A comienzos del siglo XX era la plaza del Duque de la Victoria. Después la Puerta del Sol y tras la guerra, coincidiendo con la construcción del Ayuntamiento, fue bautizada como plaza del Padre Vallet para recordar al fundador de la orden de los Cooperadores Parroquiales de Cristo Rey cuyos restos mortales descansan, desde 1993, en la cripta de la Casa de la orden religiosa, a las afueras de Pozuelo. Aunque para muchos el céntrico espacio urbano ha sido, es y será siempre la plazoleta.

Francisco de Paula Vallet Arnau nace en Barcelona en el año 1883 en el seno de una familia acomodada de origen francés y muere en Madrid en 1947. Hasta su mayoría de edad lo tuvo todo. El Paco fue un joven revolucionario. En 1903 ingresa en la Escuela Superior de Ingenieros de Barcelona y se afilia al Movimiento Regionalista como miembro activo. También milita en la Federación Universitaria de Cataluña estando presente en los enfrentamientos entre ultraderechistas y la Guardia Civil donde en más de una ocasión tuvo que salir a la carrera.

Mientras saltaba con su bicicleta carritos de bebé y hacía piruetas por Las Ramblas nadie sospechaba que el señor le llamaría para el sacerdocio. Con 25 años había estudiado ciencias naturales y exactas, filosofía e historia, arte, poesía y teatro pero nunca se había preocupado por su futuro. Hasta que acude a unos ejercicios espirituales impartidos por los Padres Jesuitas.

El 26 de julio de 1920 se ordena sacerdote de la Compañía de Jesús. Dos años después el padre Vallet se dedica con todo entusiasmo a predicar ejercicios espirituales para hombres en los púlpitos, las calles y hasta en la cárcel.

En mayo de 1928 deja la Compañía de Jesús para dedicarse a la fundación de los Cooperadores Parroquiales de Cristo Rey y en 1939 su hermana Montserrat Vallet crea la rama femenina de la congregación, las Cooperatrices Parroquiales de Cristo Rey.

De celdas a despachos

En 1945 la comunidad de Cristo Rey se instala en Madrid pero necesita una casa para impartir ejercicios espirituales. En su búsqueda, el sacerdote, llega a Pozuelo de Alarcón, un pueblo devastado por la guerra, y se encuentra con el convento de las Siervas de María, una finca con huerto y establos que, además de estar en venta, podría adaptarse a sus necesidades.

Los religiosos compran el convento por 850.000 pesetas y lo transforman en Casa de Ejercicios Espirituales. Por ella desfilan durante años miles de jóvenes procedentes de todos los rincones de España con un libro bajo el brazo: Manual del Ejercitante.

Tan sólo unos meses viviendo en Pozuelo, y paseando por sus calles sin asfaltar, fueron suficientes para que el cura dejara una huella imborrable en aquellos que le conocieron; un vestigio que, desde los años cincuenta, se refleja en una de las plazas más céntricas de la ciudad.

La antigua Casa de Ejercicios Espirituales de los Cooperadores de Cristo Rey es hoy el Ayuntamiento de Pozuelo de Alarcón.

Asunción Mateos Villar

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LA PLAZOLETA

LA PLAZA
ANTES DEL CEMENTO
Foto: Carlos Mora