Javier Fernández Golfín, rentista

Javier Fernández Golfín Bringas estudió la carrera militar y se casó en primeras nupcias con su pariente Clementina Larragán, viuda de Manuel Luengo, un acaudalado caballero que al morir le dejó en herencia toda su fortuna. Era una joven delicada, enfermó al poco tiempo de contraer matrimonio y falleció convirtiéndose en heredero universal de todos sus bienes. Entre ellos había una propiedad en Pozuelo.

En la colonia de la Paz conoció a la mujer con la que se casó en segundas nupcias y con la que formó una familia. Además fue uno de los socios fundadores del casino; un edificio de peculiar arquitectura levantado a pocos metros de su propiedad destinado al entretenimiento de veraneantes ilustres. Llevó sus cuentas y participó activamente en las actividades que se programaban con la llegada del buen tiempo.

Durante años los Golfín vivieron de las rentas. El veraneante heredó varios inmuebles en Madrid, poseía acciones en la fábrica de cervezas El Águila y algunos papeles del estado. Todo eso le aseguraba una más que aceptable calidad de vida. Y se encontró de repente con tres casas en un terreno que antes fue de su primera mujer, en la calle Méndez Nuñez.

Telesforo Montejo era abogado. Como Mercedes de la Cadinière pasaba los veranos en la colonia. El letrado tenía una hija, Joaquina, que tocaba el piano y hablaba francés. Estaba preparada para aceptar su destino de esposa y madre. Javier Fernández Golfín se cruzó en su camino y varios encuentros estivales sirvieron para iniciar un noviazgo que acabó en boda. Contrajeron matrimonio en 1900.

Los recién casados se instalaron en Madrid, en un piso con muchas estancias que alquilaron a la Marquesa de Aldama una casa en la calle Jorge Juan con diez balcones y amplias alcobas. Tuvieron siete vástagos; tres hijos -Javier, Manuel y José- y cuatro hijas -Carmen, Victorina, Joaquina y Pilar- aunque la última falleció con dos años.

La fresquera y el teatro

Con la llegada del verano la vida urbanita de la familia cambiaba por completo. Todos ponían rumbo a Pozuelo cargados de baúles. Del equipaje se ocupaba Ángel Bernal, vecino del pueblo, que con un carro tirado por una mula se desplazaba hasta Madrid. Traían de todo salvo comida porque la familia solía comprar alimentos en la tienda que Demetrio Barrio tenía en la plaza.

En vacaciones los hijos jugaban al frontón en el casino o al fútbol en los campos cercanos o montaban en bicicleta. Las hijas disfrutaban de la lectura en el jardín de la finca y se ocupaban de las plantas del invernadero. La esposa y madre se encargaba de las tareas de la casa y siempre llevaba colgada a la falda las llaves de la cueva fresquera donde se guardaban los víveres.

El rentista solía supervisar los arreglos florales que realizaba su jardinero Enrique Benito. El cabeza de familia también era actor aficionado. Eso cuentan las crónicas. En un artículo firmado por Mariano de Lucas (que también tiene calle en Pozuelo; pronto contaré su historia) en el periódico La Atalaya publicado en agosto de 1923 se lee: “se representó en el Círculo Recreativo de la Colonia de la Paz el entremés de los hermanos Quintero El mal ángel y la comedia en dos actos, de los mismos autores, Amor que pasa (…) los señores Ester, Sanz, Becerril, Golfín y Moyano se defendieron de verdad en sus respectivos papeles, y unos y otros quedaron a la altura de los buenos”.

Asunción Mateos Villar