Es licenciada en psicología -especialidades clínica y del trabajo- y pertenece a la primera promoción de alumnos que sacaron el título de Experto Universitario en Inserción Social de la Universidad Complutense de Madrid. En 2003 leyó su tesis doctoral, «Actitudes de la población general hacia las personas con discapacidad», y obtuvo la calificación de sobresaliente cum laude. Por unanimidad. Lleva dos décadas trabajando como técnico de empleo y ahora ejerce como psicóloga en la empresa Servitelco, concretamente en la unidad de apoyo para el ajuste sociopersonal de los trabajadores. Siempre ha tenido claro que sería capaz de alcanzar todas sus metas y que la tetraparesia espástica que sufre desde la adolescencia, y que le obliga a desplazarse en silla de ruedas, no iba a ser un impedimento.
Nos conocimos a finales de los ochenta en los salones parroquiales y desde entonces hemos compartido muchos y buenos momentos. En los últimos años nos hemos visto poco y eso que vivimos cerca pero sin dejar de saber la una de la otra. Ahora que su madre no está y que no puedo preguntarle por ella cuando en la calle tenía ganas de darle un abrazo y de volver a charlar largo y tendido de nuestras cosas. Bueno, más de las suyas.
Siempre he querido contar su historia de superación y su lucha constante por derribar obstáculos. A lo largo de sus cuarenta y ocho inviernos se ha cruzado con unos cuantos. La mayoría en Pozuelo donde vino a vivir con su familia poco antes de vernos por primera vez.
Araceli Martínez no podía correr en el patio del colegio. La dolencia que padecía le impedía seguir el ritmo de sus compañeros de clase y comenzaron a realizarle pruebas. Para tratar de encontrar una solución a la escasa fuerza que tenía en sus extremidades se sometió a una operación que no salió como los médicos esperaban y siendo una adolescente aprendió a convivir con una discapacidad. En casa se ayudaba de un andador pero cuando salía tenía que hacerlo sobre ruedas.
Lo sorprendente es la capacidad que ha tenido siempre para afrontar las adversidades con una sonrisa. Su risa es maravillosa. Como sus ojos azules que, con los años, siguen mirando la vida de frente y transmiten paz y serenidad. Primero tuvo que asistir a clase en el instituto sin rampas de acceso a las aulas. Después consiguió que le dejaran un poco más de tiempo para hacer los exámenes de selectividad porque sus manos no le permiten escribir con normalidad y en el campus de la Complutense en Somosaguas, donde estudió psicología, a pesar de todo y de todos, protagonizó una cruzada en contra de las barreras arquitectónicas que allanó el camino a quienes vinieron detrás.
Dicen que la fe mueve montañas. En su caso si no las ha movido por lo menos las ha hecho tambalearse. Es creyente y se declara devota de la Virgen María. Así que entre sorbito y sorbito de refresco sin burbujas reconoce que le ha ayudado en los momentos más duros de la enfermedad de su madre y, sobre todo, en la pérdida. “Para mí lo era todo… imagínate… toda la vida juntas… no sabes cómo la echo de menos”.
Lo supongo. Como su padre. Ambos conviven en una casa repleta de libros y labores con sus huellas. Era maestra pero tuvo que dejar su trabajo. Cosía. Muchísimo. Un día Araceli le pidió que le enhebrara la aguja porque quería aprender a bordar. Desde hace más de un año tiene entre manos -nunca mejor dicho- una Anunciación que colorea punto por punto con una paciencia infinita. Sólo a ratos, por la tarde, porque trabaja por la mañana. Y no siempre porque sigue yendo a la piscina. Forma parte de su rehabilitación. Como la equinoterapia. También está a punto de publicar artículos relacionados con el aprendizaje y la discapacidad. Es una experta en ambos campos.
El tiempo va pasando y seguimos conversando. Sin grabadora. Acabo de darme cuenta de que no siempre la necesito. Entonces Araceli me hace una revelación. Hace un tiempo ganó un concurso del que se enteró por casualidad un domingo al salir de misa. Habla de aquella experiencia con la emoción de quien, de repente, ve como otro deseo se hace realidad. Porque eso fue lo que pasó. Su texto sobre la Virgen hizo que ganara el primer premio; un viaje a Tierra Santa. Que le marcó tanto que ha vuelto dos veces más.
Nos vamos y al sujetar la puerta para que Araceli salga -marcha atrás- de la cafetería me viene la imagen del santuario mariano de Schoenstatt. El mejor sitio para hacer las fotos de la historia que llevaba tiempo queriendo publicar el Día Internacional de la Mujer.
Asunción Mateos Villar
Fotos: Noel de las Heras
En 2007 la Consejería de Familia y Asuntos Sociales de la Comunidad de Madrid y el Ayuntamiento de Pozuelo de Alarcón suscriben un convenio de colaboración encaminado a prevenir y compensar las desventajas o especiales dificultades con las que se encuentran las mujeres con discapacidad y hacer posible el ejercicio efectivo de sus derechos como ciudadanas.
Fruto de ese acuerdo surge el taller de desarrollo personal y participación social para mujeres con discapacidad física y sensorial. También LA NIÑA Y LAS FLORES, un bonito cuento escrito por Araceli -con ilustraciones de Raquel- editado por el Ayuntamiento.