Había una vez una mujer llamada Julia Díaz Olalla. Era soltera y rica. Pasaba largas temporadas en La Atalaya, una villa de Pozuelo de Alarcón con hotelito y jardines que seguramente se llamaba así por estar situada en el barrio alto del pueblo. Ahora es una residencia de ancianas que ha mantenido la denominación y algún pozo de la finca original. Gracias a ella muchas mujeres dejaron de lavar a la intemperie. Quizás en uno de sus paseos vio las calamidades que pasaban y decidió sufragar una cubierta que les protegiera del calor en verano y les resguardara de la lluvia, el granizo y la nieve durante el invierno. Una calle junto al histórico lavadero de La Poza recuerda a la señorita Julia y ahora también una lozana lavandera de ojos verdes y tres metros de altura. Julia es obra del constructor de gigantes Aitor Calleja que ha creado también a su pareja, un curtidor con venas marcadas en las manos que todavía no ha sido bautizado.

Mujeres lavando bajo techo en La Poza

VERDES COMO LA ALBAHACA

La indumentaria de su alteza Julia es todavía un misterio. La cesta con ropa es su único complemento. A diferencia de su compañera de comparsa, Mariana, no luce un peinado muy elaborado. Tan sólo un sencillo moño del que se escapa algún mechón.

No lleva maquillaje . Con esos ojos verdes y esa boca de piñón que Aitor le ha dado ni falta que le hace.

El nombre del gigante está aún por decidir aunque se barajan algunos. Lo de Julia estuvo claro desde que María Esperanza Morón le contó a Juanjo Granizo la historia de Julia Díaz Olalla. Desde luego es de lo más apropiado. En cuanto a su pareja podría llamarse Crispín en honor al patrón de los curtidores. La sugerencia se la hizo Angelines Granizo, vinculada a la Asociación Cultural La Poza desde sus orígenes, a una socia de la Comparsa de Gigantes y Cabezudos de Pozuelo de Alarcón. Pero también podría ser Sebastián que es como más recio.

A propósito de la búsqueda he querido indagar sobre el patrón de los curtidores. Para mi sorpresa, según la diócesis de Canarias es San Juan Bautista y no San Crispín. Parece que en la península se ha compartido tesis. En Barcelona, sin ir más lejos. En la esquina de su calle Curtidores (Assaonadors) hay una escultura del santo en honor al patrón de un gremio que ya existía en la Edad Media.

Aún hay más. En la red una página religiosa asegura que el patrón de los curtidores es San Claudio y otra que San Bartolomé. Así las cosas podría aumentar el número de propuestas: Crispín, Juan, Claudio, Bartolomé… A mí me gusta Tomás porque así se llamaba un vecino que hizo posible la restauración de las máquinas de curtido, recuperadas por la Asociación Cultural La Poza, que se exponen en el Aula de Educación Ambiental de Húmera.

Asunción Mateos Villar

A VUELTAS CON LA BADANA

El segundo gigante de los nuevos tiempos lleva cuchillo, delantal y la cabeza cubierta aunque no es cocinero. Su uniforme de trabajo tiene entretenidos a los sastres, Paco y Carmen, que están dándole vueltas a la badana… manejar una pieza de gran tamaño no es precisamente sencillo. Salvo ese pequeño detalle, vinculado a la zona de visión del porteador, todo va según los plazos previstos.