El otoño ha llegado antes de lo esperado. El cielo ha dejado de ser azul y las calles del casco viejo vuelven a ser grises. Desde que se apagaron las luces de las Fiestas Patronales y las charangas se fueron con la música a otra parte el silencio nos ha devuelto a la rutina. Tras disfrutar días y noches de luz y color. Hasta la Patrona se ha marchado hace unas horas y desde lo alto vuelvo a Suspiros de España.
Este año, como el pasado, he tardado en subir a la azotea para escribir sobre los últimos festejos. Consciente de que nunca llueve a gusto de todos tenía ganas de descubrir las reacciones de los colegas. Porque apenas me he cruzado con ellos por las calles y sentía curiosidad. Lo mismo han pasado -y no me he enterado- por la exposición del Concurso de Fotografía de la peña taurina Seis y Medio.
Quizás no he estado pendiente o ninguna reacción me ha llamado la atención. Esperaba alguna referencia -aunque fuera velada- a la ilusión y el trabajo de la peña El Botijo que sacaron a pasear su fantasía Aladdín con genio genial y princesa Jasmine sobre una alfombra voladora para dar un toque de película -Disney- al desfile inaugural.
O a propósito de la restauración de la monarquía. Creo que lo de Bárbara y Fernando en el balcón del Ayuntamiento fue el momento más emotivo de las pasadas Fiestas Patronales. No sólo porque Aitor y Mikel han logrado el más difícil todavía con dos reyes impresionantes a los que no falta un detalle sino porque las intervenciones de los pregoneros -a los que pusieron voz Carmen y Paco– fueron entrañables. También ver salir de la Casa Consistorial a los chicos y chicas de la Comparsa de Gigantes y Cabezudos con los pedacitos reales.
A pocos metros, Marta Sánchez, se preparaba para la batalla del directo. Sobre el escenario, como si fuera Julio César, vino, vio y venció. Arropada por su corista -la misma que probó sonido- y un montaje audiovisual desfiló por la pasarela con capa, botas altas y brillos. A lo emperador romano. Pero más cercana. Tanto que hasta hizo referencia a sus años de vecindario.
Como no suelo hablar de dinero tan sólo escribiré que debió irse contenta porque fueron menos de dos horas de concierto bien pagadas. O algo más del salario medio anual en España en 2018 según el periódico Expansión. Y supongo que mucho menos de lo que facturaron Pistones y Los Rebeldes por sus apariciones en la Quedada Ochentera. Y eso, que los de Mediterráneo, a pesar de los problemas técnicos, hicieron todo lo posible por alegrar la noche a su generación.
Como las peñas, bandas, asociaciones y charangas entre semana. Con conciertos, actuaciones e irrupciones como la del chiringuito de Miguelito-, propuestas deportivas como el torneo de Vóley Playa y gastronómicas. Tradicionales como el reparto de chocolate con churros, bocatas y tortilla y de nueva creación como el taller de cocina de bollos típicos de Pozuelo de Alarcón, organizado por la Asociación Cultural “La Poza”, o el concurso de comer flanes que la peña Las Domingas celebró cerca de la concentración de aficionados al zumba. Esa que, por sorpresa, Cristina del Río tomó con la ayuda de sus colaboradores inspirándose en La Casa de Papel.
Así fueron desarrollándose los acontecimientos. Así fueron pasando los días y las noches. Hasta que una, no muy lejana, las palmeras de Carlos Sadness se mudaron a otra isla. Y ya de madrugada, se apagaron todas las velas.
Asunción Mateos Villar
Fotos: Noel de las Heras