El sacerdote Luis Béjar Colet nació en 1877 y murió en 1944. Sus restos mortales descansan en la iglesia de las Calatravas. Fue Rector del templo madrileño situado en la calle Alcalá. Su vínculo con Pozuelo comienza en los años veinte del pasado siglo cuando compra, en el tramo final de la calle Bailén, una finca con huertas y pozos al señor Panero. De su propiedad hoy sólo queda una celosía rematada con una cruz de hierro. Justo al lado acaba de abrir sus puertas la nueva sede de la Asociación Cultural La Poza dedicada, desde hace más de dos décadas, a salvaguardar y difundir la historia de Pozuelo de Alarcón. Y, lo que es más importante, de sus gentes.

Luis Béjar estudió su carrera en el seminario madrileño como alumno interno obteniendo en todas las asignaturas unas magníficas. A finales del siglo XIX estuvo empleado durante cuatro años en la Secretaría de Cámara de la diócesis de Madrid con el cargo de oficial honorario sin salario hasta que fue nombrado oficial de número del Negociado de Personal y Órdenes Sagradas con sueldo ordinario.

El 21 de diciembre de 1902 fue ordenado Presbítero y nombrado capellán y oficial de la iglesia parroquial de San José. El 18 de febrero de 1910 obtiene el grado de licenciado y sale de la capital con destino a Málaga para convertirse en Canónigo de su espléndida catedral. Pero vuelve seis años más tarde para ocupar una vacante de canónigo en la Santa Iglesia Catedral de Madrid. En la capital de España discurre prácticamente toda la vida laboral del sacerdote. Pozuelo es su remanso de paz.

Durante su vida eclesiástica Luis Béjar ocupó diferentes cargos y todos de responsabilidad. Pudo haber sido director espiritual de Alfonso XIII con quien mantenía una relación de amistad y respeto mutuo. El Rey le nombró Caballero de Calatrava; una orden militar-religiosa, fundada en el siglo XII y le regaló una escopeta de caza que todavía conserva su familia.

Paraíso terrenal

Luis Béjar vivía en la calle Mayor de Madrid pero sentía la necesidad de respirar aire puro. A comienzos de los años veinte del siglo XX compra unos terrenos en un pueblo tranquilo, a pocos kilómetros de su lugar de trabajo. La parcela estaba en el tramo final de la céntrica calle Bailén -aledaña a la parroquia de la Asunción de Nuestra Señora–  y se extendía hasta la actual Travesía de Tahona. El señor Panero se la vendió por 26.000 pesetas.

La finca de recreo estaba presidida por una gran casa y los jardines con estanques refrescaban las soleadas tardes de verano. El agua de los pozos regaba huertas de verduras y frutales. Paseos orillados de vegetación y dos grandes avellanos completaban un paisaje único; un paraíso terrenal con paseo de la parra.

En los terrenos del sacerdote había caballerizas, cuadras para animales y corrales para las aves que se disfrutaban a la cazuela o en pepitoria acompañadas de pan recién horneado. Cuando llegaba el verano los hermanos, cuñados y sobrinos del cura se reunían en la casa de Pozuelo. En aquel tiempo Luis Béjar compartía los frutos de su tierra con los vecinos y repartía cestas con comida y medicinas a las familias más desfavorecidas. Hasta que sonaron las sirenas.

Cuando terminó la guerra Luis Béjar se deshizo de su propiedad y la vendió por 250.000 pesetas a la familia Mendiola que la transformó en un almacén de hierros  en el que compraba material Benito Quemada. Tampoco de aquello queda nada… sobre sus cimientos una conocida empresa levantó hotel y urbanización con bajos comerciales.

Asunción Mateos Villar

Luis Béjar y su familia en la casa de Pozuelo

Paseo de la parra. Finca de Luis Béjar

La sede de La Poza fue en los 90 Centro de Información Juvenil