Tenía diez años cuando una Guzzi V50 con el distintivo de policía municipal daba vueltas por la ciudad para velar por la seguridad de los vecinos. En aquel tiempo de bosques de olmos y pasteles sólo existía una gran avenida -la del Generalísimo- y el torreón era una torre abandonada en lo alto de una colina, a medio camino entre el Pueblo y la Estación, desde la que se divisaban huertas de lechugas y lombardas. Un terreno conocido como Blanca Paloma -hoy La Finca- separaba el casco histórico de Prado del Rey y en La Cabaña había dos restaurantes. Además de a la azotea, me he subido a esa motocicleta, aparcada en el vestíbulo del espacio cultural Mira, para invitarte a una exposición que nacía, crecía y se multiplicaba gracias a dos agentes aficionados al coleccionismo. “Historia de la Policía Municipal. Cien años de seguridad ciudadana” es un homenaje a nuestros ángeles de la guarda. Que a partir de esta semana y hasta finales de marzo será público y notorio.

Lo de poner palabras y un poquito de corazón a la historia de la policía municipal de Pozuelo de Alarcón ha sido una auténtica gozada. Siento debilidad por el pasado de la ciudad en la que vivo y tecleo. También por sus gentes. La exposición que esta semana se abre al público va precisamente de eso. De hombres y mujeres encargados de labores relacionadas con la seguridad y el servicio al ciudadano. En algunos casos de forma voluntaria.

“Historia de la Policía Municipal. Cien años de seguridad ciudadana” tiene que ver con el minucioso trabajo de recopilación y custodia de Marco y Paco. Pero sobre todo con su ilusión -contagiosa- por compartir un legado tan interesante como valioso. A los dos agentes les he traído de cabeza en las últimas semanas. Por aquello de la luz y los taquígrafos.

Los muchachos que se tomaron una foto en la casa del maestro en 1992, el mismo año en el que yo hice mis primeras prácticas de periodismo -qué cosas- me descubrieron el tesoro. Guardado con mimo en la planta baja de la comisaria. También me hablaron de lo maravilloso que sería poder transformarlo en museo.

Lo que vas a encontrar cuando atravieses la puerta del espacio expositivo del MIRA no lo es pero se le parece mucho.

Asunción Mateos Villar