Hay días que me gustaría escribir un artículo mezcla de La torre vigía de Ana María Matute y La espuma de los días de Boris Vian. Y me demoro en la cambiante realidad. Hace poco me arrastré -estaba decidido- a ver Dudo, de Fernando Mastretta, en Espacio Valverde. Antes parada en el taller galería de José Rincón, donde coincidimos con Óscar Estruga y vimos los claroscuros de Carmen Isasi, ese placer también del papel, de dejarse llevar, de cambiar de registro. Nubes, laberintos.

Foto de apertura: En la inauguración de Fernando Mastretta*.

La calle de Valverde, que para mí siempre es la de Max Aub, la frecuento también por la Factoría de Arte y Desarrollo, que tan maravillosos ratos nos ha hecho pasar gracias a Dafne Artigot, David Trullo o Guillermo Martín Bermejo. Y me gusta mirar el interior del hotel 7 islas, al que nunca me decido a entrar, pero me acuerdo de las esculturas de Pepa Jordana

Max Aub, siempre un descubrimiento, y más ahora que es tiempo de cruces y de cruzadas, lo dejó muy claro en su dedicatoria a Franco, al que no nombra  “…y quedará de él recuerdo imperecedero”, en el “Texto que debe leerse en filigrana a través de todas las hojas de este libro”, que no es otro que su imprescindible La gallina ciega: “No por nada su monumento se llama el Valle de los caídos”.

La vida a veces es como un diario público, en que se confunden deseos propios y ajenos, ya sea yendo de inauguraciones o disfrutando del Pozuelo de Tapas, y descubriendo una nueva exquisitez del peruano Paschi, o los aires portugueses de Degusta o las originalidades de Tres60. Y los reencuentros y encuentros que hacen agradables los cuerpos maltrechos.

Algo así me pasó por empeñarme a ir a la inauguración de Mastretta en contra de los deseos de mis piernas, que eran más de quedarse en casa. Y de la noche resalto una breve y profunda conversación sobre el dolor con Fernando. Yo decía que a veces el dolor es tan terrible que querrías no haber nacido. Y él me respondió que no es que quisieras no haber nacido, es que quisieras no haber existido nunca.

Y la noche siguió feliz, envuelta en la frivolidad y la felicidad de conversaciones y conocimientos, para descubrir que Asela Pérez Becerril no solo tiene su parte pozuelera… sino también camerana, de El Rasillo,  en cuyo restaurante descubrí los espárragos rellenos de farsa de espinacas con salsa roquefort.

Mastretta ha vuelto a pintar, y estrena galería. Sus dudas se han quedado en el estudio, y nosotros vemos, intuimos. Sensaciones, líneas, colores, música, esa sutileza e ironía, que veo en él, al que conozco poco y calla, aunque hierve. Música para su pintura. Y confiesa he amado mucho y me he hundido. Creo. Pero me parecen unos cuadros tan vitales. Esa alegría que sale del estudio. Un poco Boris Vian. Un poco lo que no conozco. Un poco estos tiempos. Merece la pena darse una vuelta por la calle de Valverde. Entrar en el número 30, y a la izquierda, subir las escaleritas. La pintura de Fernando Mastretta nos espera.

Jesús Gironés

(*) La exposición de Fernando Mastretta, Dudo, puede verse en Espacio Valverde. Hasta el 26 de abril.

S.T. (Femme Banner), 2016
Acrílico/ Óleo sobre papel Fabriano 300gr. 100 por 70 cm

La calle de Valverde, de Max Aub, editada por Cátedra. Se encuentra en las Bibliotecas Miguel de Cervantes y Volturno
de Pozuelo de Alarcón

La gallina ciega, de Max Aub está disponible en las Bibliotecas Miguel de Cervantes, Rosalía de Castro y Volturno
de Pozuelo de Alarcón