Hoy Marta ha cogido el avión de regreso a Estados Unidos. Con rumbo a Dallas. Después uno más pequeño le ha llevado a Odessa, el condado de Texas donde trabaja como maestra gracias al programa de profesores visitantes del Ministerio de Educación. Podría haber impartido clase en otro, concretamente en Houston, pero durante la entrevista soltó esa frase que a algunos nos viene a la cabeza cuando escuchamos el nombre de la ciudad cercana al golfo de México. Lleva un año viviendo a unos 8.000 kilómetros de lugar en el que ha crecido y va a por el segundo. Con las pilas cargadas tras unos meses de desconexión y buenos momentos con la familia y los amigos.

Atraviesa la década de los treinta con una gran sonrisa y una mochila cargada de experiencias. Sospecho que lo primero le viene de serie y lo segundo no es por casualidad. Marta Gutiérrez Urién es la cuarta de cinco hermanos. Quizás eso tenga que ver con su naturaleza inquieta. Hubo un tiempo en el que lo mismo se tiraba sentada en monopatín por una pendiente pronunciada que saltaba la valla de un convento que daba patadas a un balón. Para tratar de colarlo en una portería imaginaria situada de un extremo a otro de la calle. O la felicidad a mediados de los noventa en una colonia de chalecitos. Entre el pueblo y la estación.

De sus comienzos en el Liceo Sorolla hay una foto y de los años en Escolapios una decisión drástica. Nada de uniforme escolar. Lo de la falda no le emocionaba. No era cómoda para seguir golpeando un balón. Marta dice que fue allí donde empezó a tomarse más en serio lo del fútbol. Con la ayuda de Fernando, su profesor de Educación Física que pronto se convirtió en el míster. “Aunque los del club deportivo no quisieron federarnos creo que aquello fue el germen de la cantera del Pozuelo femenino que potenciaron Pirulo y Pedro que, por cierto, ha sido entrenador de las chicas del Arsenal”.

En el Pozuelo CF jugó durante seis temporadas y fue entrenadora de la escuela de fútbol femenino. Corría la época del instituto Camilo José Cela y de su paso por el Consejo Escolar. Pronto se convirtió en una alumna objetora y el megáfono en un compañero inseparable. Luego se implicó en movilizaciones, huelgas y manifestaciones. Tanto que tuvo que pasar por el despacho del director. “Yo pensé que me iba a expulsar pero me propuso un acuerdo para mantener informados a los padres. Algunos profesores eran magníficos”.

Miss Urién

De la selectividad recuerda que no la preparó bien por culpa de las fiestas de Pozuelo. Como suspendió decidió cursar un grado superior de Animación Social y Cultural en Majadahonda. Que también le animó a recoger chapapote en Galicia. En otoño de 2002 el petrolero Prestige se convirtió en el protagonista de un gran desastre medioambiental que afecto a 7.000 kilómetros de costa española, portuguesa y francesa. Y allí estuvo Marta. Echando una mano. Aunque fuera debajo de un guante. Cuando terminó la formación profesional accedió a la carrera de magisterio y aunque su primera opción fue Educación Física acabó estudiando Educación Primaria. “Hice las prácticas en el colegio Las Acacias y disfruté mucho compaginando la carrera con extraescolares y las clases particulares”.

¿Cómo acabas de maestra en la ciudad texana de Odessa?

Lo de residir en el extranjero siempre me había llamado la atención. Alguna vez lo comenté con mi pareja cuando vivíamos juntos pero él tenía trabajo aquí y yo no cumplía los requisitos así que la idea no prosperaba. Cuando finalizamos la relación rellené el formulario para entrar en el programa de Profesores Visitantes del ministerio de Educación. El primer año, solicité ir a Utah pero acabaron ofreciéndome plaza en Detroit y me pareció demasiado; por el frío y la inseguridad así que la rechacé. El segundo año, solicité Texas por el clima y el número de plazas. Primero me entrevistaron para un colegio de Houston pero no les convenció mi perfil. Quizás el hecho de que me preguntaran qué sabía de Houston y les respondiera “Houston…Tenemos un problema” influyó y finalmente me ofrecieron Odessa. Cuando me lo dijeron lo primero que me vino a la cabeza fue la animadora de la serie “Héroes”.

¿Qué hace una chica como tú en Odessa?¿Cómo es tu trabajo en el colegio?

Odessa me eligió a mí. Es una ciudad de 116.000 habitantes en medio del desierto que tiene mucha demanda de profesores bilingües porque, más o menos, la mitad de la población es de origen hispano. Vivo en una residencia para profesores, en una habitación con baño y comparto las zonas comunes. Los alquileres son muy caros y esta opción de vivienda es cómoda y barata. Mi jornada comienza temprano; me levanto a las seis de la mañana e intento llegar al colegio a las siete o incluso antes para estar un rato tranquila preparando cosas antes de recoger a los niños. A las siete y veinte nos reunimos en el gimnasio del centro; sentados en su fila en un silencio absoluto. Uno de los profesores lee las noticias del día y las palabras de la semana y su significado (una de lengua, una de mates y otra de ciencias). Luego escuchamos el lema del centro y tras un tiempo para agradecer lo que tenemos todos, mano al pecho, recitamos el juramento a la bandera americana y a la tejana. Tras esta rutina vamos a clase y los niños desayunan alimentos tan sorprendentes como pizza, crepes de chocolate, mini hamburguesas, cereales con leche, zumo y algo similar a la fruta como gelatina o variedades en almíbar. La única fruta de verdad es la manzana del jueves. Y a las ocho en punto comienzan las clases.

Petróleo y cóctel de camarones

Entre asignatura y asignatura de música, educación física, biblioteca, escritura, matemáticas y ciencias dispone de treinta minutos para comer. Suele hacerlo a las once y media de la mañana. Su jornada termina a las tres y cuarto -en teoría- porque luego hay que acompañar a los niños al autobús o con sus padres y rellenar informes. Y algunos días se programan actividades obligatorias después de clase como el baile de padres o el concurso de talentos. Reconoce que se le hace larga y que todavía alucina contemplando el pozo de petróleo del patio del colegio. “Sólo funciona cuando no hay niños en el cole y tenemos un protocolo específico que se activa cuando el nivel de gas es elevado. También simulacros de incendios con profesionales muy cualificados”.

Al salir de centro educativo y los fines de semana Miss Urién saca su lado más divertido y aventurero. Barbacoas con amigos, partidas de bolos y la liga de “raquetball” son actividades con las que disfruta cerca de casa. En el último año ha habido otras… un poco más lejos. Como el festival de globos aerostáticos de Alburquerque, la bajada a las cuevas de Carlsbad y la subida al Pico de Guadalupe, el punto más alto de Texas (2.667 metros). También ha visitado parques estatales como el Gran Cañón y ciudades como Austin, Dallas, San Antonio, Amarillo, Nashville, Memphis o New Orleans. “Además de estas escapadas de fin de semana, he viajado por la costa oeste en dos ocasiones, he ido a San Francisco y a Puerto Vallarta en México. Hasta volví a casa por Navidad”.

Como el turrón. Doy fe. Fue cuando nos presentaron y tramamos esta entrevista. Que sigue. Porque Marta tiene tanto que contar y lo hace tan bien…

¿Qué diferencias encuentras entre Texas y España o Madrid?

La vida es muy diferente. En Texas necesitas el coche para vivir. Moverte por aquí sin auto es una auténtica locura; primero porque las distancias son muy grandes y segundo porque no parece nada seguro ir caminando. El clima es similar al de Madrid pero más extremo. En verano sopla un aire caliente (como si saliera de un secador) bastante inaguantable. En otoño tuvimos bastante lluvia y teniendo en cuenta que no tienen alcantarillado te puedes imaginar las que se liaban. El invierno ha sido frío y cayeron algunos copos de nieve. En primavera ha habido tormentas eléctricas y… ¡hasta un tornado! Por la noche, soplaba mucho viento y llovía y eso sumado a que la casa es de madera hizo que nos desveláramos un largo rato. Pasamos un poco de miedo.

Quita ese episodio y se queda con la experiencia americana y con la gente que se ha cruzado en su camino. En el desierto o en la parte verde de Texas. Que también existe. Con las hamburguesas, el cóctel de camarones, el salario y los viajes.

De aquí volverá a echar de menos a los suyos y a los amigos de toda la vida, la variedad y calidad de la comida, las terrazas y la seguridad social. Asegura que esto último no lo apreciamos lo suficiente. Y que salir de su zona de confort le ha hecho crecer como persona. Todavía más.

Asunción Mateos Villar