Sonia Arranz se prepara para ser doctora mientras remata su segunda novela y esboza la tercera. La primera, Un melocotón con piel de plátano, se presenta mañana en el Club Kolima. Es probable que durante el acto, al que asistirá Antonio Garrido, catedrático de Teoría de Literatura y su director de tesis, recuerde la cara de su vecina cuando le dijo que de mayor quería ser escritora. Quizás hasta confiese que no cree en los juegos de azar.

Una profesión de ricos. Después el médico soltó una carcajada. Así podría comenzar la novela sobre el flechazo de Sonia Arranz con la literatura. Todavía no ha olvidado la risa del facultativo cuando contestó con sinceridad a la misma pregunta que le hicieron en el portal de su casa. De pequeña, además de escritora, quería ser invisible porque era la mejor manera de pasar desapercibida; de observar sin sentirse observada. Lo segundo no lo ha conseguido pero reconoce que cuando está en pleno proceso creativo suele desaparecer. Para centrarse en la historia y los personajes. “Me vuelvo ermitaña porque así es más sencillo tener una doble vida”.

La real comienza en 1973 en un barrio de Madrid donde crece rodeada de libros porque su padre era un gran aficionado a la lectura y socio del Círculo de Lectores. Disfrutaba leyendo y se imaginaba escribiendo novelas. Con el tiempo tuvo claro que no serían de aventuras y acabó enamorándose de Tolstoi y Dostoievski. Aunque lo suyo tenga más que ver con HawthorneShakespeare. Le encanta comunicarse en otros idiomas y pudo estudiar traducción e interpretación pero suponía dejar a los suyos y trasladarse a Granada. “Me decidí por filología inglesa en la Autónoma que, además de impartir clase en inglés, se centraba en la literatura inglesa y americana”.

Su cara se ilumina recordando la época universitaria. En esos años descubrió muchos autores hasta entonces desconocidos y fue becaria sin salir del campus. Luego hizo el CAP y se puso a trabajar para poder escribir en sus ratos libres. Sobre todo relatos. Hasta que pensando en dar el salto a la novela acabó haciendo el máster de escritura creativa de la Complutense.

– ¿Cómo recuerdas ahora el posgrado?
Tuve que escribir de todo. Hasta un ensayo y no tenía nada que ver conmigo. Me parecía que no podía disertar sobre cuestiones intangibles con objetividad, ni en primera persona, pero lo conseguí y la sensación fue buena. No lo fue tanto escuchar a un profesor diseccionando mi relato sobre una noticia de periódico. Como un cirujano con bisturí y me dolió en el alma. Salí del aula sangrando y pensando en la temática del siguiente trabajo. La tenía clara: escribir sobre lo que había vivido en clase. A mi profesor, Antonio Garrido, le gustó mucho.

Tanto que se ha convertido en su director de tesis. Tanto que mañana participará en la presentación de Un melocotón con piel de plátano, la primera novela de su alumna; una historia que aunque nació en Pozuelo hace cinco años se editaba el pasado mes de enero. No está de moda apostar por nuevos talentos literarios y las grandes editoriales prefieren no arriesgarse.

-¿Cuándo se cruza Kolima en tu camino?
Pues después de varios intentos. El primero en una cena en la que coincidí con un conocido periodista al que le hablé de mi novela. Me dijo que su madre era la mejor crítica y que se la iba a dar para que la leyera avisándome de que podía esperarme de todo. Si le gustaba me ayudaría. A los tres días me llamó para decirme que le había encantado así que la llevó a su editorial. Pero no pudo ser. Al parecer iban a lanzar otro libro ambientado en la misma época que el mío. Luego probé suerte con otra que me dijo que podría publicarse si añadía algo de violencia de género. Aquello no me gustó. Siempre he tenido claro que lo más importante es la libertad a la hora de escribir. Hasta que en Kolima apostaron por mí. El año pasado firmé el contrato y hace tres meses veía la luz Un melocotón con piel de plátano.

Con su recién nacida se siente feliz. Pero ahora tiene por delante una tarea tan ardua como el alumbramiento: dar a conocer su novela. Asegura que sería más sencillo si fuera presentadora de televisión o artista o alguien que escribe sus memorias.

Mañana es la puesta de largo, el gran día, pero vendrán más. El próximo 22 de abril venderá y firmará ejemplares de su ópera prima en la caseta de Autores Locales de la Feria del Libro de Pozuelo. Como Manuel y María Jesús ¿Qué tal si te pasas y te llevas su novela? Podrás leerla en cualquiera de los espacios verdes por los que la autora pasea con su pequeño. Y te darás cuenta de que todas -y todos- somos un poco Clara.

Asunción Mateos Villar

La metamorfosis de Clara

Un melocotón con piel de plátano está ambientada en el Madrid de los años cincuenta. Clara decide casarse para salir de un hogar en el que resulta imposible respirar. Pero lo que le espera junto a su esposo no es precisamente una ráfaga de aire fresco. Hasta que un hecho inesperado hace que coja las riendas de su vida. En lugar de aferrarse al pasado.

La novela de Sonia Arranz es femenina pero no feminista. La trama sencilla sólo en apariencia huye del sentimentalismo y se centra en el gusano, por supuesto de seda, que se convierte en mariposa.