Así que pasen cinco años o Decíamos ayer… La Voz de Pozuelo, que fue mi voz durante muchos años, y en la que Asun me hizo eco en otras muchas ocasiones, vuelve. Un motivo de alegría y de brindis, en unos tiempos que es importante marcar la diferencia y abrir nuevos caminos de comunicación y de información.

El pasado septiembre murió Elvira Gutiérrez, escultora, artista, terapeuta y experta en arteterapia gestalt… Su escultura Amor universal, instalada permanentemente en Biarritz. Me enteré en una inauguración, lugar muy apropiado por otra parte. Elvira era también un referente y una pionera de la enseñanza de arte en nuestro municipio, son muchos los pozueleros que aprendieron y disfrutaron con ella. Funcionó el boca a boca, pero faltó un medio que lo contara.

Buscando fotografías de Elvira Gutiérrez para comunicar la noticia en las redes, fui buscando una de las entrevistas que le había hecho en La Voz, y página a página fue una mezcla de deleite y pesar, ver tantos artistas y exposiciones de los que quedaba memoria en sus páginas. Vi brotar el trabajo de tantos años, tan vivo, y a la vez olvidado en mis archivadores. Y pensé que merecería volver a salir a la luz, porque es parte también de un municipio en el que cuentan, hace muchos años, hubo lombardas. De la lombarda a la glicinia, mi particular búsqueda del tiempo ido.

Recuerdo aquella primera exposición colectiva en el antiguo Patronato Municipal de Cultura del camino de las Huertas, que vi entre sillas, en un batiburrillo de sillas y obras. Y la última vista en el MIRA, ese lujo de antológica de nuestro admirado José Luis Sánchez, el recorrido por una vida de trabajo y pasión por la escultura. Aunque sigue faltando una escultura suya en nuestro municipio. María Luisa Grande, optimista, pensaba que se iba a quedar definitivamente la que había en el exterior del MIRA. Aproveché para preguntarle que cuánto costó la de Dalí. Sonrio: «Uy, era la época alegre de Sepúlveda».

La edad te da memoria… Siempre que no aparezca el señor Alzheimer -¿era un artista, no?-, y uno recuerda incluso los tiempos que no vivió, como cuando Pozuelo salía en las novelas de Carmen Martín Gaite. O cuando Juan José Domenchina veraneaba por nuestro lares.

Y recuerda a los que se han ido: Calonje, Paluzzi, Vaquero Turcios, los Aguiar, Marcoida. O esas maravillas que atesoran tantas colecciones particulares de Pozuelo. ¿Quién sabe algo de la fantástica galería Nat Soldevilla?

Y el viejo edificio de El Foro, condenado al derribo. Para mí ya unido al nombre del joven Le frere, autor de la última exposición en la que era la sala de exposiciones más antigua de la comunidad de Madrid (1978/2016) en su espacio primitivo. Pero si el palacio de Nino Nanetti voló…
Brindemos, en un 2017 que rescata la memoria del malogrado Miguel Hernández. En Pozuelo pueden cruzarse tantos caminos.

Jesús Gironés