El de Calatorao siempre ha perseguido un sueño. Que fue creciendo en La Almunia de Doña Godina con incursiones a El Corte Inglés de Zaragoza. Su madre le llevaba una vez al mes para comprar el más preciado de los tesoros: una película. Ajeno a todo se pasaba la tarde leyendo sinopsis en cintas VHS. Siempre quiso dedicarse al cine y tenía las paredes de su habitación salpicadas de fotos y biografías de directores. De su tierra como Luis Buñuel y de allende los mares como Woody Allen. Precisamente en la ciudad natal de Allan Stewart Konigsberg conseguía, el pasado mes de junio, el premio a Mejor director novel en el Festival de Tribeca. Hugo Ruiz es el único español galardonado en el certamen de cine independiente fundado por Robert De Niro y Jane Rosenthal. Su primer largometraje, “Una noche con Adela”, fue seleccionado entre más de 12.000 películas y dejó impactada a la mismísima Jane que no paró de recomendarlo con vehemencia. No me extraña porque la historia protagonizada por Laura Galán (Goya Actriz Revelación 2023 por “Cerdita”) y rodada en plano secuencia no deja indiferente. Es cine de autor en estado puro. Parido con poco más de 300.000 euros y rodado en tres días. Que se estrena el próximo 1 de diciembre. El maño que ha hecho historia es desde hace una década uno de los nuestros. Si le ves jugando al tenis en el polideportivo que lleva su apellido no dudes en felicitarle. Porque lo suyo ha sido una carrera en solitario repleta de obstáculos y eso tiene mucho mérito.

Con la rebeldía de la adolescencia quiso dejarlo todo. Hasta las clases. Reconoce que nunca le gustó la educación reglada y eso que sus padres eran profesores. O quizás por eso. Tampoco le atraían los pósteres de Samantha Fox. Prefería decorar su cuarto con las entrevistas que le hacían a un jovencísimo Antonio Banderas o con fotos del director de Reservoir Dogs. Amaba el cine pero a escondidas para no levantar sospechas. Sabía que tarde o temprano se pondría detrás de una cámara. Lo tenía tan claro como la electroduende de La Bola de Cristal que se parece a Alaska. Y eso que en casa estaban dispuestos a pagarle una carrera universitaria. Le pudo la presión pero contó siempre con el apoyo incondicional de sus progenitores. También con el de su hermana Aída y su ahijada. “A los dieciocho años dejé los estudios para seguir aprendiendo por mi cuenta. En la escuela de la vida. Un año después salí de casa y me puse a trabajar en locales de ocio nocturno de Zaragoza”.

Hasta los treinta años Hugo Ruiz se dedicó al mundo de la noche. Pero seguía viendo muchas películas y con la idea de hacer cine una vez asentado. Comenzó con un bar pequeñito y acabó trabajando en discotecas de moda. Confiesa que nunca fue un hombre de negocios y que se le daban mejor las relaciones públicas. Hasta que conoció a Magda y tuvo que perfeccionar la técnica. Le costó que le hiciera caso pero ahora es su mujer. Hugo pensó que había llegado el momento de cambiar de vida y centrarse en su auténtica vocación. Con una mochila repleta de experiencias. Y de forma autodidacta empezó a escribir sus historias.

  • ¿Cómo fueron aquellos comienzos además de un poco tardíos?

No te creas que tanto. El cine no es sólo farándula y hacer una película es algo muy serio. Siempre tuve claro que todo lo vivido me iba a servir para escribir historias y tantas y tan variadas experiencias me han enriquecido. Los comienzos fueron muy complicados porque hacer cine hace veinte años en Zaragoza no era una tarea sencilla. Traté de contactar con los que hacían cortometrajes para saber por dónde empezar y cómo se escribía un guion pero nadie me echó una mano. Sólo quería tomarme un café con ellos pero resultó una misión imposible. Al final me derivaron a unos chicos que tenían dieciocho años y acababan de salir de la escuela de audiovisuales. Me comentaron alguna cosilla y sin saber nada de nada empecé a hacer cortos con mi primo que tenía una cámara. Yo había leído decenas de biografías de cineastas pero tenía cero conocimientos sobre cómo hacer una película. Pero creo tener cierta habilidad para escribir y resulta que lo que contaba tenía interés. El primero, Loli el poli, está rodado en mi casa. Aparece toda mi familia… salgo hasta yo (risas). Tuvo cierta repercusión y estuvo nominado en el Festival de Cine de Zaragoza. Luego hubo un salto cualitativo con Taxi fuera de servicio. Es una historia que escribí inspirada en El camarote de los hermanos  Marx. Como soy muy lanzado contacté con Miki Molina y Willy Montesinos para que interpretaran a los protagonistas y me dijeron que sí. Luego hice un tercer cortometraje, SOS, que estuvo nominado en festivales internacionales. Repetía con Miki Molina y Cayetana Guillén Cuervo, Terele Pávez y Miguel Hermoso completaban el reparto. Con cada rodaje aprendía mucho y tenía la impresión de que cada trabajo era mejor.

No era una impresión. De un cortometraje a otro hay años experiencia y trabajo constante. Es evidente con tan sólo un visionado rápido. Aquella fue su escuela y esos pinitos una carta de presentación que dejaba al descubierto mucho talento. Hugo se veía capaz de hacer frente a un largometraje y escribió una comedia pensando en José Sacristán, Michele Jenner y Eusebio Poncela: Viaje al olvido. Que en el ídem se quedó. A falta de interés, mecenazgo y recursos propios. Reconoce que es testarudo como buen maño y que a pesar de su complicada situación económica tenía que probar suerte en Madrid. Con una mano delante y otra detrás. Dejando en Zaragoza a su mujer y a su hijo de tres años. Quería estudiar cine, levantar su película y encontrar financiación.

  • ¿Y qué paso en la capital del reino?

Pues lo primero compartir casa con un grupo de chavales. Lo segundo apuntarme a una escuela de cine de la que me echaron a los siete meses porque no podía pagarla y que me sirvió de poco teniendo en cuenta el cine que tenía en la cabeza. En la capital del reino, como en Zaragoza, perseguía mi sueño. Pero no lograba darle caza. En todo momento tuve el apoyo de mi primo Javier que me acompañaba en mi particular carrera de fondo. Para sacar algo de dinero hacía encuestas por las mañanas en los autobuses. Luego conocí a unos chavales con inquietudes cinematográficas y montamos una pequeña productora. Intentamos conseguir una ayuda a través del Instituto de la Cinematografía y las Artes Audiovisuales (ICAA) para poder rodar mi película. En ese tiempo de presentación de números y burocracia, que tanto me agobiaba, me puse a escribir. Mientras trabajaba como encargado en La mafia se sienta a la mesa. Tenía la necesidad de crear y una película alemana, protagonizada por Laia Costa rodada en plano secuencia, me dejó tocado. Se llama Victoria y es una chica en la noche berlinesa. Me pareció fabulosa y pensé en contar una historia de esa manera. De repente comenzaron a aparecer notas que sólo entendía yo. Que a veces nacían en el restaurante italiano. Como me documento mucho suelo dejar papeles por todas partes. En nueve días tenía escrito el guion de Una noche con Adela.

  • ¿Has ganado el premio a Mejor director novel del Festival de Tribeca con una historia escrita en poco más de una semana?

Eso parece (risas) La verdad es que cuando acabé el guion estaba muy satisfecho. De hecho hablando con mi hijo le dije que había escrito una gran historia. Ahora tenía dos proyectos que levantar y la misma cantidad de dinero bajo el brazo. Porque el dinero del ICAA se acabó justo cuando nos tocaba a nosotros. La cosa mejoró algo con los 50.000 euros de subvención que nos concedió el Ayuntamiento de Madrid. Decidí aparcar mi comedia y me lancé a la búsqueda de inversores para presentar a Adela en sociedad. Entre todos lo conseguimos y en tres días de diciembre de 2021 -tras seis de ensayos- rodamos la película con Laura Galán como protagonista. La actriz acababa de protagonizar Cerdita. Precisamente durante el rodaje se enteró de que la cinta de Carlota Pereda había sido seleccionada para el festival de Sundance. Aunque en principio habíamos propuesto su papel a otra actriz española muy conocida tardó en contestar y Laura se convirtió en la perfecta intérprete de mi historia.

Y… ¡Qué buena tu historia Hugo! y ¡Qué gran trabajo el de Laura! La una y el otro están llenos de verdad y eso es un regalo para los amantes del cine. Cuando charlamos un par de horas -o algo más- en el saloncito del Serrano todavía no había visto la película y le dije que necesitaba hacerlo para montar esta entrevista con conocimiento de causa.

La disfruté al calor de mi hogar pero congelada por el frío de la noche madrileña. Pegada a la pantalla me parecía oler a nicotina. Me sobresaltaba -sin moverme- con algunos sonidos que acompañan a su plano secuencia y alucinaba con la luz de las farolas. Reconozco que Adela me cayó bien desde el principio. Hasta le perdono que pasara de mí y me abandonara en el salón de sus padres. También que no me dejara indiferente y me hiciera reflexionar. Esto último incluso se lo agradezco. Porque una cosa te escribo Hugo: a mí tampoco se me va de la cabeza.

Decía el novelista George Orwell que quien controla el presente, controla el pasado. Yo diría que la protagonista de la ópera prima de Hugo Ruiz es experta en la materia. Como su padre cinematográfico. Que trata de ordenar lo vivido en los últimos años. Feliz porque ha hecho la película que ha querido corriendo algún que otro riesgo necesario. Porque tenía que ser como la había imaginado.

En eso piensa cuando recuerda su noche con el jovencito Frankenstein. También cuando mira el cuadro de Wanda Raimundi que le trajeron de Nueva York sus amigos Virginia y Pedro. Esa obra de arte que le acredita como el único español en el palmarés de Tribeca.

Asunción Mateos Villar

Una noche con Adela se estrena en cines el próximo 1 de diciembre y forma parte de una trilogía junto a Dante de noche y La noche de Domingo. Es la primera de tres historias autoconclusivas que suceden la misma noche en Madrid. Hugo Ruiz ya tiene escritos los guiones de la segunda y la tercera y asegura que son muy potentes.

Una noche con Adela podría llegar a los Goya pasando por los Forqué y los Feroz.