Quiso la casualidad que Benito Quemada viniera al mundo el mismo año que su primo Antonio López y en el mismo pueblo. En 1942. Hijo de Benito Quemada y Pilar López tiene una calle en Pozuelo por obra y gracia de su abuelo materno.
Su padre se casó con Pilar, una de las hijas del papelero Federico López y trabajó en la desaparecida granja Priégola para sacar adelante a sus pequeños Benito y Federico. Dice Benito que el propietario de la industria láctea, Antonio Barroso y Sánchez Guerra, de profesión militar y con cartera en el gobierno, le cogió mucho cariño. Tanto que le veía un futuro en el ejército. “El hombre quería que hiciera carrera en la Academia de Zaragoza pero mis padres no lo veían claro”.
Prefirieron que aprendiera un oficio en el colegio de los Salesianos de Atocha. Tras tres años como alumno interno -su madre iba a verle los domingos por la tarde- descubrió los secretos de la ebanistería y, sobre todo, de la cerrajería a la que se ha dedicado hasta su jubilación.
Al salir del internado, con algo más de dieciséis años, Benito trabaja un tiempo en una casa de muebles metálicos en el barrio madrileño de Carabanchel. Después cumple con la patria y comparte experiencia castrense con su primo Antoñito al que siempre ha estado muy unido. Juntos hicieron el servicio militar en Cuatro Vientos.
Benito asegura que la suya no fue una mili al uso. Gracias a un piloto militar de apellido Marugán recalaron en carpintería, lavandería y cocina. También hacían algún que otro recado y regaban el jardín pero guardias recuerda una o ninguna. “Estábamos más tiempo en Pozuelo que en Campamento”.
Hierros Mendiola
En los años sesenta del pasado siglo Benito abre con Jesús García Aparicio -su socio de toda la vida- un taller de cerrajería, al que se incorpora su hermano Federico, en la calle que lleva el nombre de su abuelo; en el barrio del tren. Cincuenta años ha estado al frente del negocio.
Puertas, ventanas, pérgolas y rejas a medida… por cientos han salido de sus manos y de las de sus oficiales. Muchas de ellas fundidas con materiales comprados en el almacén de Hierros Mendiola que hace unas décadas estaba situado entre las calles Tahona y Camino de las Huertas. Y la mayoría se han quedado en viviendas o empresas de Pozuelo.
Benito Quemada se casó en 1967 con Esther Martín quien hasta su jubilación trabajó en la ferretería familiar situada a pocos metros del túnel de la Estación; en la zona conocida como Las Tabernas. Tienen dos hijos, Pilar y Francisco Javier que ha recogido el testigo de su padre en el taller de cerrajería.
Tute, clarines y cornetas
Ahora que no trabaja disfruta de los pequeños placeres de la vida. De su mujer y por supuesto de los nietos. También comparte partidas de cartas y dominó con los amigos en el Centro Municipal de Mayores Prados de Torrejón. Pero cada año, a principios de septiembre, cambia de barrio por unos días.
Amante de la tauromaquia y socio de la Peña Taurina Seis y Medio -aunque ha pertenecido a otras- añora las tardes de gloria vividas en las Fiestas Patronales de la Virgen de la Consolación. Esas en las que El Juli se vestía de luces en una habitación del hotel levantado sobre la fábrica que en otro tiempo vendía piezas de hierro.
Asunción Mateos Villar