A veces, una se encuentra con sorpresas agradables que llegan a través de las redes sociales. Hace unos días alguien que prefiere permanecer en el anonimato y que me ha confesado compartir conmigo el entusiasmo por las historias de las gentes de aquí me hizo llegar unas fotografías inéditas de la familia de pasteleros más recordada del pueblo. Todo un documento. No sólo porque algunas de ellas se hicieron en el obrador de la calle Tahona -el primero que abrieron antes de trasladarse a la plazoleta- sino porque aparece Pedro, el hijo mayor del repostero, menos conocido que su hermano Joaquín porque al poco de llegar a Pozuelo de Alarcón moriría de leucemia.

Los dos hijos de Pedro y Casilda nacieron en Borox. En la aldea toledana discurrió una infancia compartida con sus padres y su abuela Concha. Allí crecieron y se disfrazaron de mexicanos. Como otros niños de la época que celebraban las fiestas de su pueblo y años después se ponían un traje para acompañar al cabeza de familia.

Si las fotografías de infancia y juventud de Pedro y Joaquín me hicieron ilusión con las del obrador de la calle Tahona me quedé boquiabierta. En una de ellas Pedro Nieto sujeta una bandeja de bollos junto a su hijo mayor que mira hacia una mesa salpicada de especialidades de la casa aún por hornear. En la otra el pequeño, Joaquín, introduce algo parecido a unos “suizos” en el horno. Los tres parecen ajenos al objetivo del fotógrafo.

Las puertas de la Pastelería Nieto situada en la plaza del Padre Vallet -hoy es una oficina bancaria- se cerraron hace casi tres décadas y con ellas una historia que, a partir de hoy, es más dulce. Gracias querido desconocido por el regalo.

Asunción Mateos Villar