Aunque es francesa y ha vivido en Londres, Dusseldorf y Colonia Armelle Dorlet lleva décadas residiendo en España. En los ochenta, concretamente, entre Manuel Becerra y Las Ventas. El cantante Coque Malla era el jovencito de la puerta de al lado. Compartía piso en la sexta planta con sus padres, los actores Gerardo Malla y Amparo Valle. A través del tabique del baño le oía cantar en la ducha. Justo en frente vivía uno de los músicos de Julio Iglesias; un saxofonista bigotudo al que la escritora escondida reconoce cuando ponen reportajes de la época en televisión. Por si esto fuera poco subía y bajaba con gentes de la música, el cine y el teatro en el ascensor y solía encontrarse con Almodóvar por la calle. En aquella época todo era posible. Hasta encontrarse un perro perdido, llevarlo al veterinario para leerle el chip y descubrir que su dueño era Luis Eduardo Aute. Ana Martín Sánchez-Ferragut es otra mujer de mundo. Nació en Cartagena pero por motivos familiares dejó su tierra para vivir en Madrid, Menorca, Nápoles, Bilbao… Su pasión por la literatura y la escritura creativa le llevaron a publicar y a reunirse con el grupo de la antología solidaria -donde como Armelle tiene un relato- que ya se está reeditando. Los ochenta también fueron suyos. Así lo recordaron hace una semana en la terraza del bar Jaén 71. Donde además se reivindicó, con un nudo en la garganta, a santos e inocentes.

Texto de apertura: Asunción Mateos Villar
Foto de apertura: RTVE

Años 80 en Madrid

María era una joven apasionada por la música y la moda de los años 80 en Madrid. Vivía en un pequeño apartamento en Malasaña donde pasaba horas escuchando vinilos de artistas como Mecano, Alaska y Nacha Pop. Siempre vestía con colores llamativos y sus peinados extravagantes reflejaban su personalidad creativa y rebelde.

Durante el día María trabajaba en una tienda de discos vintage en la famosa calle Gran Vía donde compartía su pasión por la música con los clientes que buscaban rarezas de la época.

Por las noches se sumergía en la vibrante vida nocturna de Madrid, frecuentaba locales como el Penta, el Rock Ola y el Studio 54 donde bailaba al ritmo de la movida madrileña.

Un día paseando por el parque del Retiro, María conoció a Pablo, un joven artista callejero que pintaba grafitis en las paredes de la ciudad. Su espíritu libre y su amor por el arte conectaron de inmediato y juntos exploraron las calles de Madrid en busca de inspiración y aventuras.

A medida que el verano llegaba a su fin, María y Pablo decidieron embarcarse en un viaje por Europa en busca de nuevas experiencias y horizontes. A pesar de la nostalgia por dejar atrás su amada ciudad de los años 80, sabían que el mundo les esperaba con infinitas posibilidades y emocionantes descubrimientos.

Armelle Dorlet

Los ochenta

Corrían los años ochenta y una joven Olvido proclamaba que a quién le importaba lo que hiciera, lo que dijera, que era así y así seguiría y yo bailaba con una peluca azul quemando las noches hasta llegar el día mientras él estaba sentado en un viejo Cadillac. En París había un lobo hombre y buscábamos un lugar donde no quemara el sol y al nacer no hubiera que morir y Ouka Leele fotografiaba la vida de una manera muy diferente.

Don´t worry, be happy. Eso hacíamos, desatando el lado creativo y siendo optimistas ante el horror del terrorismo y la  guerra fría. Descubríamos el sexo porque ya no era pecado aunque comenzó a hacer estragos el SIDA y Encanna hablaba de Móstoles y unas empanadillas en una conversación sin sentido.

Me trasladaba en un Ford Fiesta hasta donde sonaba la música, tenía toda la vida por delante para bebérmela a sorbos grandes y sólo tenía que preocuparme de vivirla. Algunos hicieron un camino equivocado y ciertas sustancias les llevaron por un mal viaje sin final feliz y sin bicicletas para un verano azul.

Gritábamos el doce a uno contra Malta y los sábados veíamos la vida en una bola de cristal y nos colábamos en la fiesta de Mecano con grandes hombreras. Yo le pedía a los Celtas Cortos que me contaran un cuento mientras iba con Gabinete Caligari camino a Soria y caía el muro de Berlín y alguien disparaba a Juan Pablo II.

Quisimos ser libres y disfrutar el aquí y ahora al calor del amor en un bar.

Ana Martín Sánchez-Ferragut