Ahora nos lleva por el camino perruno. Potentes imágenes. En eso no cambia. Escondidos en las redes sociales, la artista nos hace reflexionar: que mostramos, que ocultamos. Y su obra es una invitación a la exuberancia. Hay que vivir la vida: no nos ocultemos.

Escribió Max Aub que el catolicismo merecería la pena solo por la obra de Buñuel. Y no he podido evitar acordarme de su comentario al pensar en Loreto Pozuelo, cuya obra conozco y me acompaña hace tantos años ya. Insobornable en su deseo de pintar y de crear. Acercándose a la realidad y dándole la vuelta para que se entienda. Para que se sienta. Para que se comprenda. El malestar de lo que no encaja. Y todo por un afán de libertad.

Extrañas muñecas ahorcadas -que eran una niña jugando sola-. Un caracol humano sin caparazón que es la imagen viva de la soledad del hombre. Una bañera repleta de rosas, que quizá fuera una mujer. Un árbol del revés, con las ramas llenas de pájaros, al derecho. Un Federico García Lorca con la silueta de Dalí clavada a modo de amor oscuro. Y el aire surreal daba un pasaporte de transgresión que evitaba la catástrofe.

En la exposición que ahora presenta en Pozuelo de Alarcón, me enamoré de una obra. Era una nube solitaria que a mi me parecía que lloraba. Cuando te fijas es una nube tan negra que está hecha de cuervos. Y las gotas/lágrimas son de oro. Soy de las que siempre ve luz al final del túnel, nos contaba.

Su actual exposición, Escondidos, habla de la máscara. De las máscaras. Las que nos ponemos en sociedad, y que ahora tienen el escenario privilegiado en las redes. Mostramos lo que queremos, nos ocultamos para dar una determinada imagen de nosotros. Ese afán de Bernarda Alba. “¡mi hija ha muerto virgen!”. Tan antiguo y tan actual. Quizá las redes nos camuflan bajo la apariencia -o no- de libertad absoluta. Por eso Loreto ha dado un salto mortal -para mí-. En todo caso radical. Para hablar de los humanos ha elegido a los animales. A los perros sobre todo. Orcajo durante años, para hablar del hombre solo pintaba su ausencia. Eran los tiempos de sus desoladas autopistas -parece imposible, no había-.  Y de ciudades casi de ciencia ficción, a las que admiraba y temía. Loreto ha elegido a perros y otros animales. De ahí que Frida Khalo sea un bulldog francés.

Imposible no pensar en “Mi familia y otros animales” (Gerald Durrell) o en “Sirio” (Olaf Stapledon), o en la tierna historia de Carmina Abril “Canela y el mar”. O volviendo a nuestro mundo, el animalismo como uno de los potentes movimientos actuales. Y la naturaleza se ha hecho omnipresente en muchas de sus obras. Tras sus hojas, y ramas, se esconden las personas. O tras las cerraduras. Tenemos que ser voyeurs. Saltarnos las normas, fisgar. ¿Qué hay detrás de lo que intuimos? Pero no hay respuestas. Pistas si acaso. ¿Quienes son los personajes? Cada espectador tiene que ser un detective. Como esas personas que investigan el mundo y las vidas de los otros a través de facebook, instagram, you tube y tantas otras.

Loreto Pozuelo juega al escondite. ¿qué nos esconde? O quizá nos da pistas. O solo quiere disfrutar y hacernos disfrutar con el antiguo juego de la pintura. Porque no ha hecho más que empezar. De momento me sorprende la exuberancia del mundo que ha pintado. Es una incitación a la vida. Hay que dejar de esconderse detrás del móvil. Algo así pienso yo. Pero a Loreto Pozuelo le interesa la opinión de cada espectador. Su obra te está esperando. Solo tú puedes descubrir lo que esconde.

Jesús Gironés

Escondidos de Loreto Pozuelo
Hasta el 15 de febrero en Alejandría ad Hoc
Doctor Ulecia, 8

Loreto Pozuelo y Jesús Gironés