¡Qué alegría verte!¡Qué bien tenerte de vuelta!¡Cuánto me alegro!¡Te quiero!¡Qué bonita eres!¡Vamos valiente! Jamás pensé que escucharía tantas palabras de ánimo. Ni que un colega me diría, por privado, que no deje nunca de escribir. Ni que otro públicamente me enviaría una epístola. Tampoco sabía que pudiera recibir tantos abrazos en apenas un par de horas. No imaginaba que volver era esto. Ayer, aprovechando que el sol también regresó me animé a pasear por calles y plazas concurrridas. Caminando, con Charo y Henar, llegué a la Feria del Libro donde me crucé con Susana, Vicky, Mari Luz, Montse, Patricia, Ana, Ángel, Unai, Anita, Úrsula… y con la que probablemente era la aficionada a la lectura más joven; Ayla. Tres meses cumplía y la sostuve en mis brazos. Regresando a la vida.

Una vida que discurría alegre en el corazón de la ciudad. En la terraza de La Aurora volví a sentir los latidos del mío. Ese que compartió espacio con Noé y al que mi hijo ha regresado para siempre. Vamos de la mano y no me la suelta nunca.

Pero esto no me impide golpear el teclado, arropada por la energía del sol que se cuela por mi ventana y es suficiente para ver con claridad la pantalla del ordenador y mis reflexiones.

A pocos pasos de mi barrio, de mi casa, en ese lugar al que tanto miedo me daba volver, me sentí rodeada de cariño. Y pude comprobar que el amor me sigue llegando y que es capaz de mover montañas.

Muchas Gracias, otra vez. Os quiero.

Asunción Mateos Villar