Las puertas de uno de los lugares más añorados del pueblo se cerraban para siempre en 1990. Desde entonces varias generaciones buscamos -con poco éxito- sabores que nos devuelvan a la pastelería Nieto ¡Cómo olvidar sus delicias en forma de bamba de nata, palmera de chocolate, pepito de crema o milhoja de merengue!¡Cómo no recordar la ternura de cuernos y trenzas y la textura de pestiños! Quienes tuvimos la suerte de probar aquellos dulces artesanos seguimos mirando con recelo a la sucursal de La Caixa.

Esta historia comienza hace sesenta años. Cuando Pedro Nieto llega a Pozuelo procedente de Toledo con mujer, dos hijos y un oficio; el de pastelero. Nada más instalarse abre un modesto establecimiento en el barrio de la Estación; en la plaza del Gobernador pero después se traslada al Pueblo. Porque en la calle Tahona disponía del horno que necesitaba para fabricar sus delicias y madrugar a diario.

Los bollos y pastelitos de Nieto comenzaron a tener fama y el señor Pedro a soñar con levantar su propia fábrica de dulces. El deseo se hace realidad a comienzos de los años setenta del pasado siglo cuando compra un solar en el centro; en la plazoleta -plaza del Padre Vallet- y levanta obrador, almacén, tienda y vivienda. Aquel era un espacio inmenso, con patio de luces y puertas traseras que, como las del cine Dalia conectaban con la calle Las Flores. Por allí se metían sacos de azúcar y harina, cántaros de la lechería de Marcelo, barras de mantequilla y cartones de huevos de la granja de Pozuelo. Con esos ingredientes 100% naturales y las recetas del pastelero manchego Diego, Jose y Julio -y un aprendiz- preparaban el hojaldre, base de las tartas, y elaboraban las diferentes especialidades.

Con el tiempo, el único hijo de Pedro -el primogénito había muerto de leucemia- se quedó al frente de la empresa. Pero al jubilarse el padre, a Joaquín no le quedaron ganas de seguir a pie de horno y vitrina. Y eso que durante años la pastelería Nieto fue la única del pueblo y un negocio próspero. Así que colorín colorado…

Escolares, dulces típicos y asados

Seguro que no soy la única que regresa a la factoría de bocados divinos. Algunos de la EGB volvíamos del cole en el bus de la empresa Llorente. Como las rutas, tenía parada en la plazoleta y allí nos bajábamos, de vez en cuando, aunque la del cuartel nos quedase más cerca de casa. Había prisas en invertir la propina en nuestro bollo favorito antes de que se agotase. No voy a entrar… para gustos…

Cuando la que vuelve es Flori Hervás se acuerda de buñuelos de viento en Semana Santa, huesos en Santos y turrón, mazapán y roscón de Reyes por Navidad, cuando la oferta se diversificaba con los asados. Los Nieto sólo ponían el horno y los que habían conseguido número las bandejas de barro… el olor a cochinillo y cordero inundaba el corazón de Pozuelo.

También recuerda el mono de Miguel de la Quadra-Salcedo. A la mascota del aventurero y vecino, que por cierto tendrá calle o rotonda en la ciudad, le gustaba tanto el chocolate como a los Ruiz-Mateos vestir a sus hijos con pantalón corto en cualquier época del año.  Y que a la hermana del Rey Juan Carlos, Pilar de Borbón, muchos clientes le hacían la reverencia.

Asunción Mateos Villar

Pedro y Joaquín Nieto

Flori Hervás y Blanca Villa

PAQUETERÍA EXPRÉS

Mari y Maribel fueron las primeras dependientas. Cuando dejaron el trabajo para formar una familia Flori Hervás y Blanca Villa ocuparon su lugar. La primera sigue viviendo cerca del lugar en el que estaba la pastelería. Tenía tan sólo dieciséis años cuando se puso la bata blanca por primera vez y la colgó más de una década después.

Flori atendía tras los mostradores de crist;nte. Con logotipo en rojo.

Rememoro la escena. Agarrada a la mano de mi madre, desde abajo. Era bajita pero capaz de distinguir las chocolatinas redondas con envoltorio brillante y personajes de cuento del tarro de cristal. La dependienta calculaba el trozo justo y lo cortaba del enorme rollo. Tras colocar, dependiendo del producto, tiras de cartón o palillos (que rompía en su parte superior) le daba forma y lo remataba con cordoncillo blanco que partía con el dedo. No me extraña que en las jornadas festivas se pareciera al de E.T., el extraterrestre de Steven Spielberg.