Sin nocturnidad, sin alevosía, en pleno mes de agosto y con el centro de la ciudad ardiente y solitario las cintas y los carteles anunciaban hace tan sólo unos días una demolición. Arranca hoy y va a acabar de un plumazo -de grúa- con un pedazo de la historia de Pozuelo de Alarcón. Lo que un día fue casa de labor y aledaños de tierras, dedicadas al cultivo de cereales, se va a convertir en urbanización de lujo. Es verdad que desapareció hace tiempo pero sus ladrillos siguen en los arcos de la plaza de la Coronación. El barreño, que lleva décadas en una esquina, sigue siendo un símbolo. Las cocheras de la empresa Llorente hicieron las maletas poco después del cambio de siglo. La modernidad y más de doscientas viviendas con piscina y jardín privado se abren paso. Los vecinos de la zona asistiremos, con asombro, a la reducción a escombros del almacén de materiales, la panadería de Ángeles y dos preciosas casas pertenecientes -hasta ahora- a conocidas familias del municipio. También a la tala de los árboles. Suma y sigue. Hoy me cuesta un poco más respirar.

La calle Cirilo Palomo se ha transformado en el último siglo. Ahora son pocos los que recuerdan sus fincas y el cercano cuartelillo de la Guardia Civil. El paisaje era diferente y su encanto sólo recuperable en fotografías como las que conserva Pilar Palomo. Quien por cierto conoció la Quinta Malvarrosa -repleta de árboles y flores- y a las hijas de los guardias.

Tras las recientes obras que revolucionaron el barrio, el comienzo de la calle que recuerda al abuelo de la catedrática se ha quedado como estaba. Aunque con menos plazas de aparcamiento. Desde la frutería de Miguel -que fue la discoteca Funky- a la tienda de pinturas las únicas novedades han sido ascensores exteriores en los edificios y algún cambio de actividad en locales comerciales. Ahí sigue Júpiter, el bar más antiguo de la ciudad, con los mismos dueños; Pepe y Antonio. Pero esa es otra historia. Que siempre estoy a punto de contar.

La de ahora está situada en el tramo final de Cirilo Palomo. En el gran rectángulo que forma con la calle Chinchón, la carretera de Carabanchel y Pablo VI.  En una de sus esquinas, entre viejos ladrillos, sigue un barreño de zinc que recuerda a la Casa de la Labor. Aquella construcción con una docena de viviendas, alrededor de un patio salpicado de macetas, levantada en las primeras décadas del siglo XX para albergar a los trabajadores de las tierras de cultivo, propiedad de la familia Llorente, que llegaban prácticamente hasta Húmera. Cerca había cuadras, gallineros y huertas.

En los años cuarenta, y ante la escasez de vivienda en el pueblo -arrasado por la guerra- los propietarios de la empresa de autobuses acogieron a temporeros -que venían a faenar en periodos concretos- y comenzaron a alquilarlas también a familias que las necesitaban. Hasta quince convivieron en perfecta armonía. Y conocieron la moto con sidecar que aparece en las imágenes rescatadas de la biblioteca digital de Pozuelo de Alarcón (una joya imprescindible; no me cansaré de escribirlo).

De la casa de la labor quedan algunas fotos y recuerdos. Sobre todo de quienes jugaron en el patio. De las cocheras y el viejo edificio de oficinas de Llorente prácticamente lo mismo. Sobre todo de quienes las conocieron y habitaron por horas.

Atención Obras

El Divino Maestro es la única construcción que va a quedar en pie a juzgar por el cordón, los avisos de demolición y las señales de prohibido aparcar. Las preciosas villas con pozo y lilas, la que en otro tiempo fuera panadería de Ángeles -tapiada- y el almacén de Gayo desaparecerán y en su lugar crecerá una urbanización privada. Que antes, cuando se contemplaba la cesión de 3.000 metros cuadrados al colegio público para ampliar sus instalaciones, se llamaba residencial Pablo VI. Con ese nombre sigue en la página web de la constructora.

Ahora responde a otro: Aonia. Y poco más se conoce de los detalles de esta operación urbanística que acercará la Avenida de Europa al casco histórico. Salvo que nos esperan largos meses de obras, de circulación de vehículos pesados y de escasez de plazas de aparcamiento.

Todo, con las Fiestas Patronales, a la vuelta de la esquina. Pues vaya.

Asunción Mateos Villar
Fotos en Blanco y Negro: Asociación Cultural La Poza
Fotos en Sepia: Biblioteca Digital. Ayuntamiento de Pozuelo de Alarcón