Podría parecer que una tiene pocas cosas en común con un chico de veintiún años pero resulta que Íñigo y yo, además de amar y respetar el teatro, nacimos en el mismo hospital y estudiamos en San José de Cluny. Con varias décadas de diferencia. Cuando él vino al mundo en La Paz yo acababa de pronunciar el pregón de las Fiestas Patronales. Qué casualidad que celebrando las del año pasado descubriera su carita aniñada por el centro de nuestra ciudad. Me contó que era actor y que Nacho Cano le había fichado para el musical que llevaba tiempo preparando y que se estrenaría el 15 de septiembre en una carpa de IFEMA. Desde entonces han pasado trescientas funciones y más de 150.000 espectadores. Su Orteguilla en Malinche es pura vida. Como la que contagia delante del zumo de tomate sin tabasco narrando que de pequeño cantaba en Nochevieja por María Jiménez. La salsa picante le gusta tanto como el aperitivo interminable con la familia y las cañas o los tercios con amigos. Ahora que está de vacaciones aprovecha para disfrutar con la una y divertirse con los otros. Cerca del mar. Porque hasta junio sólo ha librado los lunes y a partir de septiembre volverá a hacer seis funciones a la semana. El escenario y el templo canalla le esperan en la segunda temporada del aclamado y premiado musical firmado por el alma de Mecano.

Su primer apellido es de origen valenciano aunque su padre siempre ha vivido en Madrid. En plena movida conoció a una chica de San Sebastián y con ella formó la numerosa familia Feltrer Olasagasti. Íñigo es el menor de cinco hermanos; el mayor tiene treinta y tres años. Es posible que su vena artística sea herencia de la abuela que era pianista, pintora y modista o de su padrino, músico, aunque su progenitor, ingeniero de profesión, toca la guitarra. En su casa del barrio de la Estación la música siempre ha estado presente porque para su madre es fundamental en la educación de los niños. Todos han recibido clases. En su caso de piano; estudió cinco años en la Escuela Municipal de Música y Danza de la calle Irlanda y tiene el Grado Elemental.

Toda su infancia discurre en Pozuelo de Alarcón. El colegio fundado por la congregación de San José de Cluny está cerca de su casa y allí estudió hasta bachillerato. Dice que desde muy pequeño se ha movido por calles y parques con su pandilla. Coger el tren para ir a Madrid le parecía una excursión. “Era como mi pueblito y todo mi mundo estaba a tiro de piedra; estudiaba en Cluny y en la escuela de música de la Avenida de Europa, jugaba al pádel en el Carlos Ruiz, nadaba en El Torreón y practicaba atletismo en el Valle de las Cañas. Sólo abandonaba Pozuelo durante el fin de semana para montar a caballo. Además durante mi adolescencia he salido mucho por bares y terrazas de lo que ahora considero una gran ciudad”.

Lo de su adolescencia fue ayer. Según la Organización Mundial de la Salud es el período de crecimiento que se produce después de la niñez y antes de la edad adulta, entre los 10 y 19 años. Pues eso. Por aquel entonces descubrió que lo suyo era el teatro.

  • ¿Cómo?¿Cuándo?¿Dónde?

Siempre me ha llamado la atención cantar, bailar y animar con imitaciones las fiestas familiares -María Jiménez era una de mis artistas favoritas- pero fue en la función de cuarto de la ESO que montamos en el colegio para sacar dinero y costear el viaje de fin de curso a Roma cuando me vi en un escenario de verdad actuando. Aunque en realidad fuera el salón de actos. Hicimos “Blancanieves Boulevard”, un musical de Jana Producciones que viaja a los años veinte del siglo pasado en el que una deslumbrante protagonista se enfrenta, con la ayuda de siete músicos, a una perversa diva. Hice uno de los papeles principales y me gustó muchísimo la experiencia. Tanto que en septiembre y animado por una compañera de clase que también lo había hecho me apunté a la escuela de artes escénicas de la productora del montaje. Y me convertí en alumno de JANA tras ganar el Premio al Mejor Actor en el primer certamen de Teatro Juvenil al aire libre “Educando en escena”. Lo organizaba el Ayuntamiento y representamos “El mísero músico y las musas”. Mientras cursaba bachillerato biosanitario.

Al acabar se matriculó en veterinaria y decidió estudiar la diplomatura de artes escénicas en la calle Marqués de Ahumada. Lo segundo pudo más. Reconoce que las prácticas de la carrera despejaron las pocas dudas que tenía. Así que la dejó y se centró en la interpretación. Luego vino la pandemia y un periodo de reflexión que le llevo a iniciar audiovisuales en la Carlos III de Getafe. Cuando estaba en segundo apenas tenía tiempo para acudir a audiciones por culpa de trabajos obligatorios y exámenes. “Así que decidí volcarme en mi carrera artística porque si las cosas no salían como esperaba podía volver a la universidad; al fin y al cabo sólo tenía diecinueve años y ninguna prisa”.

Pero salieron a pedir de boca. Al poco de dejar su formación universitaria Íñigo Feltrer comenzó a trabajar como actor en Chamberí interpretando a Turio y Pantino y como sustituto de Proteo, el papel principal en “Dos caballeros de Erasmus”. La versión de “Los dos hidalgos de Verona” de Shakespeare de UNIR producciones supuso su bautismo de fuego en Arapiles 16. Luego llegarían a la sala dos montajes de Jana; “Prohibido suicidarse en primavera” por el que cobró su primer sueldo y el musical “El diario de Adán y Eva en Broadway” donde daba vida a la serpiente. “Esto pasó mientras me sacaba mi último curso de diplomatura; luego surgió una campaña publicitaria para Liberty Seguros y algún capítulo en series”.

La chica de ayer

Tras la serpiente vino “Una rana en la luna” en los Teatros Luchana. Pero lo más grande estaba al caer. Y no tenía que ver con animalitos verdes sino con el mestizaje. De la mano del compositor, empresario y ex de Mecano, Nacho Cano.

  • Háblame de los previos a “Malinche”, de tu encuentro con el genio antes de entre dos pueblos…

Pues fue un auténtico golpe de suerte que jamás había imaginado. Nacho Cano conoce al director de mi escuela y cuando necesita actores acude a Jana en busca de talento porque sabe que la formación es muy buena. El caso es que necesitaban a un chico de aspecto juvenil y con vis cómica que supiese bailar flamenco. A mí si algo se me da bien es la comedia y aunque no tengo la carrera de danza española me he formado en la escuela de Pozuelo y he realizado talleres hasta de claqué. No me asustaba zapatear si era necesario. Así que como no tenía nada que perder me presenté a una prueba en un palacete de la zona de Ópera donde se hacían los ensayos del espectáculo que Nacho preparaba. La hice pero no me cogieron. Era el verano de 2021 y me volví a casa.

  • ¿Qué pena no? Y a la segunda fue la vencida…

Bueno, tampoco te creas. Los actores sabemos que no es fácil, estamos acostumbrados a los castin y asumimos que a veces no somos los elegidos. Además si me hubieran cogido tenía que haber renunciado a un curso de verano que estaba haciendo con compañeros de profesión y que me hacía mucha ilusión. No era mi momento. Así que me centré en la preparación de mi papel protagonista en “Percy Jackson”, el musical que preparamos para la muestra final de diplomatura. En esas estaba cuando me escribe Javier Navares, director de actores de Malinche y un mago del género musical en nuestro país, que además da vida en el espectáculo al gobernador de Cuba, Diego Velázquez de Cuéllar. Me cuenta que Nacho me quiere hacer otra prueba para el personaje de Orteguilla. Lógicamente acepté el reto y me la preparé a conciencia. Me pidieron hacer un monólogo de comedia y cantar una canción. Así que me atreví con Shakespeare y adapté parte de mi personaje en “Dos caballeros de Erasmus”. Luego canté “La chica de ayer” porque una de Mecano me parecía demasiado atrevimiento y me hicieron improvisar un poco de baile. Sólo entonces me sentí un poco como un pato mareado. Con el resto salí muy contento.

Tanto que el día de su graduación en Arte Dramático y Teatro Musical por la Escuela JANA recibió el premio extraordinario. Por la mañana en una nave industrial a las afueras de Madrid el creador de “Hoy no me puedo levantar”, Nacho Cano, le pregunto qué compromisos o proyectos laborales tenía a corto plazo. Esta fue su respuesta: esta tarde me gradúo y no tengo nada a la vista. “Y va el tío y me dice: vale, muy bien, entras mañana”.

Marta Sánchez, caballos y una monja

De eso hace poco más de un año y su vida ha cambiado por completo. El 30 de junio de 2022 fue su primer día de trabajo en Malinche. Nuestro vecino se pasó todo el verano ensayando entre albañiles y operarios cualificados que daban forma al templo canalla y a las impresionantes escenografías nacidas en dos de los talleres más prestigiosos de España y uno de ellos, Estudio Arte Herrador, es de los nuestros… ¡Cuánto talento con denominación de origen Pozuelo de Alarcón hay en Malinche!

  • Ahora que, por fin, hablamos del Mejor Musical del Año y la Mejor Escenografía según los Premios del Teatro Musical 2023 ¿Cómo reaccionó tu familia? Y de los comienzos ¿Qué recuerdas?

Pues imagínate. Todos encantados. Mi madre alucinaba ¡Con Nacho Cano! Así que cuando más adelante me vio en los promocionales de las pantallas de Pozuelo lo hizo todavía más. Y cuando el día del estreno Marta Sánchez le dijo que yo actuaba muy bien ni te cuento. Recuerdo muchas horas de aprendizaje y ensayo; las primeras en los sótanos de una parroquia y las últimas en IFEMA, donde se levantaba la carpa y los diferentes espacios, rodeado de albañiles y polvo. Unas toses… Aunque yo iba a ser Juan Ortega, “Orteguilla”, tenía que interpretar también a un cortesano y a un carcelero y en algunas funciones ser el sustituto de fray Bartolomé de Olmedo al que daba vida nada más y nada menos que Nacha La Macha. Vamos que cuando me tocaba en vez de cura parecía monaguillo. Una vez en el escenario haces de todo y siempre es diferente. Además el montaje está sometido a cambios constantes. Hace poco empezamos a usar recursos pirotécnicos y como yo no lo sabía me llevé un susto tremendo con un cañonazo.

Para saber lo que toca a cada intérprete en cada función Íñigo y el resto de actores de Malinche reciben un cuadrante parecido a un Excel donde viene todo indicado. Y puede hacer de todo salvo un complicado número de baile, de esos que supervisan los coreógrafos del espectáculo, Jesús Carmona (Premio Benois de la Danse) y Sergi Orduña. Lo mismo se convierte en monja que en caballo con luces en los ojos. Algo que, por cierto, impresiona tanto como la pedazo de luna, la cascada o la piscina natural con agua caliente de la que Orteguilla tiene que salir corriendo, secarse y ponerse un mono bastante llamativo para suspenderse sobre un templo. Con poco margen de maniobra. Menos mal que tiene veintiún años y están los chicos y chicas de vestuario.

Poco más voy a contar de Malinche. A estas alturas se han escrito ríos de tinta. Bueno sí. Que el trabajo de Íñigo en el musical es estupendo y que se le nota que disfruta sobre las tablas. Para que nosotros hagamos lo mismo desde el patio de butacas. Dice que Orteguilla, al ser un personaje cómico, le ha salvado en muchos momentos y que lo ha creado en base a experiencias vividas y compartidas. Pocas. Porque lo suyo no ha hecho más que comenzar.

Divertido y ruborizado me confiesa -justo antes de apagar la grabadora del móvil- que los niños le piden fotos después de la función y que un par de veces le han reconocido por Madrid.

Yo que tú me iba acostumbrando querido.

Asunción Mateos Villar