La vuelta del verano quizá sea la peor época del año. La cruda realidad laboral para la mayoría, sobre todo ante la ausencia de trabajo o su precarización, hacen que el breve respiro se convierta en desolación. Si, hay privilegiados que se lanzan con energías renovadas a crear, inventar, o trabajar en lo que les apasiona o no les disgusta o les da mucho dinero.

Las fiestas son un colchón que nos recibe. Entre la nostalgia de los días pasados y el reencuentro con amigos y vecinos. La última oportunidad que se nos brinda. Las de Pozuelo, como casi todas, unidas a los tiempos de la cosecha. Este año he disfrutado de ese aire algo anacrónico y báquico. Esa musiquilla constante de las peñas, desde muy temprano hasta muy tarde.

Tuve la vaga sensación de los viejos tiempos en que se celebraban en la antigua plaza de toros, aquella algarabía y felicidad, esa mezcla de generaciones: chiquillos, abuelos, padres, adolescentes… El centro del pueblo tomado por la gente.

Disfruté de la hospitalidad de la peña El Botijo, el tapeo y la compañía en La Casa del Barrio, la excelente música que llevaban los de El Albero: la charanga “New Tocados”, que animaban, vaya si animaban… ¡y tocaban de maravilla!

Vivimos tiempos ofuscados, complicados, la confrontación ha ganado terreno al diálogo. Si la disidencia siempre ha sido complicada, ahora se extermina con ahínco, se pisotea. Es decir, una frase lapidaria es arma de exterminio. La ironía ha quedado relegada a memoria literaria. Bukowski hoy sería lapidado. Vaya, tenía que haberle dado un toque Faulkner al artículo. Demasiado tarde.

Pero como la vida es curiosa, muchas veces pasa que lo que deseas está al lado. Por eso, para mí, la mejor actuación de la vuelta de las vacaciones estaba en Aravaca. Bendita casualidad que me enteré. Nada menos que Paco Ibañez.

Un referente ético en la canción española, que encontró su camino gracias a Brassens. Y nos descubrió, con la fuerza de los juglares, parte de la mejor poesía española. A sus 82 años se disfruta escuchando a este hombre, que entre canción y canción va desgranado anécdotas, reivindicando su forma de pensar,  combatir con solo la palabra. José Agustín Goytisolo, Federico García Lorca, León Felipe, el Arcipreste de Hita, Quevedo, el romance del conde niño o la mala reputación sonaron en la noche madrileña.

Escucharle recrear la poesía… y despotricar contra el fútbol. ¡Ay! ¿Quién hace eso hoy en día? Cada uno en su soledad, en su insolidaridad, en sus cuentas bancarias, en la obligada mezquindad. Pero hay que gritar que la solidaridad es fundamental. Al final eran un himno el poema y la canción:

¡A galopar,
a galopar,
hasta enterrarlos en el mar!

Y cuando acabaron las fiestas debo reconocer que seguí hecho un auténtico lío. Y con miedo al invierno.

Jesús Gironés
Foto de apertura: Paco Ibáñez y el autor del artículo en Arenas de San Pedro. 2007.

Disfruté de la hospitalidad de la peña El Botijo. Al fondo nuestra editora

Los chicos de la charanga «New Tocados» llenaron de buena música las calles de Pozuelo gracias a la peña El Albero. En la foto con Paco de Pasapalabra con el que tanto coincidí en la biblioteca Miguel de Cervantes
(Fotografía: Peña El Albero. Fiestas de Pozuelo 2017)

Dos de las canciones míticas de Paco Ibáñez