José Martínez Bezares nació en un pueblo de La Rioja conocido por una fiesta de interés turístico que se celebra en julio: los danzadores sobre zancos. En Anguiano discurrió la infancia del señor José, uno de los peluqueros más recordados de Pozuelo. A comienzos de los años sesenta, tras trabajar en el Hotel Conde Duque de Madrid, abrió un salón de peluquería en el barrio de Las Flores. Aunque peinaba sobre todo a vecinas del pueblo entre su clientela había esposas de altos funcionarios del estado y hasta una infanta de España, Pilar de Borbón, hermana del Rey Juan Carlos.
A mediados de los años cincuenta del pasado siglo el hogar de José y Ascensión era una habitación alquilada en la madrileña calle Lope de Rueda. La propietaria de la vivienda, Alejandrina, vio nacer allí a los hijos de un joven matrimonio que, siguiendo los pasos de un familiar, decidió probar suerte en la ciudad.
José había aprendido el oficio de peluquero en su pueblo y eso le sirvió para encontrar trabajo en el Hotel Conde Duque donde arreglaba pelos y barbas a hombres de negocio en uno de los edificios más emblemáticos del barrio de Chamberí. Lo hacía tan bien que pudo haberse convertido en el peluquero personal de un ciudadano suizo. El viajero se lo propuso durante una de sus estancias en Madrid pero declinó la oferta porque suponía trasladar su residencia a otro país. Quizás en ese momento ya pensaba en abrir su propio negocio.
A comienzos de los años sesenta José y Ascensión compran un piso en el centro de Pozuelo; a pocos metros de la plazoleta y sus jardincillos donde crecieron sus cuatro hijos: Miguel Ángel, Alfredo, Chonci y Chio. En el barrio de Las Flores, todavía sin asfaltar, compartieron carreras y juegos. Desde su portal en la calle Martínez Bande hasta un ribazo hoy en proceso de reconversión con el nombre del que fue durante décadas el médico del pueblo. Alfredo recuerda a Leo y Eulogia, dos hermanas solteras que vivían a los pies de Julio Ferrer pero sobre todo el susto que se llevó cuando los perros del señor Ángel, se aceraron demasiado para olfatearle.
Un portal muy concurrido
Su padre ya había abierto su propio negocio; un salón de peluquería para señoras. En el de su casa. Todo comenzó con un lavabo, un secador de pie y un tocador de pequeñas dimensiones. Rodeado de cepillos, horquillas y bigudís el riojano, nieto de argentino, se sentía como pez en el agua. Y a propósito… pagaba el de la Comunidad de Propietarios desde que colgó un letrero en la puerta. Desde que el portal se convirtió en un ir y venir de señoras esperando turno para ponerse guapas. Tan concurrido como el cercano del señor Sarabia, el practicante de Escalinata.
José trabajaba muchas horas en casa y se desplazaba a domicilio. Durante más de dos décadas fue el peluquero de referencia en Pozuelo. Aunque su clientela estaba formada principalmente por señoras del pueblo hubo otras de las urbanizaciones que no dudaron en ponerse en sus manos. Esposas de políticos y diplomáticos y hasta la hermana del Rey Juan Carlos, Pilar de Borbón, que también era una habitual de la Pastelería Nieto, le confiaron su cabello. Por eso, cuando pregunto a Alfredo a cuántas mujeres peinó su padre en el salón de casa no lo duda… ¡A todo Pozuelo!
A diferencia de las hijas, que durante un tiempo trabajaron en el negocio familiar, los hijos no siguieron los pasos del padre. Alfredo podía haber estudiado peluquería en Francia pero opuso resistencia. Prefería mezclar el líquido de la permanente con otros productos de tocador. “Yo iba más para químico”.
Los cuatro siguieron su camino. Ahora de la peluquería del señor José quedan pocas fotos y muchos recuerdos. El peluquero se jubiló a comienzos de los ochenta.
Asunción Mateos Villar
Ascensión y José con Miguel Ángel y Alfredo. Hotel París. Años 60
El peluquero y su esposa en una celebración familiar
El salón de peluquería visto desde el exterior. Barrio de Las Flores
Foto de apertura
Dos de los cuatro hijos del señor José en la peluquería