El Club Olímpico de Rugby cumple la próxima temporada sesenta años. Los primeros pasos los dio como Olímpico 64 inspirado en las Olimpiadas que se celebraron en Tokio. Con jugadores de una barriada situada entre el Puente de los Franceses y San Antonio de la Florida. Tras una década en Leganés se trasladó a Pozuelo de Alarcón en 1976 y en 1986 el Olímpico de Pozuelo se proclamó campeón de la Copa del Rey. Con el cambio de siglo y en estrecha colaboración con el Patronato de Deportes, directivos, cuerpo técnico y jugadores crea una gran plataforma en la base del club con equipos en las categorías alevín, infantil, cadete y juvenil. Que se traduce en 2004 en el nacimiento de la Escuela de Rugby de Pozuelo de Alarcón. Luego llegarían los ascensos a categorías nacionales y la pasión por el deporte que más normas tiene sobre el terreno de juego. Eduardo, Juan, Afro, Miriam y Lía aseguran que es más contagiosa que cualquiera de los virus que nos traen de cabeza. Son los capitanes intrépidos. Con ellos quedé en el restaurante que les patrocina para charlar sobre las nuevas generaciones. Esas que van a recepcionar como si fuera un pase. Con todo el cariño del mundo.
Uno de los objetivos del Olímpico de Rugby es consolidar los equipos senior masculino y femenino en la élite del Rugby Nacional para que sirvan como referencia a las categorías inferiores. Otro es llevar todos los años a cada equipo de las categorías inferiores (junios, juvenil, cadete, infantil, alevín, benjamín, prebenjamín y jabato) a la máxima competición nacional mediante la clasificación para los Campeonatos de España. Porque sus responsables están convencidos que es el mejor premio al esfuerzo, el sacrificio y los valores del Club.
De eso saben mucho los capitanes y sus compañeros en el campo. Porque acuden al gimnasio dos días a la semana como mínimo y entrenan tres días a la semana en el Valle de las Cañas. Están enganchados y se esfuerzan por crecer cada día. Como deportistas y como personas. No dudan en llevar la contraria al cantante de Revolver. Sí hay droga más dura e inocua que el amor sin medida: el rugby.
Los del Olímpico avisan que es una adicción contagiosa y que no entienden la vida sin rugby. Porque el rugby les da la vida. Tampoco sin la omega que algunos jugadores tienen tatuada en la piel. Ellas y ellos han formado una tribu majísima que refleja los valores del club. Juntos son más fuertes y solidarios. Siempre hay alguien dispuesto a echar una mano en caso de desplazamiento, imprevisto y hasta mudanza.
Entre risas me cuentan que los primeros pasos los dieron animados por amigos o conocidos. Que algunos son de aquí y otras de un poco más allá -como Lía- y que el rugby es el deporte que más practica el juego limpio. Actualmente existen alrededor de noventa normas que cambian y se actualizan para garantizar la seguridad de los jugadores. En una sola frase acaban con la idea preconcebida que la gente tiene del deporte: “El rugby es agresivo pero no violento”.
Hay quienes como Juan, Eduardo o Afro descubrieron el poder de la “guinda” antes de la adolescencia y quienes como Miriam o Lía cogieron por primera vez la “bocha” en la universidad. Pero cualquier momento es bueno para montar una “scrum”.
Los capitanes son los mejores embajadores del Olímpico. Ahora además de entrenar, estudiar, trabajar y jugar tienen una misión especial: conseguir que más niños y niñas de Pozuelo de Alarcón -y alrededores- se apunten a su escuela de rugby.
Para que descubran el más noble de los deportes.