Tiene preparado el saco de dormir y la mochila para “escaparse” de casa. Lo de Cercedilla con Sierra Educa es un retiro voluntario. Porque le encantan las veladas. Ahora no le cuesta hacer amigos pero cuando era pequeña le suponía un gran esfuerzo relacionarse con los demás. Quizás por culpa de una dislalia que superó sin necesidad de logopeda. Lo de Alejandra Cano está siendo una intensa carrera de obstáculos que consigue salvar con el apoyo de la familia. Y mirando la flecha del tatuaje que comparte con la madre que la parió hace dieciséis veranos. La misma que, casi seguro, estaba detrás de la colocación de los diplomas y las bandas al mérito académico sobre la mesa del salón.
No hay muchos estudiantes que tengan un premio escolar concedido por el Ayuntamiento de Pozuelo de Alarcón. Pues Alejandra tiene dos. El primero por su evolución durante el ciclo de Primaria en el colegio Infanta Elena y el segundo por su esfuerzo en la etapa de Secundaria en el instituto Camilo José Cela. Le queda el de Bachillerato -cuando lo termine- para conseguir, en términos deportivos, un triplete.
Lo bonito de los reconocimientos al mérito académico es que están relacionados con la constancia. Que viene de atrás. De cuando le hacía ilusión recibir un cuaderno y llenarlo de resúmenes y dibujos. No se le daba mal pintar y acudía a las clases que Rosa Gallego -artista multidisciplinar consagrada- impartía en La Inseparable. De aquella época son sus pingüinos y su hormiga inacabada.
Además de estudiar para sacar buenas notas, cantaba en el coro del colegio y bailaba. Ballet, flamenco y zumba. Cuando escucha Lollipop de Mika no puede evitar recordar la coreografía y aquel tiempo tan feliz. Luego vino otro que no lo fue tanto. Que coincidió con su entrada en el instituto.
De repente dejó de ser una niña y volvió a sentir miedo. Como de pequeña cuando evitaba hablar con sus compañeros de clase porque no lo hacía correctamente. No sabía qué quería ni cómo pedir ayuda así que un día sus impulsos le jugaron una mala pasada y llegó a hacerse daño. Pero su familia reaccionó al instante y con la ayuda de un psicólogo y tratamiento comenzaron a compartir una travesía diferente; un punto y coma y una flecha. “Mi madre y yo tenemos el mismo tatuaje como símbolo de superación”.
Ahora todo es diferente. Lleva cinco años siendo delegada de clase y se implica en casi todos los proyectos que tiene en marcha el instituto Camilo José Cela. Como el que tiene forma de Cubo y que ver con la declaración de Derechos Humanos y el que gira en torno a un robot capaz de expresar y contagiar emociones. Además colabora con el de la Fundación ANAR y no duda a la hora de echar una mano cuando es necesario. “Hasta chocolate con churros y porras he repartido días antes de Navidad”.
– Hablando de Navidad… ¿Qué planes tienes?
Me voy de convivencia con la asociación La Sierra Educa estoy contando las horas. Este verano estuve en el campamento de Collado Mediano y ahora es en Cercedilla. Lo único que necesito para disfrutar de la experiencia es un saco de dormir y una mochila. Me encantan las veladas nocturnas y descubrirme a mí misma a través de los demás. De forma indirecta se trabaja el tema de los valores y uno crece como persona. El ambiente es mágico y las sensaciones están a flor de piel. Lo peor es cuando toca volver a casa.
Esta vez será menos duro porque los suyos le estarán esperando para celebrar las fiestas y porque va a reencontrarse con los compañeros del colegio. Han creado el grupo de whatshapp “Infanta Elena” y ultiman los preparativos de un encuentro de antiguos alumnos. Todavía no saben dónde van a quedar pero quizás lo hagan cerca de la pista de hielo o la gran noria navideña. Para una vez que han montado una feria repleta de luces…
Alejandra aprovecha la ocasión para contarme que no hay alternativas de ocio para gente de su edad ni en el Pueblo ni en la Estación. Sabe que antes todo era diferente. Sus padres le han contado que hubo cines cerca de casa y lugares de encuentro para jóvenes. “Cuando salgo a pasear con ellos me señalan los sitios en los que antes había bares y discotecas. Ahora no queda nada”.
Como ellos, Paco y Nati, no han vuelto y su hermana, Beatriz, está trabajando seguimos a lo nuestro. Saltamos de un tema a otro. Sin orden en los factores. Porque no altera el producto. Reconoce que la entrega del premio al Mérito Académico en el Mira Teatro se le hizo un poco larga, por culpa del protocolo, y deja claro que no sólo de reguetón viven las chicas de dieciséis años. De repente hace una lista de grupos favoritos; La pegatina, El niño de la hipoteca, La raíz… Le confieso que me resultan totalmente desconocidos.
Para tratar de tranquilizarme -porque se plantea ser psicóloga de mayor- asegura que, además del Rock-Rap, le encanta Queen y que le gustan canciones de Hombres G. No tanto como la cebolla, sobre todo cruda, ver las puestas de sol desde el templo de Debod o pasear por el Parque del Oeste.
Asunción Mateos Villar