Quizás porque le conozco desde niño la entrevista fue como un intercambio de impresiones con alguien de la familia. Mario Díaz no ha cumplido dieciocho años pero se explica, en palabras de mi madre, como un libro abierto. Y va pasando las pocas páginas de su vida a golpe de pestaña. De su reciente infancia recuerda los bocadillos de fuet que se comía con su abuelo en la Fuente de la Salud cuando salía del Liceo Sorolla y lo mucho que le gustaba jugar con trenes. Casi tanto como la salsa carbonara o la tarta de queso. Pero ya no sueña con ser maquinista sino profesor de Educación Infantil y corre para llegar a la meta. Sobre todo en las pistas de atletismo.
Por poco no vota en las próximas elecciones. Mario Díaz alcanza en octubre su mayoría de edad y estudia bachillerato de Ciencias Sociales en San José de Cluny. A tiempo parcial practica un deporte minoritario que recomienda y que le ha aportado salud y mucho más. “El atletismo me ha ayudado a socializar y a estar orgulloso de mis logros. A diferencia del fútbol aquí nadie te da el pase para meter gol. Cuando corro me siento libre y me libero de las tensiones”.
Al deporte llegó por casualidad y al Club Atletismo Pozuelo tras realizar una prueba en el polideportivo Valle de las Cañas. Todavía no hace dos años. Quería ver qué pasaba y lo que pasó fue que su ahora entrenador, Raúl Cera, vio que aguantaba bien las series y que tenía aptitudes para la modalidad de los 400 metros lisos. Ahora compite los fines de semana en la categoría Sub 20 y corre con chicos de otros clubes madrileños. Mario asegura que antes de su primera carrera estaba tan nervioso que sintió vértigo. También que observar, con sus ojazos, las piernas y los brazos de sus compañeros de pista no fue una buena idea. “Allí estaba yo con chavales que llevaban toda la vida corriendo; convencido de que me iban a machacar. Pero respiré profundamente, salí a correr y quedé tercero”.
Aquello supuso una gran dosis de confianza y un vínculo con el atletismo que le ha llevado a convertirse en especialista de “fondo”. Me explica, sin parar de mover las manos, que es controlar las fuerzas y a falta de cien metros, cuando toda la adrenalina se acumula en su cuerpo, hacer un sprint final. No puedo evitar sonreír porque retransmite la jugada con la pasión de un niño aunque ha dejado de serlo.
– ¿Cómo compatibiliza un “fondista” el deporte y los estudios?
Intento llevarlo lo mejor posible. Antes entrenaba un par de días a la semana pero ahora lo hago de lunes a jueves y es cuestión de organizarme. Salgo del cole como muy tarde a las tres y cuarto así que tengo tiempo para comer y hacer los deberes antes de irme al entrenamiento que incluso a veces yo mismo me programo. En época de exámenes también estudio después del entreno.
– ¿Qué come un atleta?¿Sigues una dieta específica?
Pues como de todo y trato de que mi alimentación sea equilibrada. Carne un día a la semana, varios pasta porque es clave para ganar musculatura, pescado, frutas y verduras. Por ponerte un ejemplo, me encanta la ensalada que me prepara mi padre con manzana, plátano, queso de cabra, lechuga y un poco de salsa caramelo. Además cuido mucho el desayuno y a media mañana tomo un sándwich o un zumo. Y antes de entrenar me preparo un batido de proteínas con huevo, fruta, yogur y leche ¡Ah! y no renuncio a pizza o hamburguesa con amigos, a un helado o una porción de tarta de queso; mi postre favorito.
Y entonces le digo… vamos que visitas los restaurantes de comida rápida pero no te conocen por tu nombre ¡Eso!¡Lo has clavaó! -me dice- y suelta una carcajada. Aprovecho la coyuntura para saber que más le gusta hacer cuando no está estudiando o entrenando. Lo tiene clarísimo a juzgar por las décimas de segundo que tarda en contestar y de décimas de segundo entiende un rato. Comenzó corriendo los 400 metros lisos con una marca de 0,59 y alguna décima y ahora está en 0,53 segundos. “Pues salir con amigos y amigas (sonrisa pícara) a cenar o al cine para ver películas de ciencia ficción”.
Mario tiene una paga mensual que se administra a la perfección. Da gusto oírle decir que el abono joven es su prioridad porque sus padres, los mejores del mundo, corren con todos sus gastos. Y que tiene que aprobar todo para poder trabajar este verano como monitor deportivo y sacarse un dinerito extra. “Me encantan los niños pequeños y a veces hago de canguro así que enseñarles es un reto que quiero asumir. Son nuestro futuro y es muy importante que tengan una buena base en todos los aspectos de su vida”.
Con este pensamiento no es extraño que quiera ser maestro. Cueste lo que cueste. Ya se ve en el aula dando clase. Sin zapatillas de clavos porque no aspira a ser deportista de élite. Aunque por el momento seguirá corriendo; unas veces en el Valle de las Cañas y otras a quince minutos de casa, en el Centro Deportivo Municipal Gallur. O andando por las calles de Pozuelo de Alarcón. O subiendo a trenes. Hasta alcanzar todas sus metas.
Asunción Mateos Villar