La mañana se despertó gris, el cielo estaba encapotado, la tristeza del comienzo del día no hacía más que presagiar una nefasta noticia que me golpeó cuando mediaban sus horas.

Desde varias personas, desde varios puntos, recibí la amarga información, nos había dejado, ya no nos lo encontraríamos más por las calles de Pozuelo, por ese barrio que fue su casa durante toda su existencia.

Pepe, Pepito, Pepote, nos has dejado sumidos en una desazón, en una suerte de enfado con el mundo, en un menoscabo de la razón, en una amarga experiencia.

Su relación con el mundo fue un cúmulo de buenos propósitos, su relación con la gente un ramillete de buenos amigos, un nutrido y abultado grupo de personas que sentían por él, y aún sienten, un cariño verdadero, que él correspondía con su sonrisa inocente y dulce.

No tengo claro si existe algo más allá pero, de lo que sí estoy seguro es de que, si hay algo parecido a un sitio en el que encontrarse a gusto pasada la laguna Estigia, Pepe tiene un puesto asegurado allí, un lugar preferente en la mesa de los que, como él, no han hecho mal a nadie y han repartido bondad a su alrededor.

La enfermedad acabó con él, ya le había desfigurado el carácter y la vida, ya le había dejado en mala situación para enfrentarse al devenir, al futuro, a los ataques de la cruel dama, que no diferencia bondad y maldad, y que trata amargamente igual a todos cuantos se encuentran con ella.

Y, si existe ese lugar en el que los buenos se establecen para toda la eternidad, tiene que estar alucinando, viendo a los que se fueron, observando los caminos que recorrer de nuevo, iluminando con su eterna sonrisa todo lo que observa. Quizá por eso ha salido el sol, al menos en donde yo estoy escribiendo estas líneas, como homenaje a quien nos ha abandonado, como constatación de su nueva búsqueda, de su nueva existencia.

Descansa donde estés, querido Pepe, disfruta del tiempo que aquí no te han dado y sigue demostrando que tu estatura moral es bastante más alta que tu estatura física.

Siempre te recordaremos.

Margarán