Jamás pensé que volver fuera tan complicado. Pero aquí estoy. Me va a costar explicar con palabras lo vivido en los últimos meses. Porque mi mundo se ha venido abajo. Hasta hace un par de días solo he escrito a Noé para contarle como me siento. Tengo el corazón roto y me duele el alma pero me veo más animada y con ganas de retomar mi oficio. Y estoy segura de que mi hijo amado, con su eterna sonrisa, desde el cielo que en mi azotea tengo más cerca, me va a ayudar a conseguirlo. 

Quería renacer por primavera. Volver a sentir tras pasar el invierno más triste de mi vida. Aunque todavía no estoy preparada para disfrutar de sus colores. Sigo atravesando el duelo. Tratando de evitar el sufrimiento que ha sido constante desde que mi hijo se marchó y me dejó desconsolada. Aceptar que Noé ya no está es durísimo pero, con la ayuda incondicional de mis compañeros de viaje, la familia y los amigos, me estoy esforzando por cuidarme y aprender a vivir sin mi adolescente favorito. Recordando los maravillosos años compartidos desde su nacimiento en el verano de 2005. Te sigo amando con locura cariño.

Quería dar las gracias a Fernando por ser la boya en la travesía y a todos los que me han hecho llegar sus muestras de respeto y cariño. Algunos públicamente como los responsables de La Montanera, dedicando a Noé el premio de «Pozuelo de Tapas» o como Miguel y Antonio que escribieron tan bonito en Facebook. O como la Asociación Deportiva Cala Pozuelo que recordó a su exjugador en Instagram. Muchísimos por privado con llamadas y mensajes que me han desbordado y que, a veces, me he sentido incapaz de contestar. Prometo, poco a poco, retomar conversaciones pendientes.

Quería agradecer a los anunciantes -que como yo regresan- su ilusión y su apoyo.

Quería anunciar que estoy de vuelta pero no soy la misma. Mis latidos son los que van a marcar el ritmo.

Mientras, me llega el amor.

Asunción Mateos Villar