Vacío… esa es la sensación. Un gran vacío que todo lo envuelve. Vacías las calles, vacías las plazas, vacíos los arcos… vacío todo Pozuelo. Sin tí, solo hay vacío.

Vacío quedaba Pozuelo el pasado mes de septiembre cuando perdimos tu presencia entre nosotros. Cuando te fuiste, camino de Sevilla, para volver más bella que nunca a principios de febrero. Y, al poco tiempo de tu regreso, nos confinaron y no podíamos ir a verte. Con todo el consuelo que necesitábamos en esos momentos, debíamos mantenernos alejados de ti. Para protegernos nos obligaste a no visitarte. Como sabe una Madre proteger a sus hijos de cualquier mal…

Y, de nuevo, nos quieres volver a proteger quedándote en tu casa y no saliendo a nuestro encuentro ¡Qué extraña esta Novena! Otros años vamos descontando los días como quien deshoja una flor… el primer pétalo cae cuando te vemos en lo alto de tu altar para comenzar tus cultos. El segundo cae cuando tus hijos más pequeños te pasean por la plaza, con la ilusión iluminando sus rostros, soñando poder llevarte algún día sobre sus hombros como lo hacen los mayores. El tercer pétalo cae cuando empieza el Triduo y un predicador explica a Pozuelo cuanto valor tiene ser hijos de la Madre de Dios. El cuarto se deja caer el viernes, cuando los que ya son tus hijos quieren hacérselo saber al mundo entero y comienzan a formar parte de tu Congregación; qué caritas de emoción tienen los padres y abuelos cuando llevan a sus recién nacidos para imponerles la medalla. No tiene precio…

Comienza el trajín, sábado de fiestas, torrente de alegría que inunda las calles de Pozuelo. Ese quinto pétalo toca el mármol con los primeros vivas tras cantarte la Salve. Y llegó el día anhelado, ese día para el que trabajamos todo el año. Todos, absolutamente todos, vienen a rendirte pleitesía, ese día sí que inunda de pétalos el suelo de tu iglesia, cada uno con una promesa, con una petición, con un agradecimiento… bendito olor que desprende el amor que Pozuelo te tiene. Se celebra Misa en tu honor y de nuevo todo se llena de vivas y de piropos para ti.

Cuando cae el sol llega el momento. Sales de tu casa, tu corona intenta besar el dintel de la puerta, cuando pisas el suelo de tu pueblo todo se para. El tiempo se detiene a tu paso y todos te miran. Esas miradas te imploran, esas lágrimas te piden, ese esfuerzo te levanta, esos pasos te mecen, esas llamas te iluminan, esas flores te engalanan, esa música te acompaña, ese olor a ti todo lo envuelve y no quieres que ese momento acabe nunca.

Al entrar de nuevo en tu casa cae el último pétalo de esa flor, cuando tus hijos te devuelven al cielo del que bajaste hace once días para hacerte presente entre nosotros. Parece que la flor se ha marchitado. Pero no, está más viva que nunca y nacen pétalos más bellos al año siguiente. Este año nos llevaremos a casa esa flor a la que aún le quedan unos pétalos por caer.

No queremos darnos por vencidos. Un año, solo queda un año para volver a vivir todos estos sentimientos, solo un año para verte imponente sobre tus andas, conquistando corazones con cada uno de tus pasos, rompiendo las entretelas del alma con tu presencia en las calles. Solo nos queda esperar.

Como diría el gran periodista y pregonero sevillano, Antonio García Barbeito ¿Qué hay más grande que una espera, cuando se sabe que esa espera desembocará en la dicha plena?

Tranquilos, mis impacientes paisanos, que solo nos queda un año para volver a tocar el cielo con las manos.

Pablo Martín del Viejo

Pablo Martín del Viejo es vocal de la Junta Directiva de la Congregación de Nuestra Señora de la Consolación Coronada