque se oyen ladridos.

Seguro que al autor o autora de la frase en la puerta del instituto público Camilo José Cela no le interesa la literatura. Ni la de antes ni la de ahora. Tampoco la libertad. Bueno esa sí. La de expresión y, más concretamente, la suya. Porque el feminismo no es un robo ni una estafa. Si nos ceñimos a la definición de la Real Academia Española es el principio de igualdad de derechos de la mujer y el hombre. También el movimiento que lucha por la realización efectiva en todos los órdenes del feminismo.

Ahora definición de robo: delito que se comete apoderándose con ánimo de lucro de una cosa mueble ajena, empleándose violencia o intimidación sobre las personas, o fuerza en las cosas. Ahora de estafa: delito consistente en provocar un perjuicio patrimonial a alguien mediante engaño y con ánimo de lucro.

Pues me vas a permitir, artista amante de decorar espacios públicos en los que se enseña, que te diga que el feminismo no es un delito. También que ser feminista no consiste en despreciar a los hombres ni en usar de forma habitual el femenino en palabras de género masculino. Ni en insultar a políticos en precampaña.

Ser feminista es valorar el esfuerzo de quienes han luchado de forma pacífica, dejando incluso la vida, por reconocer los derechos de las mujeres. Ser feminista es seguir caminando para conseguir la igualdad real frente al hombre. Ser feminista es recordar que no hace tanto ejercer el voto era cuestión de una combinación de cromosomas y que una mujer no podía realizar ciertos trámites sin el permiso del esposo. Ser feminista es defender idénticos salarios ante idéntico trabajo. Ser feminista es no querer ser más que el hombre. Pero tampoco menos.

Decía la alcaldesa el viernes -leyendo una declaración institucional- que el 8 de marzo es siempre una invitación para reflexionar sobre los avances alcanzados en materia de igualdad de género y una oportunidad para centrar la acción y fijar hacia dónde queremos dirigirnos. También una jornada que obliga a mirar atrás para no olvidar de dónde venimos.

No podía rechazar su invitación.

Asunción Mateos Villar