Mañana es el homenaje institucional a José Martín-Crespo. En unas horas la familia tendrá en sus manos la Medalla de Honor de la Villa, que se le concede a título póstumo, y el parque de Las Minas será rebautizado como Alcalde José Martín-Crespo Díaz.  Era el de sus amores; obra de la que se sentía muy orgulloso. Una de tantas de las que han quedado. Continuarlas es otra canción. A los suyos les ha dejado un legado que va más allá de la política y una condecoración a destiempo. También un tesoro guardado en cajas que Eugenia Martín-Crespo ha decidido compartir, en exclusiva, con La Voz de Pozuelo: una colección de folletos turísticos. El más antiguo de los que ha catalogado, hasta el momento, es el Álbum de Barcelona (1911) realizado con motivo del primer congreso internacional de las Artes del Libro. Pero todavía queda mucho archivo por clasificar.

¡Qué privilegio tocar el menú de un crucero con ochenta años de antigüedad!¡Qué lujo pasar las hojas del catálogo de los almacenes Wertheim de Berlín que los nazis expropiaron a los judíos y que tuvo que derribarse en 1950 tras ser bombardeado en la Segunda Guerra Mundial!¡Qué curioso ver en alemán, inglés, francés, finlandés y holandés una guía editada por la Subsecretaria de Turismo de España en 1965! La versión patria de España para Usted no ha aparecido en casa de los Martín-Crespo pero en la red está disponible para todo aquel que quiera ver los dibujos de Máximo y unos textos más cercanos a la doctrina que a la promoción turística.

El hallazgo ha sido una sorpresa. La que Pepe tenía reservada a sus hijos. Ni de lejos podían imaginar lo que contenían las cajas que guardaba con recelo en el garaje de la vivienda familiar. Eugenia Martín-Crespo cree que su padre no fue el primer coleccionista de la familia; está convencida de que una gran parte de los fondos descubiertos -ella se encarga de ordenarlos y custodiarlos- eran de su abuelo, José Martín-Crespo Powys, médico de profesión, de ascendencia galesa y políglota y de su tío abuelo Saturnino Martín-Crespo Rueda. Ambos eran viajeros empedernidos; sus nombres aparecen en pasajes de barco y estancias en hoteles. Y el segundo, al fallecer soltero y sin descendencia, deja al primero como heredero universal.

La industria del forastero

La labor investigadora de Eugenia acaba de comenzar así que es muy posible que, con el tiempo, acabe descubriendo los gustos y costumbres de sus antepasados. Capaces de guardar papelería turística nacional e internacional tan variopinta como cartas y menús de restaurantes, guías urbanas y folletos en diferentes idiomas; sobre todo en alemán, un trozo de celulosa higiénica sin procedencia conocida o el sobre de azúcar de una cafetería italiana.

Podría pasarme una noche entera escribiendo sobre el tesoro familiar. Ese que tanto sorprendió a la funcionaria de la Biblioteca Nacional y a la historiadora de turismo. No me extraña. Pero estas líneas son sólo un pequeño adelanto de algo grande que está por venir.

En los próximos meses Eugenia podría tener catalogados todos los fondos y está dándole vueltas a la idea de montar una exposición sobre la industria del forastero. Antes, va a crear una página web para dar a conocer la colección Martín-Crespo Rueda/Powys/Díaz. O una historia gráfica del siglo XX. Con el turismo como pretexto.

Asunción Mateos Villar

EL PADRE DE PEPE Y EL LEGADO. José Martín-Crespo Díaz adoraba a su padre. Del médico con consulta privada en su edificio de la calle Fuencarral heredó el gusto por los libros y su facilidad para los idiomas (el Alcalde de Pozuelo de Alarcón entre 1993 y 2003 hablaba español, alemán, francés, inglés e italiano) y, por supuesto, su afición por los viajes y el coleccionismo vinculado al turismo (religioso, cultural, urbano). Gracias a ella el legado familiar no sólo se ha conservado sino que ha crecido con aportaciones tan personales como “Los 100 últimos edificios construidos en Finlandia, EEUU e Inglaterra” fechado en 1960.

La carta-menú de un crucero. Año 1933

Almacenes Wertheim de Berlín derribados en 1950

Algunos folletos y guías de la Colección Martín-Crespo